Fanfics y otras Yerbas

Luna Escarlata, Fantasia/Aventura

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Kurai18
view post Posted on 8/5/2008, 22:29




INTRODUCCIÓN

Los lunatians eran demonios guerreros de enorme poder. Su aspecto era característico, teniendo el cabello era plateado como los rayos de luna y sus ojos eran amarillos como los de los enormes lobos infernales.

Esta singular raza de demonios había sido maldecida por Lucifer hacia ya varios milenios. La razón había sido causa de muchas murmuraciones y leyendas. La verdad era conocida por pocos.

El señor de las tinieblas se alimentaba de la esencia vital de las jóvenes más poderosas de cada raza de demonios. Como recompensa por ello las jóvenes en su siguiente reencarnación tendrían lo que desearan, en un principio eran cinco las razas elegidas para seleccionar a las jóvenes que tendrían tal honor: los vampiros, los kurohis: demonios que controlaban el fuego, los denkis: quienes controlaban la energía pura, las hechiceras y por supuesto los lunatians.

La última princesa lunatian, demasiado avariciosa y rebelde, rompió una de las reglas más importantes, se entregó a otro demonio antes que al mismo Lucifer. El señor de las tinieblas no perdonaría tal ofensa y estaba dispuesto a castigar a ambos infractores. Las leyes estaban hechas para obedecerlas y él se encargaría de hacer pagar a aquellos que osaran desafiar sus leyes. El castigo sería la eliminación de sus almas, pero los lunatians no estaban dispuestos a perder a su mejor elemento, ocultaron a la princesa. Sin embargo, Lucifer es el amo y señor del infierno para él no existen imposibles. Maldijo a aquella raza de guerreros, y todas las mujeres murieron, jóvenes, viejas, ninguna quedó con vida. Los hombres fueron desterrados hasta la parte más desolada del infierno, condenados a procrearse con humanas para poder preservar su raza.

Milenios más tarde, aquella raza maldita recibió el perdón del señor de la noche, con el nacimiento de la primera hembra lunatian desde hacia siglos. La maldición se rompió, entonces, aquellos supervivientes tuvieron un sólo propósito recobrar la grandeza de su raza, pues a pesar de haber sido perdonados por Lucifer, aún eran repudiados por el resto de los demonios que los seguían viendo como traidores.


CAPÍTULO I

Iseth era una joven lunatian de tan sólo mil setecientos años. Su largo cabello plateado caía por su espalda hasta sus caderas en mechones disparejos y ondulados. Su belleza era cautivadora, pero lo más destacable eran sus ojos, tan rojos como la sangre. Algo poco común en una lunatian de raza pura. Su carácter era alegre y rebelde, pese a que su padre era uno de los lunatians más antiguos y rigurosos de todos.

Pero no sólo era bella, también era poseedora de un gran don para domar a los dragones, algo que pocos demonios poseían. Pero aquel don no era suficiente para destacar en el infierno. Por el simple hecho de ser una lunatian tenía que esforzarse más que el resto para intentar sobresalir. Pero no solamente tenía que esforzarse por demostrarles a los demás demonios de lo que era capaz. Su propio padre no reconocía que ella pudiera ser algo más que una herramienta de procreación, un medio para seguir propagando su especie.

El cielo comenzaba a oscurecerse y la luna ya era visible. Iseth suspiró y de un gran salto bajó del enorme árbol en el que había pasado sentada las últimas dos horas. Su padre la había citado esa noche, pues tenía noticias que comunicarle. La joven lunatian ya tenía una idea de que era lo que su padre tenía que decirle, pero ella no cedería tan fácilmente.

Se irguió de forma orgullosa y avanzó hasta la gran mansión, no cedería. Con esa firme idea llegó hasta el despacho de su padre, tocó la puerta antes de entrar.

-Siéntate- ordenó el antiguo lunatian con la mirada fija en los documentos sobre su escritorio. Iseth observó a su padre que pese a los años aún se conservaba apuesto a pesar de su aspecto severo e intimidante. Apretó los puños con fuerza no se acobardaría. Tomó asiento en una de las elegantes sillas dispuestas frente al escritorio y guardó silencio, en espera de que su padre comenzara a hablar.

-Estoy seguro que sabes la razón por la que te cite hoy- afirmó mientras dejaba a un lado los papeles y posaba la mirada sobre su joven hija.

-Sí.

-Bien, eso nos ahorrara tiempo, tu unión se celebrara a cabo en un mes, él es un joven lunatian digno de ser tu compañero, así que no tienes que preocuparte- anunció sin miramientos y volvió a tomar los papeles examinándolos con cuidado.- ahora que estás oficialmente enterada puedes retirarte- hizo una seña con la mano sin siquiera mirarla.

-Me niego a unirme con alguien que ni siquiera conozco.- habló con voz firme mientras se ponía de pie.

-¡Tú harás lo que yo ordene!- rugió su padre mientras se ponía de pie y daba un fuerte golpe al escritorio partiéndolo por la mitad. Iseth no dio señal alguna de haberse alterado.

-¡No!- contestó con firmeza enfrentando la intimidante mirada de su padre, ambos eran orgullosos y ninguno estaba dispuesto a ceder.

-Te he permitido posponer esto durante demasiado tiempo, es tu obligación y no puedes negarte a cumplirla.- dijo el antiguo lunatian intentando recuperar el control. Sabía que si Iseth no cooperaba sería difícil obligarla, después de todo era su hija y su temperamento era muy parecido.

-¡No puedes forzarme a hacer tal cosa!- sus ojos destellaron por la furia contenida, a su parecer obligar a las jóvenes lunatians a unirse únicamente a otro lunatian con el único fin de procrear más demonios de raza pura era una idea estúpida. Había visto a más de una lunatian forzada a mantenerse en casa cuidado a los hijos y procreando cada que le fuera posible. Ella no sufriría aquel destino, ella no estaba dispuesta a subyugarse ante nadie, y si bien algún día tendría hijos, sería por que ella lo quisiera no por que los antiguos lunatians la obligaran.

-¡Es tu deber como lunatian!- el antiguo demonio se acercó amenazante hasta su hija, quien se irguió orgullosa y lo enfrentó.

-¡Quiero ser yo quien elija a mi compañero, me niego a someterme a un petulante demonio que cree que me hará un favor al unirse conmigo!- a pesar que el aspecto de su padre era aterrador, se obligó a si misma a mantenerse en la misma posición sin retroceder ni un centímetro.

-¿Eso es lo que quieres, elegir tu misma?, pues bien, tienes hasta el día de tu unión para presentar a tu elegido, y tendrá que demostrar que es mejor que aquel a quien yo escogí. No cederé más que eso. De aquí a un mes tú estarás unida a un lunatian lo quieras o no. Recuerda que si te niegas serás juzgada como una traidora a tu raza y por lo tanto descastada. Ahora largo, tu presencia me disgusta.- el lunatian, le dio la espalda a su hija, quien salió del lugar corriendo.

No pensó que sería tan fácil hacer ceder a su padre, claro que lo que ella no sabía era que el antiguo lunatian dudaba que encontrara a un mejor candidato que su elegido. Pero ella no era tonta, tenía en mente un candidato inigualable para presentarlo ante su padre. Lo difícil ahora sería convencerlo.

Azazel era un apuesto lunatian, era bastante alto para la media de su raza. Su cabello le llegaba hasta los hombros y normalmente lo llevaba atado en la nuca. Sus ojos amarillos resplandecían de tal forma que una sola mirada podía intimidar a cualquiera que no estuviese familiarizado con él.

Había sido aceptado en la mansión de Belfegor, el duque de la ira desde temprana edad. Lo que pocos demonios lograban, pues para formar parte de los guerreros del duque de la ira se necesitaba ser bastante destacado en todos los aspectos, y ciertamente Azazel era un demonio poderoso e intimidante a pesar de su juventud pues tan sólo tenía dos mil años.

Azazel logró destacar bastante a pesar de ser un lunatian, y los antiguos le habían ofrecido incontables veces a bellas jóvenes para que se uniera a ellas. Él las rechazaba, no deseaba tener una compañera, y lo había dejado claro. Así que después de un tiempo los antiguos habían dejado de presionarlo, después de todo lo que abundaban eran varones lunatians y a ellos se les permitía elegir si deseaban o no una compañera, a diferencia de las mujeres a las que se les obligaba a tomar un compañero a determinada edad.

Después de una ausencia de casi dos siglos por fin se le había permitido volver a su hogar. No es que alguien lo estuviera esperando, pues había quedado huérfano a temprana edad y había sobrevivido por sus propios medios.

Llegó hasta su casa que alzaba en lo alto de una colina, un espeso bosque la rodeaba, se detuvo frente a la entrada principal y posó su mano sobre la pesada puerta con intenciones de romper el hechizo protector. Sus ojos se entrecerraron al notar que el sello había sido roto. Entró sigilosamente con su espada ya desenfundada. Una silueta atravesó la estancia, pero Azazel fue rápido y posó su filosa espada en el cuello del intruso.

-Hola Azzy, también me alegra volver a verte- dijo una alegre voz, al reconocerla el joven demonio bajó su espada y la volvió a enfundar, su mirada se oscureció.

-¿No te enseñó tu padre, modales?- su voz sonaba cortante y fría. Se dirigió hasta una de las paredes y encendió las luces, se cruzó de brazos. Su mirada se veía oscura y siniestra delatando sus deseos de arrancarle la cabeza al intruso.

-Tú eres testigo de que lo intentó.

-¿Qué haces aquí, y por que maldita sea sigues llamándome con ese estúpido nombre?- su voz retumbó en las paredes del lugar.

-¿Es así como me recibes después de tanto tiempo sin vernos?- la voz del intruso se tornó afligida.

-No intentes esos trucos conmigo, te conozco demasiado bien Iseth, ahora explícame que demonios haces aquí y como diablos rompiste mi sello.

-No deberías de ser tan rudo conmigo- se quejó la joven demonio mientras se acercaba a él con una picara sonrisa en sus labios. Cuando estuvo frente al joven lunatian se paró de puntitas y le dio un suave beso, para luego colgarse de su cuello.

-¿Nunca cambiaras?- preguntó él, aunque ya sabia la respuesta. Se conocían desde niños, él siempre fue callado y serio con un gran temperamento explosivo lo que ahuyentaba a los otros niños. Ella en cambio era alegre y espontánea, por alguna razón ella había decidió que Azazel seria su amigo, y lo acosó día y noche sin descansó. Él intento ahuyentarla, la insultó, la amenazó, pero nada dio resultado. Con el paso de los años se dio por vencido, ella se convirtió en su mejor amiga y su amante ocasional.

-Por lo menos deberías decirme lo mucho que me extrañaste.- sonrió mientras besaba su cuello, Azazel parecía no inmutarse.

-En realidad, disfrute el no tener que oírte revolotear a mi alrededor.- su tono seguía siendo frió, pero Iseth lo conocía demasiado bien. Él se portaba así con todos, jamás demostraba una pizca de sentimientos, excepto cuando compartían la cama, ahí se demostraba tan ardiente y apasionado que era difícil de creer.

-Mentira, yo sé que me extrañaste, aunque lo niegues.- Iseth no perdía su sonrisa, lo volvió a besar en los labios, esta vez el beso fue ardiente y lleno de deseo. Azazel lo respondió, mientras la sujetaba con fuerza por la cintura y la atraía hacia si.

-Tal vez, te eche un poco de menos.- aceptó por fin mientras una mueca parecida a una sonrisa se dibujaba en sus labios.

-¿Azzy aceptarías ser mi compañero?- lanzó la propuesta mientras lo veía fijamente a los ojos.

-¿Acaso has perdido la razón?- sus ojos destellaron y la apartó de un empujón, ella perdió su sonrisa y se cruzó de brazos.

-¡No tendrías que ser tan grosero!- se quejó.

-¡Sal de aquí ahora mismo!- rugió mientras perforaba a Iseth con la mirada.

-Podrás asustar a los demás con esa mirada, pero no a mí.- sentenció y entrecerró los ojos.

-¡Largo!- Azazel había perdido la paciencia y sujetó con fuerza a Iseth del brazo arrastrándola hacia la salida.

-Azzy por favor... déjame explicarte- su voz sonó entrecortada, él se detuvo de inmediato y la soltó sabía muy bien cuando mentía y usaba ese tono para engañar a los demás. Pero esta vez era enserio, entrecerró los ojos y la observó fijamente.

-Habla- su voz volvió a adquirir ese matiz frió que lo caracterizaba, ella bajó la mirada, y comenzó a contarle todo.

-¿Cuánto tiempo te queda?- preguntó directamente, la joven bajó la mirada, se había sentado en la pequeña estancia.

-Llegará en dos días- fue su respuesta y su mirada se volvió suplicante.- Eres mi única salida.

-¿Por qué creíste que yo estaría de acuerdo?

-¡Puedes tener todo lo que un demonio desearía!, una gran fortuna te será dada por mi padre; tendrás una hermosa compañera que podrá darte unos hijos poderosos; te puedo ofrecer los mejores ejemplares de dragones que jamás hubieses imaginado poseer.

-No necesito una gran fortuna. Yo no quiero una hermosa compañera, una amante es todo lo que necesito y de ti ya he tenido todo lo que puedo pedir, no deseo hijos y definitivamente puedo conseguir mis propios dragones.

-Deberías ser un buen demonio y tener algo de avaricia, además jamás encontraras una demonio que sea tan buena amante como yo y...

-No lo haré, bajo ninguna circunstancia, así me ofrecieras tu alma.- la interrumpió y su expresión no daba pie a más argumentos, aún así ella no se dio por vencida. Discutieron la noche entera hasta que él fastidiado la echó de su casa a la fuerza. Ella volvió a su propia casa con el ánimo abatido, si tan sólo tuviera más tiempo, estaba segura de poder convencerlo.

El funesto día había llegado, Iseth se encontraba en su recamara, lucía un ajustado vestido rojo que resaltaba su figura y sus ojos. Su expresión se veía abatida, no había podido volver a ver a Azazel y su padre no cedió antes sus insistencias de posponer más el encuentro. Había sido llamada hacia ya un par de minutos. Abajo la esperaba su futuro compañero, y eso la dejó desolada, por un momento había pensado huir sin importarle el ser descastada. Pero ya era difícil vivir como una lunatian, vivir como una lunatian descastada sería un tormento peor que tener un compañero. Además pese a que su padre era bastante distante, no se atrevía a dejarlo en tal ridículo, sería deshonroso que la hija de un antiguo lunatian fuera descastada.

Aspiró profundamente y se puso de pie, lo había intentado, el infierno era testigo que había intentado escapar de su destino. Salió de su habitación y bajó las largas escaleras que la llevarían hasta su futuro compañero.

Cuando llegó al pie de la escalera sus ojos se abrieron sorprendidos, frente a ella se encontraba Azazel ataviado con un elegante traje negro, que se ajustaba con perfección a su esbelto cuerpo, su cabello estaba recogido en la nuca, su padre estaba a su lado. Una sonrisa se fue dibujando en su rostro mientras sus ojos se humedecían lentamente, aún no podía creerlo.

-Me has sorprendido Iseth, debo admitir que nunca imagine que encontrarías un compañero tan adecuado.- comentó su padre mientras, la joven lunatian se abalanzó sobre Azazel y lo abrazó con fuerza.

-Gracias...- murmuró.

-Lo hice sólo por los dragones.- susurró él.

-Debido al cambió de planes, pospondremos la unión dentro de una semana, para dar tiempo a los preparativos.- anunció el antiguo demonio, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, Azazel había sido el demonio más solicitado para unirse con las jóvenes más prometedoras, y nunca se habría imaginado que sería su hija quien terminaría siendo su compañera.- los dejare solos, tengo asuntos que atender.- y comenzó a alejarse de la pareja rumbo a su despacho.

-No sabes lo mucho que significa esto para mí.- Iseth seguía aferrada al cuello del joven lunatian.

-No des espectáculos, nos están viendo.- la reprendió, notaba como la servidumbre los observaba con discreción, a él no le gustaban las muestras de afecto en público.

-Sólo por esta vez.- dijo separándose de él, tomándolo de la mano y arrastrándolo escaleras arriba.

Llegaron a las habitaciones de la joven, él se sentó en un cómodo sillón, su expresión era neutra mientras repasaba cada detalle del lugar.

-Quítate eso, es molesto.- observó fijamente el ajustado vestido de la demonio.

-¿Lo dices enserio?- preguntó asombrada, mientras en sus labios se dibujaba una picara sonrisa.

-No tengo tiempo de juegos Iseth, ese vestido te lo dio él.

-Sí, en efecto, ¿estás celoso?- preguntó alzando una nívea ceja con incredulidad.

-No digas tonterías, y haz lo que te digo, me encargare de que tengas algo apropiado para el día de la unión.

-¡Uff!, no vayas a comenzar a repartir ordenes.- entrecerró los ojos, con fingido enojo, aunque ciertamente no encontraba la razón para la actitud del demonio.

-Sólo las necesarias, no tengo tiempo para tus juegos, tengo que regresar a la mansión de la ira en dos semanas y necesito dejar todo listo aquí antes de marcharme.

-Te estás tomando muy enserio esto de ser un compañero.

-Hasta que no me des los dragones prometidos, obedecerás como si fueras una compañera sumisa y bien portada.- sentenció.

-A veces eres tan odioso.- siseó mientras se deshacía del vestido con lentitud, dejando que la roja tela se deslizara por su pálida piel. No podía objetar nada, un trato era un trato y él había cumplido su palabra.

Azazel, parecía demasiado ocupado investigando la habitación para ponerle atención a Iseth. Eso sólo la provocó más, lanzando un bufido se dirigió hasta el armario sacando un par de prendas, paseándose prácticamente desnuda frente al demonio que parecía no notarla.

-Después de la ceremonia tendrás que mudarte.- anunció sin más.

-¿Por qué?

-Porque te lo estoy diciendo.

-Aún podría cambiar de opinión y buscar al prospecto que ofreció mi padre.- murmuró mientras se ataviaba con un conjunto de piel de dragón negro, que se ajustaba con perfecciona su figura.

-Dudo que esté en condiciones de tener una compañera en estos momentos.- se levantó del asiento y caminó por la habitación.

-¿Qué le hiciste?- preguntó curiosa.

-Tuvimos un pequeño encuentro, no creerás que renunciaría a ti sin intentar oponerse, ¿o sí?

-¿Luchaste con él, por mí?- preguntó incrédula, no imaginaba a Azazel perdiendo el tiempo con algo así.

-Por los dragones, no malinterpretes.

-Sí, sí, los malditos dragones.- murmuró.

-Creo que me darás demasiados problemas.

-Ni te imaginas.- amenazó, mientras se acercaba a él.

-Jugaremos más tarde.- murmuró al sentir las manos de Iseth deslizándose por su pecho.- necesito que recojas tus cosas, te instalaras en mi casa está noche.- ordenó autoritario.

-No uses ese tono conmigo.- dijo apartándose de él.- además recuerdo que dijiste que lo haría hasta el día después de la ceremonia.

-Cambie de opinión, prepara tus cosas, enviare por ti. Ahora me marcho, tengo demasiados asuntos pendientes.

-Odio que asumas la actitud de dueño y señor del infierno.- dijo indignada, no terminaba de comprender la actitud del demonio.

-Tendrás tu recompensa.- murmuró en tono seductor, aquel que sólo Iseth tenía el privilegio de escuchar, la atrajo hacia él y la beso con pasión. Sujetando con firmeza su cintura, el beso se cortó de pronto, él se alejó y comenzó a caminar hasta la salida, dejando a Iseth con una mezcla de sentimientos.

-Cuando haces eso, puedo olvidarme de todas tus estupideces.- murmuró con una sonrisa mientras lo veía marchar.

Se había instalado en su casa, sólo para permanecer sola y aburrida, casi tanto como en casa de su padre. Azazel pasaba la mayor parte del día fuera arreglando asuntos secretos que se negaba a discutir con ella. Aunque ciertamente él no solía charlar con ella demasiado, a menos que lo hostigara y eso era un arma de doble filo.

Los días pasaron demasiado lentos para ella y demasiado rápidos para él, que parecía cada vez más irritable. Le quedaba poco tiempo y no estaba seguro de dejar todo en orden antes de volver a la mansión de la ira.

El gran día llegó, Iseth esperaba en la habitación a que trajeran las nuevas ropas que habría de vestir. No parecía ni por asomo un poco emocionada, por la puerta aparecieron un par de demonios jóvenes, cargando con varias cajas, la lunatian las observó.

Pronto estaban desenvolviendo cada cosa, vistieron a Iseth pese a sus protestas de que ella podía hacerlo por su cuenta. Cuando lo notó tenía puesto un vestido negro, ajustado a su figura, se ataba al cuello, dejando su espalda descubierta. Tenía un fino bordado en rojo escarlata que hacia resaltar sus ojos, mientras el negro de la tela contrastaba a la perfección con su cabello.

Le hicieron un complicado peinado, acomodando cada hebra de cabello en su lugar, adornándolo con diminutos rubíes. En el cuello el colocaron un collar de oro hermosamente trabajado con incrustaciones de rubíes, brazaletes a juego y un par de pendientes. Todo era exquisito y del total agrado de Iseth, quien a esas alturas ya estaba sorprendida.

Finalmente le colocaron un velo negro, la lunatian sonreía detrás de la fina tela, fue conducida al lugar de la ceremonia. Quedó aún más sorprendida al ver a Azazel esperando por ella en un mar de demonios. Al parecer toda la comunidad lunatian se había reunido a presenciar la unión, Iseth sabía como el demonio odiaba las multitudes y ser el centro de atención, sonrió ante la idea del enorme esfuerzo que estaba haciendo.

Sonrió más cuando lo observó con atención, llevaba el cabello corto, le caían unos cuando flecos por la cara. En su oreja derecha llevaba un pendiente, iba ataviado con un traje negro, sin adornos, se veía especialmente apuesto.

El día era especial, pues la luna llena estaba teñida de escarlata, una buena señal, ambos lunatians quedaron de frente. Ella parecía pequeña y frágil en comparación a Azazel con su cuerpo alto y atlético. La ceremonia que uniría sus vidas dio inicio.

Azazel se adelantó un paso acercándose más a Iseth, y sujetó una de sus manos, sus ojos no denotaban sentimientos y su rostro era una máscara imperturbable.

-Que la oscura noche sea testigo silenciosa de esta unión, que la sangrienta luz de la luna presencie el eterno juramento en el cual te ofrezco mi vida.

Ella alzó el rostro altiva, fijando su mirada en las pupilas amarillas. El lunatian tomó una daga ceremonial y se hizo un corte en la muñeca, dejando que el rojo elixir se vertiera en una copa.

-Mi existencia estará por siempre unida a ti, mi compañera, con esta sangre entrego mi destino a tu protección. Juro que mis huesos alimentaran las raíces muertas antes que permita que seas dañada.

La joven lunatian tomó la daga aún manchada de sangre y se hizo un corte igual, dejando también que el líquido rojo manara libre hasta la copa, mezclando ambas sangres. Cuando la copa estuvo llena, ambos vendaron las heridas.

-Que la oscura noche presencie esta unión, que el brillo rojo de la luna sea testigo del juramento eterno que me ofreces, tú, mi compañero, a tu cuidado entrego mi existencia, que tu alma se condene a la extinción si osaras romper esta sagrada unión.- él tomó la copa y ella bebió la mitad del rojo elixir, él termino de vaciar el cáliz. Todo el ritual se llevó a cabo con ambos mirándose fijamente a los ojos.

Con aquello ambos sellaron su destino, uniendo sus vidas hasta el día de su muerte, un juramento de sangre sagrado e inquebrantable. Fue entonces que Iseth sonrió, mientras Azazel permanecía imperturbable.

Lentamente él apartó el fino velo de su rostro y la tomó en brazos, dándole un suave beso, terminando de sellar la promesa. Ella le rodeó con ambos brazos, el beso fue corto, y sin mucha emoción. Pese a que ella seguía mostrando una sonrisa resplandeciente, él permanecía indiferente.

Los festejos comenzaron, las felicitaciones a la pareja, los comentarios con doble sentido, los deseos de fracaso, las hipocresías, los regalos costosos y las apariencias fingidas. Todo lo que había en un evento como ese en el infierno, Iseth parecía disfrutar de todo aquello a diferencia de su compañero, que cada que lo observaba parecía que su ceño se oscurecía más.

Finalmente la pareja se retiró, ella parecía haber bebido de más pues a penas y se lograba mantener en pie. Él la había trasladado hasta la modesta casa, con un gesto de desesperación y hastió dibujado en el cincelado rostro.

La subió en brazos hasta la habitación, dejándola sin mucho cuidado en medio de la enorme cama recubierta con sabanas de suave seda roja.

-Deja de fingir.- su voz sonaba fría, mientras le daba la espalda y comenzaba a deshacerse de las ropas que tanto le habían desesperado, sentía el aroma de cientos de demonios impregnado en su piel, odiaba las multitudes.

-Eres un aburrido.- se quejó mientras se estiraba con movimientos felinos, el cabello plateado contrastaba con las rojas sabanas, haciendo resaltar los dos rubíes que poseía por ojos.

-Me agradabas más cuando fingías no estar conciente.

-Fingiré no haberte escuchado.- se giró y le dio la espalda, él ignoró el gesto, siguió deshaciéndose de las prendas, y se metió al cuarto de baño.

El lugar era elegante, el piso lustroso con azulejos negros, la bañera incrustada en el suelo era enorme, asemejando a una pequeña piscina, Azazel preparó el agua y añadió sales aromáticas. Ansiaba quitarse el aroma de todos esos demonios desconocidos. Terminó de quitarse la ropa, y bajó los escalones hasta adentrarse en la profunda bañera, echó la cabeza hacia atrás y se hundió en el agua caliente, emergiendo instantes después.

Pequeñas gotas pendían de los mechones de cabello, comenzó a lavar el fibroso cuerpo hasta hacer desaparecer el molesto aroma ajeno. Se dejó aliviar por el líquido caliente, dejando que sus músculos tensos comenzaran a relajarse, recargando la cabeza en el borde de la bañera, cerrando los ojos y olvidando por un momento todos los asuntos pendientes que aún tenía que resolver.

Iseth se levantó con el ceño fruncido, comenzó una terrible lucha contra su cabello, intentando deshacer aquel complicado peinado, dejando caer los pequeños rubíes con descuido. Lanzando un par de maldiciones cada vez que tenía que jalar con fuerza las suaves hebras para hacerlas ceder.
Cuando finalmente se vio libre del intricado peinado, comenzó a deshacerse de la joyería, dejándola con descuido en la mesa al lado de la cama. El fino vestido quedó tirado en el suelo acompañado de la delicada ropa interior.

Así, desnuda anduvo hasta el cuarto de baño, el largo cabello tapaba parcialmente la blanca piel, se detuvo un momento a contemplar a su compañero. El cabello corto goteaba, los ojos cerrados y el semblante tranquilo, era una visión deslumbrante. Una suave sonrisa se dibujó en los rojos labios, continuó su caminó y se adentró en la bañera, dejando que el agua tibia rodeara su cuerpo.
Adentrándose con lentitud, dejando que el largo cabello plateado flotara, dándole un aspecto etéreo.

-Llevas mucho tiempo metido aquí.

-Fingiré que sigues en la habitación y te has dormido al fin.- contestó sin abrir los ojos.

-Finge si quieres.- se acercó hasta él rozando su delicado cuerpo con el suyo, comenzó a lavar el largo cabello, disfrutando del agua caliente, tan relajante después de un día tan largo.

Se hundió por completo en el agua, asomando sólo la cabeza lo suficiente para mantener los ojos fuera del agua, joyas resplandecientes que observaban a Azazel como una fiera a su presa. Se acercó hasta él, nadando con lentitud, rodeó su cuello con ambos brazos y reposó la cabeza en su hombro.

Él abrió los ojos y la observó, tan pequeña y frágil. Una pantalla para engañar a los desconocidos, pues Iseth poseía un gran poder y podía llegar a ser letal. Aún se preguntaba como había permitido que esa insolente niña atravesara todas las barreras que había interpuesto entre él y el resto del infierno. A su mente vinieron recuerdos de la infancia, con la niña insolente acosándolo, pese a los malos tratos y las amenazas. Un día simplemente terminó colgada de su cuello y no quiso separarse de nuevo. Era ruidosa y molesta, y aún así la seguía soportando, y ahora tenían un compromiso, un pacto de sangre que ataba sus vidas.

Sujetó un mechón flotante de cabello entre sus largos dedos, rayos de luna que reflejaban la luz, una niña con apariencia de mujer, pero una niña al fin, seguía preguntándose como había terminado metido en esa situación.

-Deja de pensar, te dolerá la cabeza.- murmuró con la vista fija en él, las suaves manos se deslizaron por el apuesto rostro, delineando cada contorno con suaves caricias. Él sujetó ambas manos y la acercó. Se apoderó de sus labios, un beso salvaje y pasional, sus manos se deslizaron por la delicada figura, rozando las yemas de los dedos con la tersa piel.

Ella correspondió las caricias, explorando cada rincón del fibroso cuerpo, los besos se volvían más profundos, cargados de deseo y excitación. Él la tomó en brazos, incorporándose con lentitud, dejando a la vista el lustroso y bien formado cuerpo, ella se aferró a él, hundiendo el rostro en el hueco del cuello, aspirando aquel delicioso aroma que se desprendía de su piel.

La llevó hasta la enorme cama, dejándola con delicadeza, una sonrisa picaresca se dibujó en los rojos labios de la joven, mientras él se colocaba sobre ella. Ambos cuerpos cubiertos de pequeñas gotas de agua reflejaban la luz de la habitación.

Manos hábiles, delineando las definidas formas, besos descontrolados cargados de pasión, ella mordía su labio inferior en un gesto por de más provocador. Él sonreía misteriosamente, repartiendo besos en la pálida piel de ella, mordisqueando ocasionalmente, deteniéndose en los lugares precisos y llevándola al borde de la locura.

Ella se abrazaba a él, mordía su hombro en señal de desesperación, sus uñas rasgaban la firme piel, dejando largos surcos escarlatas. Él la hacía sufrir prolongando las caricias, negándole aquello que ella ansiaba, las largas piernas se enredaron en su cintura, pidiendo su atención.

Él sonreía ante su desesperación, se tomó su tiempo siguiendo con la ronda de besos y mordiscos, prestando especial atención a los turgentes y blancos pechos, la tortura finalmente acabó cuando él se deslizó en su interior.

Pronto se vieron hundidos en un vaivén de caderas, gemidos entrecortados, frases incompletas, ambos entregados por completo al deseo, ella arqueaba la espalda victima del placer, ambos cuerpos se estremecían perdidos en un remolino de pasión.

Un rítmico movimiento de cuerpos, ella alcanzó la cima un segundo antes que él, sintiendo su calidez invadiendo su interior. Aquello fue sólo el comienzo de una desenfrenada noche, un intercambio interminable de caricias y besos.
 
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Tensai_Sama
view post Posted on 18/5/2008, 22:06




Por fin lo leí. Muy bueno, niña. Y que ingratos son que no dejan rebvew!!

LEAN, MALUCOS! :ñpo.gif:
 
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Kurai18
view post Posted on 19/5/2008, 04:19




Grax por leer, es mi nuevo y gran proyecto xDDD aunque voy lenta por que no tengo tanto tiempo pero así me relajo de todo lo demás~~
 
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Kurai18
view post Posted on 21/5/2008, 04:25




CAPÍTULO II

Abrió los ojos lentamente dejando ver las rojas pupilas, la mirada somnolienta se deslizó hasta encontrarse con el apuesto rostro, ella estaba aferrada a su costado, abrazándolo de forma posesiva. Descansando su cabeza en el amplio pecho, él estaba profundamente dormido, demasiado trabajo lo había agotado, teniendo tantas cosas que hacer antes de marcharse.

El sol estaba por salir, ella no apartó la mirada, nunca había pasado tanto tiempo junto a él, y aún así lo conocía demasiado bien, tan serio y silencioso. De mirada atemorizante y voz aterradora, siempre alejando a los demás, alzando muros invisibles que mantenían alejados a todos, menos a ella. Los había franqueado, atravesado y llegado hasta él, colgándose a su cuello y jurando no apartarse de nuevo, amigos, amantes y confidentes ocasionales.

Él abrió los ojos y se incorporó con lentitud, sus ojos escrutaron el lugar, observaron a su amante que le sonreía con picardía.

-Tengo cosas que hacer, puedes seguir durmiendo si lo deseas.- anunció mientras se deslizaba por la enorme cama hasta el borde.

No hubo más charla que esa, él se alistó para salir y abandonó el lugar. Ella permaneció en la cama descansando, no le apetecía levantarse, en realidad le habría gustado permanecer en la cama junto con él. Pero la mirada determinante en su rostro al salir no dejaba margen a objeciones.

Los días pasaron con rapidez, Azazel metido en asuntos secretos que no discutía con Iseth. Mientras ella se mantenía aburrida, investigando todo lo referente a la casa, no encontró mucho, ni fotografías, ni recuerdos. Parecía que no hubiera tenido una infancia o un pasado, él no hablaba sobre su pasado y ella prefería no presionar en ese tema.

Era la última noche que pasaría ahí, al día siguiente tenía que regresar a la mansión de la ira, tenía todo preparado para partir a primera hora, pese a la disconformidad de ella que le reclamaba la poca atención prestada. Él simplemente la escuchaba sin objetar nada, al final era ella quien se daba por vencida, pues él lograba ser desesperante.

Los tenues rayos del sol eran detenidos por gruesas cortinas, impidiéndoles el paso. Iseth despertó lentamente, una mano se estiró a lo largo de la cama buscando el cuerpo de su amante, pero sólo encontró las sabanas frías. Se había ido, ahogó un juramento, no había tenido la delicadeza de despedirse.

-¡Eres tan exasperante!- gritó como si él pudiera escucharla, se incorporó con lentitud, envolvió su cuerpo desnudo con una de las rojas sabanas. Se levantó de la cama y anduvo por el lugar en busca de alguna nota o alguna señal de que Azazel se había acordado de ella antes de marcharse, no encontró nada, simplemente se había marchado.

Lanzó un suspiro, tenía que aceptarlo, él era un frió bloque de hielo mientras no estuviera en la cama. Una sonrisa adornó sus labios al recordar la noche anterior. Fue entonces que notó el colgante en su cuello, una delgada cadena de plata de la que pendía una joya roja tan oscura como la sangre, la tomó entre sus dedos con delicadeza, sus ojos se abrieron sorprendidos, estuvo a punto de dejar caer la sabana.

Aquella joya era un regalo especial del duque Belfegor a los demonios más destacados de su mansión. Según había dicho Azazel sólo él y otros dos demonios la habían recibido, servia como protección adicional, y dependiendo del portador incrementaba las habilidades mágicas. Aquella joya contenía varias gotas de la poderosa sangre del duque de la ira, era un objeto inapreciable y él se lo había dado. Se sentó en la cama aún sujetando el precioso objeto, tal vez él no expresara sentimientos con palabras pero aquella acción la había impactado, se sintió valorada y querida, algo a lo que no estaba muy acostumbrada.

-Estúpido.- murmuró mientras sus ojos se cristalizaban.

Azazel llegó a la mansión de la ira, tenía que reportarse con el duque a su llegada, así que no perdió tiempo, atravesó los patios de entrenamiento, donde los demonios sostenían fieras y encarnizadas batallas. Él no les dedicó ni una simple mirada, siguió su camino hasta llegar a la entrada principal.

Los demonios evitaban toparse de frente con él, abriendo una brecha a su paso, apartándose para no cruzarse en su camino, exudaba respeto y hasta cierto punto temor. Llegó hasta el despecho de Belfegor y tocó la puerta antes de entrar.

-Adelante.- el duque de la ira estaba sentado tras el amplio escritorio negro ricamente labrado. Sus ojos amarillos escrutaron al recién llegado, el largo cabello negro caía suelto por los amplios hombros, una figura imponente y autoritaria, el duque más temido del infierno.

Azazel entró en el lugar e hizo una respetuosa reverencia. Tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio tal como el duque le indicó con un gesto.

-¿Dónde esta tu colgante?- preguntó directamente, aquel objeto había sido un obsequio especial y esperaba que se valorara como tal, y no se dejara descuidadamente en algún rincón. Su tono era severo, capaz de enfriar la sangre de muchos, pero el lunatian permanecía imperturbable.

-Se lo ofrecí a mi compañera.- fue su respuesta, si Belfegor no hubiese tenido tanto autocontrol, habría boqueado o al menos alzado una ceja ante tal sorpresa. Pero permaneció serio, evaluando al demonio frente a él, se había ausentado dos semanas y había regresado con una compañera, lo que significaba un gran compromiso debido a la raza a la que pertenecía.

-Ya veo, ¿y es ella digna de portarlo?

-Se lo aseguró, es una demonio sobresaliente.- pareció vacilar un instante, aspiró con fuerza. No importaba que no demostrara sentimiento alguno, la presencia del duque de la ira era aterradora y perturbante.- de ella deseo hablarle después de ponerme al corriente con mis obligaciones.

-No tienes obligaciones por el momento, has llegado con un día de anticipación y los nuevos grupos aún están formándose, ¿has pensado en formar parte de los recolectores?- el duque le había hecho la propuesta antes de marcharse, no era la primera vez, pues el lunatian era un demonio destacable con el poder suficiente para trasladarse entre el infierno y el mundo humano para recolectar las almas de los humanos consumidos en algún pecado. En este caso la ira, pero había rechazado el cargo varias veces, parecía no estar interesado.

-Lo he hecho, y esta vez mi respuesta es afirmativa, deseo unirme a los recolectores.-el duque casi sonrió, le complacería tenerlo entre las filas de recolectores, sería muy provechoso, clavó la mirada en el lunatian.

-¿Qué es lo que quieres discutir acerca de tu compañera?

-Deseo hacerle una petición, ella tiene un don natural para el control de las bestias infernales, y ahora que es parcialmente libre de tomar decisiones, desearía que se integrara en la mansión de los celos.- volvió a dudar, la mansión de los celos liderada por Asmodeo, era una especie de centro de bestias infernales. Pues el duque era un experto en el manejo y control de todos los seres vivientes del infierno, pero ingresar era tan o más complicado que ingresar a la mansión de la ira.- si usted pudiera hacer una recomendación, tal vez se le tomaría en cuenta.

Belfegor estudió al demonio frente a él, pidiendo favores, nunca lo había hecho. De hecho nunca había manifestado interés alguno en ningún demonio, aquello era intrigante, su compañera tendría que ser tan buena como él la describía, y aún así tendría dificultades si intentaba ingresar en la mansión de Asmodeo. La raza lunatian en medio de su renacimiento estaba bastante limitada, sobre todo con las hembras, pues se les tenía bajo control paterno hasta hallar un compañero, entonces el control pasaba al compañero, y normalmente no se les permitía dejar el hogar. Siendo así, las exigencias eran demasiadas para cuidar la seguridad física.

El duque de los celos, era descuidado y dado la naturaleza de su especialidad, casi había prohibido el ingreso de hembras lunatians en su mansión. Pues le parecían ridículas las exigencias de los compañeros para mantenerlas a salvo de cualquier peligro. Ciertamente sin una recomendación Asmodeo simplemente la rechazaría, y resultaba que ambos duques eran íntimos amigos pese a la diferencia de personalidades.

-Las festividades están cerca, tráela y evaluare sus habilidades, si es tan buena como dices que es, entonces tomare en cuenta tu petición, ahora puedes retirarte.

-Se lo agradezco.- Azazel se puso de pie y salió del lugar, había pensado en aquello durante mucho tiempo, sabia que Iseth poseía unas habilidades únicas, que se desperdiciaban por las limitantes de su raza, había preferido no mencionar nada para no ilusionarla, pero estaba seguro que si se le daba la oportunidad la aceptarían. Se había jugado mucho con aquella atrevida petición, pero al parecer todo había salido bien, tener una compañera ya comenzaba a darle dolores de cabeza.

El tiempo pareció volar, el lunatian se unió a los recolectores de almas, era un arduo trabajo pues se necesitaba de una gran cantidad de energía para viajar entre ambos mundos, pero su desempeño era impecable.

Las festividades estaban por comenzar, serían celebradas por varios días en el país de la ira, pero sólo habría una gran fiesta en la mansión, pues Belfegor odiaba ese tipo de encuentros. Pero los seis duques restantes lo habían acorralado, y de alguna manera que aún no terminaba de entender, había accedido a dar una gran fiesta en su mansión, el motivo: su cumpleaños, pero para alguien que era inmortal y llevaba viviendo más vidas de las que podía contar, aquello no era un hecho relevante.

Todos los habitantes de la mansión tenían pase libre para invitar a quien desearan, no excediendo de dos demonios por habitante, de lo contrario sería una marea de demonios incontenible. Todos estaban ansiosos y excitados, pues era la primera vez en milenios que las puertas de la mansión se abrirían a desconocidos, hecho que no tenía nada contento al duque.

Azazel había mandado un escueto mensaje a Iseth avisándole que se alistara, pues iría por ella, la joven lunatian lanzó un par de maldiciones. A veces la frialdad de su compañero la desesperaba, pero pronto recobró el buen ánimo, podría visitar la mansión de la ira, una oportunidad única. Se alistó y esperó paciente.

-¿Estás lista?- preguntó una voz a sus espaldas, ella giró lentamente dispuesta a responderle de manera poco amable debido a sus modales, pero se quedó en silenció cuando lo vio frente a ella. Alto, apuesto, con el semblante serio, y ataviado con el uniforme de los recolectores. Tuvo que parpadear un par de veces para corroborar que lo que veía no era una ilusión.

-¡Eres un recolector!

-Que observadora, si no te importa deseo estar de regreso antes de que el día acabe así que apresúrate.

-¡Podrías habérmelo dicho!

-No tengo tiempo para una escena, alístate, en el camino hablaremos.- ofreció antes de que Iseth comenzara una rabieta y atrasara el viaje, ella pareció complacida, tomó sus cosas y avanzó hasta la salida, un enorme y poderoso dragón rojo esperaba impaciente.

-¡Hola hermoso!- saludó mientras se acercaba amistosamente a la gran bestia, quien la miró receloso por un momento. Ella acarició la piel escamosa, y dio una palmadita.

Azazel no dijo nada, la tomó del brazo sin contemplaciones y la obligó a subir, no tenía tiempo para que ella desplegara su encanto y socializara con el dragón. Tomó las riendas y emprendieron el viaje a toda velocidad, pese a que la gran fiesta era el día siguiente, él prefería tener las cosas planeadas y en perfecto control.

-Recuerdo que mencionaste el hecho de que hablaríamos en el viaje, y sigues en silencio con esa mirada aterradora, comienzo a impacientarme.- se quejó, pues llevaban casi la mitad del recorrido y él parecía haber perdido el don del habla, pues mantenían un silencio sepulcral.

-No hay mucho que decir, acepte formar parte de las filas de los recolectores a mi regreso, eso es todo.

-Podrías habérmelo dicho.

-No sabía que debía informarte de cada una de mis decisiones.

-Eres insoportable.- entrecerró los ojos, los finos dedos rozaron delicadamente la escamosa piel de la bestia y una sonrisa perversa cruzó sus labios. Se sujetó con firmeza a la montura justo en el momento en el que el enorme dragón hacía una pirueta en el aire. Aquello tomó por sorpresa a Azazel que casi cayó al vació, pero sus rápidos reflejos lo salvaron y se aferró con fuerza a la montura.

Los ojos amarillos refulgieron peligrosamente, giró su rostro y encontró a una Iseth sonriente. La fulminó con la mirada
-Vuelve a hacer una tontería así, y te abandonare en medio del desierto.- amenazó con voz filosa y mortal, ella pareció no notarlo pues su sonrisa se ensanchó.

-Lo merecías.- fue su respuesta, el resto del viaje lo pasaron en silencio, sobrevolaron desiertos y espesos bosques. La ciudad principal que rodeaba a la mansión se fue vislumbrando en la oscuridad, luces de colores, gritos de festejo y fuegos artificiales. Todo un espectáculo para la vista aérea que tenían.

Aterrizaron en uno de los grandes campos de entrenamiento vació en ese momento, se podían admirar cantidad incontable de dragones, pertenecientes a los demonios visitantes. Los ojos de Iseth brillaron de entusiasmo.

Azazel, bajó primero para ayudarla a bajar pero ella lo ignoró bajando por su cuenta, dirigiéndose directamente a un montón de dragones que descansaban pacíficamente. Él la detuvo, sujetando con firmeza su antebrazo.

-Suelta.- se quejó forcejeando, pero él no cedió.

-No puedes husmear por ahí, está prohibido.

-¿Según quien?

-Según yo.- ella lanzó un bufido de indignación, alzó la barbilla con altivez y lo retó con la mirada.

-Estás orillándome a usar la violencia.

-¿Tendré que recordarte el acuerdo?, hasta que no cumplas con tu parte, deberás comportarte como una compañera sumisa y acatar mis ordenes, ¿o es que tu palabra no es válida?

-En este momento me encantaría arrancarte tu orgullosa cabeza.- siseó, estaba conciente del acuerdo y de que ella no había cumplido su parte. Era capaz de hacerlo, de tomar el control de las grandes bestias, pero lo difícil era hallar a las indicadas, pues los dragones eran escurridizos y hostiles en su estado salvaje. Había planeado un viaje a una zona desértica donde era probable que los encontrara, pero necesitaba una planificación meticulosa pues ese lugar era terriblemente mortal.- me comportare, como una compañera sumisa.- dijo cada palabra con acidez, mientras se sacudía las ropas.

Él tomó el equipaje y le ofreció su brazo, ella tenía el ceño ensombrecido. Pero una sonrisa cruzó sus labios, tomó el brazo que se le ofrecía y comenzaron a andar hasta la entrada, fue entonces que ella posó su atención sobre el lugar, enorme e imponente, de piedra negra, se decía que el lugar completo estaba fortificado con la ancestral y poderosa sangre de Lucifer, volviéndolo una fortaleza indestructible.

Era una estructura oscura y terrorífica, adornada con gárgolas que parecían vigilarlo todo. Se extendía a lo largo de ambos lados dándole una forma de U. Iseth trastrabilló cuando su compañero tiró de ella, se había quedado embobada admirando el imponente edificio, un gruñido salió de sus labios, él no prestó atención y siguieron su camino. Si el exterior era imponente el interior había dejado sin palabras a la joven lunatian. Los lustrosos pisos eran rojos; dando la apariencia de un enorme lago de sangre; las columnas negras parecían flotar; los cuadros en las paredes mostraban exquisitas pinturas; las lámparas de techo eran de oro con adornos en diamantes; todo era majestuoso e impresionante; un nuevo jalón por parte de él la sacó se su ensimismamiento y a regañadientes siguió avanzando.

Finalmente llegaron hasta la zona de habitaciones, la de Azazel estaba al fondo, era la última, abrió la puerta luego de deshacer los hechizos de protección, que negaban la entrada a alguien que no fuera el dueño.

El lugar era oscuro y sombrío, había una sola cama individual, un escritorio con su silla y el armario. Ni tapiz, ni alfombra, ni cuadros, absolutamente nada más. Iseth entró y lanzó un bufido.

-He visto cuevas de dragones mejor decoradas.

-No recuerdo haber pedido tu opinión.

-Desearía estar de regreso en casa.

-No, en realidad no deseas eso.- fue una afirmación, las pupilas se habían afilado y el amarillo refulgía con intensidad.- no salgas de aquí, no le abras a nadie.- fue una orden firme mientras la miraba fijamente con aquellos ojos afilados y misteriosos.

-De acuerdo...- contestó en un susurro a penas perceptible, había visto aquella mirada pocas veces, Azazel poseía poderes empáticos y en ocasiones tenía visiones de un futuro cercano, ella no lo había sabido hasta tiempo después de entablar amistad con él.

Con espíritu rebelde y libre, ella gozaba en su infancia yendo a lugares peligrosos, en una ocasión él la previno, y tenía aquella mirada. Ella lo ignoró y como recompensa terminó con un par de huesos rotos y muchas magulladuras. Desde entonces jamás lo contrariaba cuando tenía aquella mirada afilada. Sus poderes eran un secreto, ella no preguntaba y él no hablaba de ellos, era en lo único en que no lo asediaba, pues si poseía aquellos maravillosos poderes y los mantenía en secreto, debía tener una buena razón.

Azazel salió dejándola sola, ella permaneció quieta durante un momento. Sus ojos parecían perdidos en la nada, preocupación dibujada en ellos. Intentó alejar pensamientos negativos sobre lo que su compañero había visto y comenzó a inspeccionar el lugar.

Buscó su equipaje, sacó una pequeña pintura, un dragón rojo imponente, con montañas de fondo y el cielo ensangrentado, ella lo había hecho especialmente para dárselo, aunque no lo admitiría. Se había hecho una idea del lugar en que habitaba él, y la realidad había sido exactamente como en su cabeza: oscuro y sombrío.

Colgó el cuadro en la cabecera de la cama y puso una foto suya en el escritorio, una vez satisfecha se dejó caer en la cama, envolviéndose en las sabanas negras, más de una vez llamaron a la puerta. Ella no contestó siquiera, esperó la noche entera y su compañero no regresaba, el sueño finalmente la venció.

La puerta se abrió y él apareció, las ropas llenas de polvo y la apariencia cansada, Iseth se incorporó y le rodeo el cuello con ambas manos.

-Me alegra verte.- murmuró con voz somnolienta, como contestación él le rodeó la cintura y la besó, no dio explicaciones y ella no las pidió.

La noche llegó, él estaba elegantemente vestido con un traje negro, esperando con impaciencia a que su compañera terminara de arreglarse, ella vestía un hermoso vestido escarlata, que hacia resaltar sus maravillosos ojos. Llevaba el collar que le había dado antes de partir, y unos pendientes en forma de aro haciendo juego. Dejó el cabello suelto a excepción de un broche de rubíes resaltando entre las níveas hebras.

La fiesta era animada, comida, bebida y montones de almas humanas, torturas, espectáculos, y conversaciones banales. El lunatian mantenía a su compañera a su lado, evitando que anduviera curioseando. Aunque eso era solamente uno de los motivos, el otro era que no importara donde estuviera, seguían siendo lunatians, y la convivencia con el resto de los demonios podía volverse pesada.

Iseth aprovechó un descuido y se escabulló del lugar. Estaba acostumbrada a las fiestas pero nunca había visto tantos demonios juntos, además ella y Azazel parecían el centro de atención. Pues ninguna otra pareja lunatian se hallaba en el lugar, odiaba que las miradas se posaran sobre ella seguidos de comentarios poco amables, podía lidiar con un par de demonios, pero no con cientos de ellos.

Llegó hasta el patio donde habían aterrizado, estar entre dragones la relajaba. Todos parecían sumisos, algunos lucían maltratados, y otros demasiado cansados, ninguno parecía dispuesto a prestarle atención, así que siguió merodeando en los alrededores.

Una cueva se cruzó en su camino, podía sentir la presencia de un dragón en el interior. Se aventuró en medio de la oscuridad, sus ojos se adaptaron con facilidad, una de las ventajas de ser una lunatian es que su visión nocturna era mejor que la del resto de los demonios. Avanzó con cuidado, perdió la noción del tiempo adentrándose en la oscura cueva, hasta que se topó de frente con un dragón negro.

-¡Por Lucifer!- exclamó mientras los observaba, era enorme, y elegante, cuando abrió los ojos dejó ver un par de pupilas rojas, que la comenzaron a mirar de forma amenazante. Abrió el gran hocico dejando ver hileras de blancos y afilados dientes, enseguida dejó escapar una llamarada de fuego rojo. Aquello tomó por sorpresa a Iseth que a penas pudo evitar el ataque, estampándose con la pared, rasgando su vestido.

Recuperó el control de su cuerpo, y comenzó a acercarse con cautela, evitando las llamaradas del dragón que no se había molestado en incorporarse.

-Calma hermoso, sólo quiero tocar tu preciosa y escamosa piel.- dijo con una sonrisa pese a los frecuentes ataques. Cuando estuvo a pocos metros comenzó a entonar una canción, no tenía letra, sólo eran sonidos destinados a calmar a la enorme bestia, pero sonaba hermosa. Las rojas pupilas de la fiera la miraron con curiosidad, y parecieron permitirle acercarse, pues dejó de lanzar llamaradas.

Se acercó con cuidado, pues aunque el dragón parecía haberle permitido el paso la seguía vigilando, la cola terminada en punta se movía en una danza rítmica. Ella se acercó con cuidado, rozando a penas la piel escamosa, la bestia inclinaba la cabeza estudiándola, se acercó y comenzó a olisquearla, empujando con su enorme hocico la frágil figura.

-No eres tan rudo como aparentas.- murmuró mientras acariciaba con cuidado la enorme cabeza. No se atrevió a montarlo, pues estaba segura que tenía un dueño y eso sería un atrevimiento. Sin embargo siguió con las suaves caricias, y revisó cada aspecto de la bestia.

-¿Fuego?, no es un nombre muy original.- enarcó una nívea ceja y una sonrisa burlona apareció en sus labios, aquel gesto pareció molestar a la bestia pues lanzó un resoplido de enfado.- de acuerdo, no criticare.

El ruido de pequeñas rocas desprendiéndose de las paredes la alertó. Comenzó a buscar entre la oscuridad pero no encontró nada. Sin embargo notó que había estado demasiado tiempo fuera, Azazel estaría furioso.

-Lo siento hermoso, pero tengo que marcharme o mi compañero comenzara a lanzar fuego por la boca.- volvió a acariciar el hocico de Fuego y comenzó a alejarse.- fue un placer haberte conocido.- hizo una reverencia y se marchó.

-Impresionante.- murmuró una voz brotando de la oscuridad, el dragón lanzó una llamarada iluminando la oscura cueva, la alta y esbelta figura avanzó hasta él, dio una caricia en su costado. Los ojos de Fuego brillaron con intensidad.- eso o pierdes tu toque, mi querido amigo.- como respuesta el dragón volvió a lanzar una llamarada esta vez de mayor intensidad.

Azazel estaba furioso, había perdido de vista a Iseth por una fracción de segundo y esta había desaparecido. La buscó entre los dragones pero no la halló, estuvo siguiendo su rastro hasta la cueva donde el dragón del duque Belfegor descansaba. La bestia era hostil y solía atacar a aquellos que se atrevían a acercarse demasiado, confiaba en las habilidades de su compañera, pero si el dragón lanzaba un ataque peligroso antes de que ella desplegara sus encantos podía ser mortal.

En el momento en que estaba por entrar en la cueva en busca de Iseth, ella salía del lugar, despeinada y con el vestido rasgado, dejando rasguños en la blanca piel. Los ojos de él brillaron peligrosamente.

-Ahórrate el sermón, ya sé lo que dirás.- alzó una mano para evitar que el demonio iniciara con un sermón y comenzó a caminar.

-Ven aquí.- su tono era terciopelo negro, la sujetó por el antebrazo y la obligó a volver. Comenzó a examinarla, los largos dedos se deslizaron por el costado, los rasguños hechos por la pared iban desde la cintura a la cadera, dejando pequeños cortes sangrantes.

-¡Eso duele!- frunció el entrecejo molesta.

-Guarda silencio.- advirtió, ella guardó silencio no por que se lo hubiera ordenado, si no por que en ese preciso momento Belfegor salía de la cueva, Azazel giró cuando sintió la poderosa presencia.

El duque de la ira salió de la oscura cueva y se dirigió hasta donde se encontraba la pareja, se detuvo a un par de pasos y examinó a ambos, Iseth tembló ligeramente ante el examen visual. Belfegor le resultaba aterrador, mientras Azazel permanecía imperturbable.

-Duque.- el lunatian hizo una leve reverencia a modo de saludo, de inmediato su compañera lo imitó pese a que seguía intimidada por la presencia del moreno.

-He tenido oportunidad de observar a tu compañera desplegando un notable encanto con Fuego.- recalcó el nombre y su fría mirada buscó a la joven lunatian quien de inmediato enrojeció hasta la punta de las orejas, ¡había hecho aquel atrevido comentario frente al duque! Con disimulo se deslizó hasta quedar detrás de su compañero, se sentía completamente apenada e intimidada.

-Fue algo impresionante dada la naturaleza agresiva de mi dragón, así que tendrá una recomendación para entrar en la mansión de Asmodeo.- soltó aquello sin más, Iseth boqueó sorprendida, y una de sus manos aferró con fuerza la chaqueta de su compañero.

-Se lo agradezco enormemente, esperó que mi compañera no haya causado molestias.

-No en realidad, ahora tal vez podrías presentarte.-buscó a la aludida con la mirada, ella se asomó tímidamente, alzó la cabeza y avanzó hasta quedar a la altura del lunatian.

-Mi nombre es Iseth, es una gran honor poder conocerle.- hizo una reverencia demostrando respeto, el duque hizo un leve movimiento de cabeza como contestación.

-Es hora de que regrese a la mansión, esperó disfrutes de tu estadía.- dio media vuelta y comenzó a andar hacia la mansión con paso lento, desapareciendo en la oscuridad de la noche.

-Sostenme...- susurró ella, el lunatian no preguntó, la sujetó con firmeza por la cintura justo antes de que sus piernas fallaran y dejaran de sostenerla.

-Desmayarte le dará un toque maestro a tu reciente escena.- comentó el demonio con lo que parecía ser diversión en su voz.

-Déjame meditarlo, creo que lo haré, son demasiadas emociones.

-Jamás olvidare este día, el primero en que te muestras tímida y respetuosa.

-No es gracioso, el duque es... aterrador.

-Regresemos.- desde luego que Belfegor resultaba aterrador, pero no lo aceptaría, prefería seguir disfrutando de la imagen de Iseth mostrándose tímida.

-Un momento, ¿realmente me recomendara para entrar en la mansión de los celos?

-Tú misma lo escuchaste, no puedes dudar de la palabra de un duque.

-¿Por qué haría algo así?

-Yo se lo pedí.

-¿¡Qué tú qué!?- sus ojos se abrieron sorprendidos.

-Escuchaste perfectamente, no me hagas repetirlo.

-¿Y por que harías eso?

-Tienes talento, debajo de todo ese cabello y toda tu insolencia, se oculta un gran talento.

-Tomare eso como un cumplido, a tu manera.- se abrazó a él y lo miró fijamente.- gracias.

-Agradece comportándote como una compañera obediente por una vez.

Volvieron a la fiesta luego de que Iseth se las ingeniara para mantener ocultos los arañazos en el vestido, frunciendo la tela y sujetándola con un broche. Escondiendo las aberturas entre los pliegues, todo transcurrió con normalidad, pero ella seguía sintiendo las miradas sobre ellos y no le agradaba.

Azazel estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, las había sentido desde el primer día en que llegó a la mansión. Lo miraban interrogante, con odio, asco, desprecio, como si fuese una horrenda criatura. Los ignoraba y si alguien era demasiado insistente, terminaba intimidado por su fría mirada o en caso extremo retado a un duelo a muerte, una de las razones por las que se había hecho respetar.

La joven lunatian tenía un brazo entrelazado con el de su compañero, una sonrisa en los rojos labios y los ojos lanzando destellos, reflejando las luces del lugar. Seguía sintiéndose incomoda, ahora sabía como se sentía su compañero entre las multitudes. Aunque esto no sobrepasaba con creces a la ceremonia donde había unido sus vidas, decidió que no daría muestras de incomodidad, si él podía soportar todo aquello, ella también.

Un grupo de demonios se acercó a ellos, parecían ser habitantes del lugar. Uno de ellos llevaba un collar igual al de Iseth, este la vio de arriba a bajo sin disimulo, como evaluándola. Los demás lo imitaron, la lunatian se sintió alterada, su cuerpo se estremeció de furia.

-¡Vaya acompañante más encantadora!- exclamó uno de los demonios, con una sonrisa poco creíble.

Azazel sintió el estremecimiento en ella, y no dejó pasar las miradas lujuriosas de los demonios frente a ellos. Su brazo se soltó del agarre de su compañera, que se sintió abandonada por un momento, pero eso cambió rápidamente, él deslizó la mano por su cintura, rodeándola, su manó se posó en su cadera de forma posesiva.

-Desde luego es encantadora, es mi compañera.- hizo la declaración para dejar claro que cualquier intento de incomodarla que fuera más allá de las miradas les costaría caro. Los demonios se sorprendieron, pues nunca habían imaginado a un demonio como Azazel hacer aquel despliegue de propiedad con una demonio y mucho menos que él tuviera una compañera.

Pese a todo los demonios no se fueron se mantuvieron ahí, con una charla banal. Azazel contestaba escuetamente y daba su opinión sobre algo si era importante, Iseth permanecía callada, comenzaba a enfurecerse y a aburrirse a muerte. Estaba acostumbrada a las grandes fiestas que celebraba su raza, divirtiéndose y disfrutando de los excesos, pero en este lugar parecía no ser posible. Demasiado odio y desprecio se respiraba a su alrededor, convivir con demonios de razas diferentes era agotador.

Cuando los demonios finalmente se fueron a incordiar a alguien más, la lunatian se recargó contra el hombro de su compañero y lanzó un suspiro.

-Quiero irme.- murmuró en un tono tan bajo que sólo él la escuchó.

-No podemos.- fue su respuesta, la fría mirada se posó sobre ella, había determinación en los ojos amarillos, una advertencia silenciosa. No debía dejar que el resto de los demonios la afectaran, debía comportarse como lo que era: una poderosa lunatian de raza pura, una domadora de dragones.

Ella sintió aquella mirada, cerró los ojos un momento, compuso su postura y levantó la barbilla orgullosamente. Los ojos rojos brillaron peligrosamente, había entendido el significado de aquella fría mirada, no había necesidad de palabras, no después de tanto tiempo de convivencia.

La noche pareció eterna, la fiesta se alargó hasta altas horas de la madrugada, y sólo acabó por que el duque parecía más irritable de lo normal. Y su fría mirada era una clara advertencia, tenían que retirarse pronto o los acabaría destazando. Uno a uno los demonios abandonaron el gran salón para dirigirse a sus habitaciones, pues sólo tenían algunas horas antes de que la mansión volviera a cerrarse y quedaran sólo los habitantes.

-Estoy cansada, ¿cómo puedes soportarlo?- preguntó la joven mientras se dejaba caer en la cama, habían llegado a la habitación y al fin podía fruncir el entrecejo y demostrar toda la furia contenida.

-Los ignoró.

-No puedo, son tan atrevidos, nos miraban como si fuésemos la atracción principal. Odio desprecio, asco, puedo leerlo en sus miradas y no hacen nada para ocultarlo.

-No dejes que te afecte.

-¡Han pasado milenios desde que nuestra raza fue perdonada, y la maldición se rompió, y nos siguen viendo como un montón de traidores, despreciables, inferiores y asquerosos!- sus ojos lanzaban destellos, estaba verdaderamente enfadada y alterada.

Azazel vio su turbación, nunca la había visto tan enfadada. Pero claro, ella no había estado expuesta al resto del infierno, se le había mantenido en los límites de su raza, con poco contacto con otras especies. Él estaba acostumbrado, pero ella no.

-No grites.

-¡Los odio, a todos y cada uno de ellos, desearía poderles cortar la cabeza y dejar que sus cuerpos se pudran!-sus manos habían formado puños y sus nudillos comenzaban a verse blancos por las fuerza ejercida, las uñas se enterraban en la piel de las palmas, haciéndolas sangrar.

-Cálmate.-murmuró Azazel mientras se acercaba a ella y sujetaba sus muñecas obligándola a abrir sus manos.-si dejas que te afecten habrán logrado su objetivo, eres más lista que eso.

-Supongo que tienes razón.-murmuró aunque no estaba del todo convencida.

-Cámbiate, daremos un paseo.

-Pensé que estaba prohibido husmear por ahí.- él la miró fijamente y sus ojos amarillos brillaron, ella alzó las manos en señal de rendición y buscó ropas para cambiarse.

Un par de pantalones de piel negros y un top del mismo color. Estaba por colocarse la chaqueta cuando Azazel quien se había quitado la ropa formal por el uniforme de la mansión, que consistía en pantalones de corte militar y una camisa de mangas cortas ambas prendas de color negro, y unas botas con cordones al frente, la detuvo y observó los rasguños en su costado, había creído que ella los había atendido cuando arregló el vestido pero no fue así, su ceño se oscureció.

La tomó del brazo y la obligó a sentarse, de la mesa al lado de la cama sacó un par de frascos.

-No es necesario...- comenzó a hablar pero la mirada oscurecida y la mano alzada de él la hicieron callar. Limpió la herida, provocando muecas de disgusto en la cara de la lunatian, puso un parche en los cortes, limpió también las heridas de las manos y guardó los frascos.

-Eres un salvaje.- murmuró mientras se ponía la chaqueta ocultando la herida.

-Mantente en silencio, comienzas a ser molesta.

Salieron de la habitación y deambularon por la gran mansión, admirando la arquitectura del lugar, paseando por los patios de entrenamientos, viendo los alrededores. El lugar estaba casi vació, pues pocos se atrevían a salir a esas horas después de que Belfegor casi los destazara a todos.

Finalmente el recorrido terminó, volvieron a la habitación. Azazel se atavió con el uniforme de los recolectores. Iseth tomó sus pertenencias y salieron del lugar. El mismo dragón que los había llevado esperaba por ellos, el viaje fue silencioso, pues la lunatian estaba exhausta. Se había quedado dormida, recargada en el amplio pecho de su compañero, con los brazos rodeándole la cintura. Mientras que él la aferraba con fuerza con un brazo para mantenerla segura.

La enorme bestia aterrizó frente a la pequeña casa, el lunatian descendió con su compañera en brazos, quien se aferró a su cuello, hundiendo el rostro en el pecho. Él hizo una seña con la cabeza a un sirviente que se acercaba y se hizo cargo de la bestia.

Dejó a su compañera en el amplio lecho, ella se acurrucó entre las rojas sabanas, estaba agotada.
Él le dedicó una última mirada y salió de la habitación, atravesó la casa y salió de ahí. Estando fuera trazó en el suelo un círculo mágico lleno de símbolos, una de sus uñas se convirtió en una filosa garra, que deslizó con lentitud por la blanca muñeca, dejando que el rojo liquido cayera en el centro del círculo, este comenzó a brillar. El lunatian recitó un par de palabras en voz baja, el círculo se convirtió en un portal que conectaba al infierno con el mundo humano. El demonio lo atravesó, los festejos habían terminado y el trabajo lo llamaba, era hora de comenzar a recolectar almas.

Belfegor estaba de mal humor, algo no muy raro en él, después de todo era el duque de la ira. Se encontraba en su estudio, golpeteando los dedos en el escritorio, clara señal de que comenzaba a perder la paciencia, y el causante de ello era su hermano menor. Belcebú, duque de la gula, ambos duques eran tan diferentes como el día y la noche, el duque de la ira con su largo cabello negro, alto, esbelto y con una fría mirada en aquel par de ojos amarillos. Mientras que su hermano era pelirrojo, los mechones disparejos eran cortos, era de estatura más baja y de complexión más robusta, sus ojos eran alegres y traviesos, siendo aquel par de ojos ambarinos su única similitud.

-Aterrorizaste a todos los invitados, deberías controlar tu carácter, tendrías que haber disfrutado del festejo, te hace falta un poco de alegría en tu aburrida existencia.- Belcebú sonreía abiertamente, estaba cómodamente instalado en el asiento frente a Belfegor, con las manos en la nuca y los pies sobre el escritorio.

-Baja los malditos pies de una vez- murmuró el moreno fulminando a su hermano con la mirada, el aludido pareció no notarlo, pues seguía parloteando sobre la gran fiesta en la mansión sin el menor indicio de moverse de su cómoda postura. El mayor soltó lo que pareció un gruñido de advertencia, mientras el pelirrojo seguía charlando animadamente.

Una daga se clavó en la pesada puerta de la entrada. El duque de la gula había esquivado el arma inclinando la cabeza hacia un lado, la sonrisa no había desaparecido de su rostro, y tampoco había cesado con su animada charla. Los ojos del moreno destilaban furia, se puso de pie violentamente. Ante esta acción Belcebú apartó los pies y se preparó para un nuevo ataque, aquello era lo que había buscado desde su llegada. Parecía ser que su mayor diversión era exasperar a su hermano mayor y terminar envueltos en un intercambio de golpes. Después de todo él se especializaba en la lucha cuerpo a cuerpo. Y no había nadie que durara en una pelea contra él, con excepción de los duques y ninguno estaba dispuesto a hacerlo. El único que lo complacía era Belfegor, y sólo para poder desquitarse luego de tener que soportarlo.

Ambos estaban a punto de comenzar una pelea cuando la puerta se abrió sorpresivamente, Asmodeo entró esquivando una bola de fuego, enarcó una ceja y observó a los hermanos.

-Parece que he llegado en mal momento.- dijo mientras veía los destrozos que ya presentaba el lugar, el escritorio estaba partido por la mitad y las sillas tiradas en el suelo, y un sin fin de objetos rotos desperdigados por la habitación.

La repentina aparición del duque de los celos había calmado los ánimos para disgusto de Belcebú, quien se había visto privado de una buena pelea con su hermano. Los tres duques se habían trasladado a una sala privada, pues el estudio de Belfegor estaba en condiciones lamentables.

-Supongo que no tienen nada mejor que hacer que venir a incordiarme.- murmuró el duque de la ira cruzándose de brazos y observando a sus dos visitantes.

-Debes admitir que una fiesta en la mansión de la ira es algo fuera de lo normal, tan inusual que despierta nuestra curiosidad.- comentó el duque de los celos con media sonrisa dibujada en el rostro. Su cabello negro rozaba sus hombros, en ese momento lo llevaba pulcramente atado en la nuca, sus ojos eran negros asimilando a un par de oscuras piedras preciosas.

-Algo que no se volverá a repetir.- sentenció el anfitrión, con una mirada de advertencia, no quería recordar las tretas sucias con las que lo había convencido. Los seis duques lo habían arrinconado, pero sobretodo Baal, la duquesa de la lujuria, quien era su pareja, pese haber estado separados por varios siglos. La duquesa poseía una belleza arrebatadora, su cabello era rojo como la sangre y caía en largos rizos hasta su cintura, los ojos eran de un negro profundo, y su figura era envidiable, destacándola de forma impresionante pues su atuendo habitual consistía siempre en lencería únicamente. Ella había sido la que más había presionado y al final él había cedido.

-Mi visita ha perdido su propósito, me marcho- sentenció el pelirrojo poniéndose de pie, no tenía caso permanecer en aquel lugar, con Asmodeo presente era casi imposible sacar de quicio a su hermano, entrecerró los ojos y observó fijamente al duque de los celos. Quien en respuesta de aquella mirada desafiante sonrió con altivez.

El pelirrojo abandonó el lugar dejando a ambos morenos solos en la habitación, Belfegor se masajeaba las sienes intentando calmar el punzante dolor que su hermano había provocado.

-Mi visita frustró la diversión de tu adorado hermano.- murmuró con media sonrisa en los labios.

-Volverá, siempre lo hace.- los ambarinos ojos escrutaron al duque de los celos minuciosamente.- ¿Qué haces tú aquí?

-Quise ver los resultados de la gran celebración, de paso podría enterarme de a cuantos demonios asesinaste.- contestó ensanchando su sonrisa.

-Tengo un asunto que tratar contigo, me has ahorrado el viaje.- su voz adquirió un tono neutro, desviaba el tema central de la conversación pues no quería recordar la “gran celebración”.

-¿Qué asunto te haría viajar hasta mi mansión?- preguntó con interés, pues el duque de la ira rara vez lo visitaba, normalmente era él quien hacía las visitas.

-Deseo recomendar a una demonio domadora de dragones para que ingrese en tu mansión.

-¿Cuál es la trampa detrás de esto?- preguntó entrecerrando los ojos. Belfegor normalmente no se tomaba las molestias de hacer recomendaciones. Además si la demonio tenía las habilidades suficientes para despertar el interés del duque de la ira, no necesitaría una recomendación para entrar en la mansión de los celos, así que estaba seguro de que había algo oculto.

-Es una lunatian.

-¡Ni hablar!- se negó con efusividad mientras se cruzaba de brazos, no pensaba aceptar a una lunatian en su mansión, eran demasiado problemáticas.

-Logró hacer contacto con Fuego.- comentó el duque de la ira, picando la curiosidad de su visitante.

-Ese dragón se está volviendo viejo.- afirmó, aunque ciertamente estaba sorprendido, pocos se atrevían a acercarse al dragón del duque de la ira, y los temerarios que lo hacía terminaban incinerados por las poderosas llamas.- ¿cuál es tu interés en la lunatian?- preguntó directamente.

-Es la compañera de uno de mis subordinados, antes de negarte deberías poner a prueba su talento.

-Está bien.- suspiró resignado, después de todo Belfegor no acostumbraba a pedir favores, más valía que aquella lunatian fuera en verdad tan buena como decía.- la examinare esta semana.

Belfegor asintió levemente, pronto la charla retomó otros rumbos, intercambiando noticias y progresos en sus respectivas mansiones.
 
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Amy_Tomoe
view post Posted on 25/5/2008, 20:34




uuuuhhh va bien, muy bien... ya me enamoré de Azazel!! XDD

¿por qué eres tan buena para crear demonios apetecibles? XDDD está buenísimooooooo

La historia va interesante... síguelaaaa :)

Al fin me dio tiempo de hacer lo que tenía pendiente... pásate por mi galería :GLÑ:

Mi mente perv quiere yaoi JAJAJAJA :_9J:
 
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Kurai18
view post Posted on 25/5/2008, 21:59




Azazel es lof mil xD~~

aunque voy lenta por la uni sigo persistente en el proceso >p< así me deshago del estres~~

:GLÑ: ya me pase por tu galería xD yaoi mode ON? xDDD~~ ù.u lástima que estén en épocas diferentes xD, bueno eso ya se vera luego, lalala~~


puxurros~~ :xed: :besito:

 
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Kurai18
view post Posted on 3/6/2008, 21:56




CAPÍTULO III

Iseth estiraba los brazos desperezándose, el día apenas comenzaba pero tenía pensado salir, sus ojos se abrieron sorprendidos al observar a un gran cuervo negro atravesar la pared de la habitación y volar hasta posarse frente a ella.

La lunatian tomó al ave con una mano e instantáneamente se desvaneció, convirtiéndose en un sobre negro que llevaba el sello del duque de los celos. Sus dedos temblaron mientras recorrían el sobre, con nerviosismo lo abrió, sin poder creerlo aún.

La nota la citaba para esa misma tarde, en la mansión de los celos. Pues había logrado una entrevista con el duque Asmodeo.

Releyó una y otra vez la nota, su sorpresa no disminuía, era más de lo que pudo haber esperado jamás. Después de estar contemplando el pedazo de papel por más tiempo del necesario, finalmente reaccionó, y corrió como loca por su habitación, en busca de las ropas adecuadas para vestir.

Azazel apareció en las afueras de la casa, y de inmediato notó la conmoción que reinaba en el lugar. Lanzó un suspiro casi imperceptible antes de entrar. La servidumbre andaba de un lado a otro, como huyendo de la tirana que reinaba escaleras arriba. El lunatian subió las escaleras, entró al dormitorio y ahogó una exclamación.

El lugar estaba tapizado por prendas de vestir y accesorios varios, y en medio de todo eso estaba Iseth. De rodillas en el suelo, con las manos llenas de ropa. Su aspecto era terriblemente vulnerable, pero aquello no engañó ni por un momento al demonio.

-Levántate, no hay tiempo para tus tonterías.- ordenó.

La joven alzó la mirada, sus ojos se posaron en recién llegado. Arrugó la nariz en un gesto infantil y se levantó. Con pasos rápidos se acercó a su compañero y se aferró a su cuello. Las largas piernas se enroscaron en su cintura.

No hubo necesidad de palabras, estaba asustada, nerviosa y ansiosa. Desde luego eso a él no lo conmovía.

-Déjate ya de tonterías, y alístate saldremos en unos minutos.

-¡Eres un insensible!, ¿no ves lo alterada que estoy?- comenzó a enlistar cada uno de sus malestares en aquel momento. Sin embargo comenzó a cambiarse mientras lo hacía. Por que desde luego no pensaba llegar tarde a la cita, aquello era la oportunidad de su vida.

Terminó ataviada con un conjunto de piel negra, sujetó su largo cabello en una coleta alta. Y antes de que comenzara con una nueva letanía, Azazel la sacó de la habitación. La arrastró escaleras abajo y la subió al dragón que los llevaría hasta el país de los celos.

Extrañamente la joven se mantuvo en silencio durante el viaje. Y es que ya había echo todas las rabietas necesarias para intentar sacar toda su ansiedad. Pero ahora el nerviosismo hacia presa de ella. Aquella cita era una oportunidad única, y tenía que dar lo mejor de si. Así le demostraría al infierno entero que sin importar su raza, ella era una verdadera domadora de dragones.

El demonio, estaba disfrutando del silencioso viaje. Sabía todas las dudas que aquejaban a su compañera. Pero no hacia nada por calmarla, tendría que hacer frente a la situación por su cuenta. Además estaba seguro de sus habilidades, y no dudaba que lograra quedarse en la mansión de los celos.

Llegaron a su destino después de largas horas de viaje. Ambos descendieron de la enorme bestia. Iseth temblaba como una hoja, sus nervios estaban hechos trizas. Y eso era algo que Azazel no había visto. Y definitivamente no le agradó.

-Entraras ahí, te mostraras como una lunatian y como una gran domadora de dragones. Dejaras en alto tu nombre y el de tu familia. No aceptare menos.- todo fue dicho con un tono frío. Y sin embargo aquellas palabras lograron tranquilizarla lo suficiente. Él confiaba en sus habilidades, había intercedido por ella, para conseguirle aquella oportunidad y no lo echaría a perder.

Cerró los ojos un momento y aspiró con fuerza, buscando el autocontrol perdido en algún rincón de su interior. Cuando finalmente abrió los ojos los temblores habían desaparecido. El demonio la miró con aprobación.

-Lo harás bien.- dijo sin más y giró sobre si, tenía que volver a la mansión de la ira.

-¿Te vas?

-Tengo asuntos que atender. Y estoy seguro que podrás volver por tu cuenta.

-Puedo hacerlo.- murmuró con una sonrisita, y comenzó a avanzar. Tenía que hacerlo sola.

Sus sentidos se llenaron con aquel salvaje ambiente. Podía reconocer a infinidad de bestias salvajes. Y aún estaba a cientos de metros de la entrada principal de la mansión. Aquella área permanecía restringida a extraños.

Cuando estuvo frente a la entrada, un par de fornidos guardias le cerraron el paso. La lunatian alzó el mentón y les mostró la nota enviada por el duque. De inmediato los guardias se apartaron. No había avanzado más de dos pasos cuando comenzó a escuchar sus comentarios. No era de extrañar que no la creyeran merecedora de pertenecer a la mansión. Después de todo ninguna lunatian había pisado aquel lugar desde el resurgimiento de su raza. Pero eso cambiaria.

El camino hasta la mansión le pareció eterno. Sentía cientos de ojos observándola, los demonios murmuraban a su paso. No dejó que eso la afectara, cuadró los hombros y alzó el mentón y avanzó con dignidad hasta la enorme puerta doble de madera, decorada con grabados de grifos y dragones.

Al llegar, una demonio la esperaba. La miró de arriba abajo y una mirada desaprobadora se instaló en su rostro. La lunatian no dejó que eso la alterara. Fue escoltada al estudio del duque. Mientras la demonio avisaba de su llegada, Iseth respiró profundamente, preparándose para aquel encuentro.

Entró en la habitación. Un largo escritorio con dos sillas al frente, era todo el mobiliario. Sin contar claro, el asiento que ocupaba el duque tras el escritorio. Asmodeo la esperaba. Sus oscuros ojos la miraban desinteresados. Su cabello tan negro como las alas del cuervo, relucía bajo la luz del lugar. Su ropa era informal. Un chaleco de piel, y unos pantalones haciendo juego. Tenía los pies cruzados sobre la superficie del escritorio, y las manos entrelazadas en la nuca.

-Duque Asmodeo.- saludó haciendo una respetuosa reverencia.

-Siéntate.- ordenó el moreno.

La lunatian obedeció y se sentó en una de las sillas disponibles, mantuvo la cabeza alzada, sin embargo no cruzaba la mirada con el duque.

-¿Donde está tu compañero?

-Ha regresado a la mansión de la ira.

-Extraño para un lunatian dejar a su compañera en un lugar como este, tan llenos de peligros.- dijo sarcástico.

-Mi compañero sabe que soy perfectamente capaz de cuidar de mi misma.
-Estás muy segura de ti misma.

-Me crié rodeada de bestias infernales, y le aseguro que no son estas las que podría lastimarme.- aseguró.

-Desde luego que te criaste rodeada de bestias.- sonrió.

Iseth quedó inmóvil, él no se había referido a las bestias infernales. Había insultado a su raza, y sin embargo no había nada que pudiera hacer. Él era un duque. Asmodeo pensó que provocándola lograría sacarla de quicio y hacerla cometer alguna tontería, y entonces tendría una excusa perfecta para echarla y no quedar mal con Belfegor. Pero al parecer la pequeña lunatian no iba a picar.

-Belfegor me habló de tu encuentro con Fuego. Es impresiónate que hayas logrado salir viva de su cueva. Y sin embargo no me convenceré de tus talentos hasta no verlos por mi mismo. Las palabras sobran si realmente tienes habilidad como domadora de dragones.

-Soy una domadora de dragones.- aseguró orgullosa.

-Eso lo veremos.- contestó con oscura voz, bajó los pies del escritorio y se incorporó, poniéndose de pie.

Un movimiento de su mano y ambos aparecieron fuera de la mansión. Estaban en medio de un bosque devastado, los troncos calcinados formaban un paisaje muerto. Altos riscos se alzaban alrededor, llenos de cuevas. No había duda alguna que ese era el territorio de feroces dragones.

-Vuelve a la mansión.- ordenó y desapareció en una llamarada.

Iseth lo vio desaparecer. La ponía a prueba en medio de territorio hostil. Podía sentir las feroces presencias rodeándola. Si no se andaba con cuidado terminaría convertida en cena de dragón. Sus sentidos se alertaron, escuchando los pesados pasos de las bestias que salían de sus cuevas para ver al intruso.

No se alteró, ella había convivido con infinidad de dragones. Además no importaba que tan feroces fueran esas bestias, estaban acostumbradas a tener presencias demoníacas cerca de ellos.

Iseth se agachó, poniendo una rodilla en el suelo. Sus manos quedaron extendidas al frente, las palmas extendidas formaron un círculo que fue cerrándose hasta dejar ambas muñecas juntas. Un destello y un escudo circular se formó frente a ella, justo a tiempo para detener una destructora llamarada.

El impacto fue tal, que la empujó un par de centímetros hacía atrás. El escudo había desaparecido. Los lunatians no poseían grandes poderes mágicos. Sin embargo ella era capaz de crear un escudo protector, capaz de repeler un ataque. La desventaja es que tenía que esperar varios minutos para volver a usar ese poder.

En un instante estaba rodeada de feroces bestias. Una gama completa de colores, y diseños. Era una manada mixta. Aquello sorprendió a la lunatian, pues los dragones normalmente no convivían con otras especies.

Dando una magnifica muestra de agilidad, fue sorteando cada llamarada. El atacante era un gran dragón rojo. Al parecer era el líder del lugar. Y definitivamente no le gustaba la intrusión de la joven en su territorio.

Necesitaba tener contacto con la bestia, y entonces las cosas cambiarían. Desde luego aquello no era fácil, el resto de los dragones la vigilaban y estaba segura de que en cualquier momento todos se dejarían ir contra ella. Asmodeo la observaba, ocultando su presencia. Debía aceptar que lo llevaba bien, muchos ya habrían encontrado la manera de huir del dragón, pero ella lo estaba enfrentando. Ahora tocaba esperar a ver si realmente podría con el.

Una afilada garra fue directo hacia ella con intención de destrozarla. Un giro hacia atrás fue suficiente para evadir el mortal ataque. Los ojos rojos de la joven brillaban cuales gemas preciosas.

-Eres un niño malo.- murmuró. Como respuesta la enorme bestia lanzó un rugido seguido de una llamarada.

Lo que siguió fue un interminable mar de fuego. Sin embargo Iseth se estaba cercando cada vez más al enorme dragón. Varios pares de ojos la seguían, sin perder detalle de sus movimientos. El dragón era feroz y parecía aumentar la violencia en cada ataque. Iseth no duraría mucho tiempo si seguía con aquel juego. Lo arriesgó todo a un último movimiento. Dio un gran saltó en el aire, terminando con una ágil pirueta, no obstante la bestia azotó salvaje su cola terminada en una afilada punta.

El filo de la punta se enterró en la suave carne, arrancándole un grito de dolor a la lunatian. Su muslo derecho había sido perforado, en un largo y profundo corte. Había logrado moverse para evitar que el corte llegara hasta el hueso, y aún así la herida era grave. La sangre avivó los instintos predadores de los dragones, que soltaron rugidos amenazadores.

Iseth no se detuvo a contemplar la herida. A pesar de todo había logrado llegar al costado del dragón. Su pálida mano tocó la escamosa piel. Los ojos de la bestia brillaron curiosos ante aquel contacto. Giró la enorme cabeza y sus profundos ojos estudiaron a la demonio, quien sostuvo la mirada desafiante.

-Eso ha dolido.- se quejó, prodigando sutiles caricias al animal.

El dragón comenzó a olisquearla, no estaba totalmente convencido. Pero los ataques habían cesado. El resto de los dragones comenzaron a acercarse peligrosos, atraídos por el aroma de la sangre fresca.

-Si te parece bien podrías decirle a tus compañeros que no me devoren. No me apetece convertirme en su cena.- pidió con total calma. Aún sabiendo que si el dragón decidía ignorarla, intentar escapar de todas esas bestias con semejante herida sería un suicidio. La enorme bestia lanzó un rugido y los dragones detuvieron su avance.

-Te lo agradezco.- hizo una leve reverencia.

Asmodeo observó todo aquello. Esa pequeña lunatian había conquistado al dragón con tan sólo un sutil contacto. Debía admitirlo, era una domadora de dragones por naturaleza. Si no fuera por que pertenecía a la raza lunatian, habría vitoreado su triunfo. No le gustaba aquella raza de demonios, y ella no era la excepción. Cuando vio la elegante reverencia que la demonio le brindaba al dragón, tuvo que admitir a regañadientes que tal vez, y sólo tal vez, ella podría agradarle. No se quedó más tiempo en aquel lugar, ya había visto suficiente. Giró sobre si con un elegante movimiento y desapareció en una llamarada.

Iseth se dejó caer en el árido suelo. Observó su pierna, el dolor punzante la estaba matando. Intentó controlar la respiración, estaba perdiendo mucha sangre. Un gruñido salió de sus labios. En respuesta el dragón lanzó un resoplido.

La joven extendió su mano derecha, y esta comenzó a cambiar de forma, los dedos se alargaron y deformaron hasta convertirse en una poderosa garra con afiladas uñas. Desgarró la tela del ajustado pantalón, dejando a la vista el profundo corte. La punta de la cola de aquel dragón poseía un corrosivo que anulaba su capacidad de regeneración.
Aspiró con fuerza, antes de descargar un certero golpe contra si misma. Sus garras desprendieron la tira de piel impregnada con el corrosivo. Gotas de sangre salpicaron el suelo a su alrededor. Su mandíbula se tensó para evitar que un grito desgarrador saliera de ella. Recargó la cabeza contra el costado de la bestia. Se tomó un momento para respirar.

Su mano volvió a tomar su forma original. Terminó de desgarrar el pantalón e improviso un vendaje. Su capacidad de regeneración era rápida, y no tardaría mucho tiempo en recuperarse. Se incorporó. Sus ojos de rubí observaron al dragón, quien a su vez la observaba curioso.

-Me alegro que ya no quieras destrozarme.- dijo sin más.- ahora tal vez, podrías llevarme hasta la mansión.- aventuró. El duque le había ordenado regresar a la mansión, pero nunca había especificado usando que medios.

La bestia pareció sonreír. Inclinó la cabeza para que la joven tuviera más fácil acceso a su lomo. La lunatian no esperó una segunda invitación. Tan ágilmente como le permitía la herida trepó sobre la bestia. Quien desplegó unas enormes alas y alzó el vuelo.

La mansión se encontraba relativamente cerca. La enorme bestia entró a los territorios a su alrededor como si nada. Aterrizó al frente de la enorme estructura. Lanzando un rugido para hacer notar su llegada. Los demonios que circulaban cerca, observaron recelosos a la lunatian. Una sarta de comentarios poco amistosos comenzaron a escucharse. Iseth los ignoró.

Bajó del dragón deslizándose por su costado. La pierna le dolía demasiado como para aventurarse a saltar. Comenzó a avanzar cojeando hasta la escalinata que llevaba a la entrada principal. Se detuvo al pie de esta. El dragón la seguía, observándola curioso.

Iseth no había recibido más indicaciones, salvó regresar a la mansión. Y estaba ahí. Comenzó a subir los escalones pero se detuvo luego de dar dos pasos. No se le había vuelto a invitar a entrar. Decidió que lo mejor sería esperar a recibir una nueva indicación. Después de todo el duque sabría que estaba de vuelta.

La enorme bestia continuó observándola, mientras la joven se sentaba con dificultad sobre los escalones. El animal se acercó lo suficiente para mantener la enorme cabeza cerca de ella. La demonio comenzó a prodigarle caricias. Y el dragón se dejaba hacer.

Los minutos pasaron agonizantemente lentos, hasta convertirse en largas y desesperantes horas. El rojo sol del infierno comenzó a ocultarse. El cielo se oscureció lentamente, tiñendo el paisaje de distintas tonalidades de rojos y morados. El dragón se incorporó y lanzó un rugido. La noche se acercaba y tenía que regresar, era tiempo de cazar.

-Lo sé, gracias por el viaje.- murmuró la joven antes de que la bestia comenzara a alejarse. Alzó el vuelo y se fue perdiendo hasta convertirse en un punto distante en el firmamento.

Iseth permaneció sentada. Las piernas recogidas, las manos sobre sus muslos, y la mirada fija al frente. Así se mantuvo, mientras la noche cubría al infierno con su oscuro manto. Se convirtió en el blanco de todos los comentarios desagradables que se les ocurrían a los demonios.

Vio desfilar a un sin numero de seres a su lado, entrando y saliendo de la mansión. Lanzando risitas burlonas. Y señalándola con descaro. Pero no estaba dispuesta a caer en sus infantiles juegos. Mantuvo la cabeza altiva y la mirada distante a todos aquellos molestos demonios. Que le cortaran todas las extremidades antes de dejarse intimidar por aquella multitud de seres despreciables. Era una lunatian, una guerrera y una domadora de dragones. No permitiría que nada ni nadie la redujeran.

La fría brisa comenzaba a acariciar la piel desnuda. Tenía frió, hambre y estaba cansada. Pero no pensaba moverse de aquel lugar.
Asmodeo la observaba divertido. Aquella era sin duda una lunatian orgullosa de si misma. Muchos habría renunciado ante tanta presión, Pero ella se mantenía ahí, ignorando el dolor y el hambre. Pensó que ignorarla de aquella forma la desanimaría, y entonces olvidaría esa tontería de querer formar parte de su mansión. Pero al parecer, la joven deseaba realmente permanecer en aquel lugar.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios del apuesto duque. Dejaría que se quedara, pero se aseguraría que su estancia no fuera para nada placentera. Realmente aquella joven le iba a proporcionar mucha diversión.

Comenzó a andar con paso despreocupado hasta donde ella se encontraba. Iseth se levantó de un salto sin importarle el dolor en la pierna, había sentido la presencia del duque acercándose, poderosa y temible.

-¿Sigues aquí?, pensé que ya te habrías marchado para esta hora.

-Sus órdenes fueron que regresara a la mansión, no que regresara a casa.- respondió con voz firme.

-Y por lo visto eres buena siguiendo órdenes.- había un tinte de burla en su voz.- ya que tanto deseas estar aquí, permitiré que te unas a la mansión.- sonrió malicioso.- regresa a tu casa y recoge tus pertenencias, y repórtate ante mi al amanecer.- ordenó y comenzó a subir la escalinata.

Iseth estaba controlando un mar de sentimientos arremolinados en su interior. Estaba furiosa, frustrada, y locamente feliz, todo al mismo tiempo. La indignación y la molestia se convertían en intensa dicha. Y sin embargo no había pasado por alto aquella maliciosa sonrisa del duque. Pero ella no iba a renunciar, era parte de aquel lugar. Su sueño hecho realidad.

Aspiró el aire nocturno buscando la presencia de el dragón que la había llevado hasta ahí, no la encontró. Ahogó todas las maldiciones que se sabía, las cuales eran bastante numerosas. Cerró los ojos y controló su temperamento. La había dejado sin medio de transporte. Y ahora tenía que encontrar uno nuevo.

Había muchos dragones a su alrededor, eso era seguro, y también lo era el hecho de que todos tenían dueño. Y era más que seguro que ninguno estaría dispuesto a prestarle su dragón aunque fuera un par de horas. No había otra alternativa, tenía que encontrar a aquel dragón, con el que había pasado una entretenida tarde. Estaba segura que la bestia estaría dispuesta a llevarla. Pero estaba el pequeño inconveniente de su pierna herida. La sangre seca seguía impregnada en su ropa y piel, y la herida seguía abierta. Aquello era una clara invitación a ser atacada por bestias.

El cielo estaba completamente oscuro, la luna se mantenía oculta por enormes nubes. El duque le ponía una prueba tras otra. No importaba, no pensaba darse por vencida. Comenzó a avanzar, cojeando ligeramente. Tenía de ventaja su excelente visión nocturna.

Se guío por los sonidos y el olor. Otra ventaja de su raza era el impresiónate sentido del olfato. Tal vez no tenía demasiados poderes mágicos, pero estaba muy bien adaptada al infierno. Después de caminar por los alrededores, encontró un sutil rastro del dragón. Tenía que andarse con cuidado, en esas horas todas las bestias estaban en su modo cazador, y cualquier cosa que se moviera, se convertía en blanco.

Podía sentir cientos de ojos vigilándola. El ruido de patas caminando a sus costados. Casi podía sentir la respiración de las bestias sobre su rostro. Pero se mantenía impasible. Cualquier señal de miedo, y le caerían encima.

-Puedes hacerlo, sólo sigue avanzando.- comenzaba a hablar sola, para apaciguarse.

Un feroz rugido se escuchó a su derecha. Aquello la sobresaltó, las pisadas estaban cada vez más cerca, y podía oler a las bestias rodeándola. Tenía cierta afinidad con los lobos por ser una lunatian, pero la afinidad no traspasaba la frontera del hambre. Una bestia hambrienta cazaba lo primero que tenía a su alcance. Y los lobos, no dudaban en atacar a un herido, incluso si era de su misma especie. Mucho menos se detendrían siendo un demonio.

Vio un borrón de pelo oscuro saltar hacía ella. En cuestión de segundos intentó crear el escudo protector. Pero el lobo era más rápido. Vio sus enormes dientes afilados, y sus ojos amarillos refulgiendo como llamas.

Sintió las gotas de sangre golpear su rostro. Su corazón parecía haberse detenido. Sus ojos se abrieron sorprendidos. Frente a ella estaba su recién adquirido amigo, devorando a su recién adquirido cazador. El lobo había sido mucho más alto que ella, y su poderosa mandíbula había quedado a escasos centímetros de su rostro. Desde luego un solo lobo no era enemigo para un enorme y poderoso dragón.

-Gracias…- murmuró, parpadeando, como intentando despertarse de un extraño sueño.

El dragón no le prestó demasiada atención, estaba muy entretenido devorando a su presa. Pensándolo bien, no había sido su intención salvarla, pero había sido una buena carnada. El lobo estaba tan concentrado en su presa, que no se dio cuenta del momento en que el mismo se convirtió en presa.

-Tal vez, cuando termines tu cena… podamos tener una charla.- propuso, observando como las poderosas mandíbulas del dragón trituraban los huesos y despedazaban la carne,

Largos minutos pasaron antes de que el dragón terminara de devorar a su presa. La ventaja de estar al lado de un dragón era que las bestias de menor tamaño se mantenían alejadas, al menos Iseth podía relajarse un momento.

Cuando finalmente la bestia terminó su increíble cena. Iseth hizo contacto, le planteó su sugerencia de usarlo como medio de transporte. El dragón no parecía muy interesado, pero los encantos de Iseth le hicieron ceder.

Volaban a una velocidad sorprendente. El amanecer estaba a escasas horas, y la distancia a recorrer era significativa. La demonio iba sujeta al enorme cuello de la bestia, intentando no caer. Era difícil montar a un dragón sin la silla apropiada y con una pierna herida, añadiendo la velocidad a la que iban.

Cuando aterrizaron en el patio de la casa. Los dragones del lugar se pusieron a la defensiva. Una cuantas palabras conciliadoras de Iseth calmaron los ánimos. Entonces subió las escaleras. Sólo se veían un borrón plateado ir y venir por la habitación, recogiendo algunas prendas, y lo más indispensable. Nada de exceso de equipaje.

Ansiaba darse una ducha, pero no tenía tiempo suficiente. A penas tuvo tiempo para deshacer el improvisado vendaje, limpiar la herida y poner vendas limpias. La herida sanaba bastante bien, en un par de días habría sanado por completo. Salió apurada de la edificación, cargando una maleta. Antes de volver a montar sobre el dragón, escribió una nota a su compañero, el pedazo de papel se convirtió en un cuervo que salió volando en dirección a la mansión de la ira.

Iseth no pudo reprimir la sonrisa que adornó su rostro. Incluso con el hambre y el cansancio agobiándola, estaba feliz. Había atendido ella misma al dragón, después de todo, era una bestia semilibre, así que no le hubiera agradado mucho ver varios demonios cerca de él. Lo alimentó con una mezcla especial que usaba para alimentar a sus dragones, algo así como un premio por su comportamiento. Al dragón pareció encantarle.

Hubiera sido más cómodo realizar el viaje de regreso sobre una silla, pero la bestia no estaba acostumbrada. E Iseth no quería tentar su suerte. Llegaron a la mansión de los celos, minutos antes de que el sol asomara, siquiera. La bestia se marchó, era hora de descansar. La lunatian lo envidió, el cansancio la estaba matando y el hambre no ayudaba en nada.

Con maleta en mano se mantuvo frente a la puerta principal. Esperando al duque. Asmodeo había seguido su aventura nocturna. Había sido muy entretenido. Y le sorprendió el hecho de haber atendido al dragón antes que a ella misma. Le agradaba aquello, pero no es que fuera a admitirlo.

-Lo lograste.- dijo apareciendo frente a la joven, dándole un susto de muerte.- tus instrucciones.- le ofreció un sobre.

Iseth tomó el sobre, sin embargo no lo abrió, el duque la estaba observando fijamente, de arriba abajo. Y eso le alteró los nervios. Aunque desde luego no era ni por asomo tan aterrador como el duque Belfegor.

-Sabes que no me agradan los lunatians, y tú no eres la excepción. Cualquier error que cometas, y nunca más volverás a pisar este lugar.- aquello se convirtió en una oscura promesa.

-No cometo errores.- aseguró.

Asmodeo sonrió ante su osada respuesta, le dio la espalda y comenzó a andar. Iseth entonces abrió el sobre. Estaba al tanto del desagrado del duque hacía su raza, podría haberse ahorrado aquello, ella sabía que estaría bajo estricta vigilancia. No le importaba.

Sacó una hoja del sobre, su vista estaba borrosa, por la falta de alimento y el exceso de cansancio. Logró descifrar el número de habitación que ocuparía. La planta baja estaba destinada a alojar a los demonios comunes, y normalmente se compartía la habitación. No pensó siquiera en el demonio con quien compartiría. Sólo pensaba en una apetecible cama.

El lugar resultó laberíntico en su condición actual. Le tomó casi una hora encontrar su habitación, entró y notó que alguien se levantaba sobresaltado de una de las dos camas individuales que ocupaban el lugar.

Una joven demonio, de cabello negro y ojos del mismo tono. La observó de manera despectiva, frunciendo los labios en un gesto de asco.

-¿Vas a dormir aquí?- preguntó visiblemente molesta.- ¡Por Lucifer!, una lunatian compartiendo mi habitación, esto es increíble, ¡que asco!, me impregnaras con tu desagradable olor.- en un gesto dramático se llevó la mano al rostro cubriendo su nariz.

Iseth estaba demasiado cansada, sólo percibía un borrón oscuro murmuran cosas inteligibles. Ubicó la cama libre, dejó la maleta a un lado, y se tiró de bruces sobre el colchón. Quedó tirada en diagonal, y así se quedó profundamente dormida.

Si hubiera estado en otras condiciones, le habría dicho un par de cosas a aquella demonio, pero estaba muy cansada para notar su existencia siquiera. Las quejas quedaron flotando en el aire, sin ser escuchadas. Aquello había terminado desesperando y molestando más a la demonio, que si Iseth se hubiera puesto a discutir con ella. Eso era el inicio de una relación problemática.

Mientras, lejos de ahí Azazel regresaba de su ronda por el mundo humano. Nada más tocar el suelo de la mansión, un cuervo se le acercó. El ave se posó en el dorso de su mano y se convirtió en un pedazo de papel.

-Lo sabía.- susurró y el rastro de una sonrisa se dibujó en su rostro, sólo por un instante. Apretó el papel en su mano hasta reducirlo a una bola arrugada.
Iseth había sido aceptada en la mansión de los celos. Ahora él debía lidiar con los líderes de su raza. Desde el renacimiento de su especie ninguna hembra lunatian había estado sin vigilancia, mucho menos en un lugar tan peligroso como aquella mansión. Ahora él era el responsable por su vida, con todo lo que ello conlleva.

Continuó su camino, ya habría tiempo de pensar en las consecuencias. Ahora tenía que entregar el lote de almas recolectados e informarse de su siguiente turno.

Al terminar todos sus pendientes en cuanto a su puesto como recolector. Se dirigió a su habitación, no bien hubo abierto la puerta un nuevo cuervo se presentó. Azazel, pasó al interior, el ave lo siguió. Se dejó caer pesadamente en el borde de la cama. Leyó el contenido de la nota sin alterarse siquiera. El mensaje de Iseth había estado impregnado de dicha y entusiasmo. El de su padre de furia e instintos asesinos.

Botó la nota al suelo del lugar. Se dejó ir hacia atrás en la cama, observando el oscuro techo. El padre de Iseth había perdido su habitual control, le había escrito una sarta de insultos. Además de exigirle que sacara a su hija de aquel lugar. Era una estupidez, el viejo lunatian no se preocupaba por su hija, se preocupaba por sus órganos reproductores, y el riesgo de no continuar la especie.

Desde luego no tenía muchas alternativas. Entre los insultos estaba un aviso oficial, tenía que presentarse ante los líderes al día siguiente. Planeaban hacerlo trizas, claro estaba que él no iba a permitirlo. Sólo esperaba que no tuvieran la osadía de pedirle al duque Asmodeo que les regresara a Iseth.
 
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Kurai18
view post Posted on 7/10/2008, 16:23




CAPÍTULO IV

Iseth despertó malhumorada. Se estiró sin despegarse del colchón. Su olfato identificó el aroma de un demonio desconocido. Se giró bruscamente, y de pronto vagos recuerdos de la noche anterior acudieron a ella. La cama contigua estaba desocupada, pero la esencia de la demonio seguía impregnada en todas partes.

No tenía tiempo de pensar en ella. Se levantó de la cama e inspeccionó el lugar. La habitación media alrededor de tres por cuatro metros. A cada costado, pegadas junto a la pared estaban las dos camas individuales, en medio una mesa de noche para cada lado. Al frente estaban unas cajoneras, y en medio se encontraba la puerta. Las paredes eran de un gris oscuro y el suelo de piedra negra.

La joven sacó la lengua en un gesto de asco. Aquel lugar le recordaba a la habitación de Azazel. Tampoco había esperado una suite, pero esto era deprimente. Era una lástima que no contara con más tiempo. De su maleta sacó un par de prendas y salió del lugar, dedicándole una mirada desdeñosa.

La lunatian vagó por la mansión, debería haber pedido un mapa, le tomó demasiado tiempo encontrar los baños. El ala donde ella estaba signada, tenía baños comunitarios. Una larga habitación con azulejos verdosos. Regaderas esparcidas a lo largo. En la entrada había una sección llena de casilleros numerados.

Iseth se deshizo de las prendas destrozadas. Y Desnuda avanzó hasta las regaderas. El agua estaba helada, eso la terminó de despertar. Dejó que el frío líquido lavara toda la suciedad acumulada. Restregó su cabello y con sumo cuidado lavó la herida en la pierna, que parecía sanar adecuadamente.

Terminó vistiendo en par de pantalones negros holgados, para mantener oculto el vendaje sin lastimarse. Un top ajustado del mismo color terminaba el conjunto. El collar obsequiado por Azazel quedaba a la vista, colgando entre sus pechos. Dejó el largo cabello suelto para que terminara de secarse. Buscó el número de casillero asignado y metió algunas cosas dentro.

Salió del lugar bostezando, apenas había dormido un par de horas. No eran suficientes para ella, estaba acostumbrada a dormir bastante y a comer en forma. Debía admitirlo su vida hasta ahora había sido demasiado consentida. Las libertades otorgadas no eran suficientes para prepararla para lo que tenía que vivir ahora. Pero no estaba asustada, se sentía capaz de superar cualquier cosa.

En el camino, tomó un par de almas encapsuladas. Aquello era el principal alimento de los demonios. Las almas humanas corrompidas por el pecado, eran tratadas y convertidas en capsulas para una asimilación más fácil, ya que era casi imposible para un demonio consumir un alma en su estado natural.

Avanzó a través de la mansión, ignorando los comentarios que se alzaban en torno a ella. Comenzaba a ponerse de mal humor, las almas ingeridas regeneraban sus energías, pero aún así anhelaba una buena comida.

Estaba citada en uno de los patios alrededor de la mansión, donde supuestamente la esperaría un demonio para darle indicaciones. No esperaba demasiado, no luego de la ajetreada noche anterior. Llegó al lugar por puro instinto, aquello era demasiado grande, y pedir indicaciones no era aceptable, y aunque lo hubiese hecho, dudaba recibir respuesta.

Su olfato la alertó en el momento en que entró en un territorio dominado por una manada de lobos. Comenzó a avanzar con cuidado, no quería parecer hostil y convertirse en blanco de los ataques de las fieras.

-Llegas a tiempo.- se escuchó una voz a su costado. Iseth se sorprendió de no haber notado antes su presencia.

-Tú debes ser Addu.- lo observó por un momento, era un demonio alto, de cabello negro corto y ojos tan oscuros como la noche.

-Así es y estarás bajo mi supervisión, comete cualquier fallo y no dudare en reportarlo al duque.- su mirada era fría pero aún así podía leer el desprecio en sus oscuros ojos.

Iseth no dijo nada, se limitó a asentir. Estaría bajo supervisión de ese engreído denki, aunque tenía que admitirlo, era bastante bueno ocultándose entre el aroma de los lobos para pasar desapercibido a su olfato.

Caminaron en silencio, siendo observados por los lobos. La joven pudo apreciar docenas de afiladas dentaduras. Llegaron hasta las cuevas donde las bestias descansaban. Se detuvieron en la entrada.

-Limpiar es tu única tarea, cuando termines puedes marcharte.- ordenó antes de dar media vuelta y comenzar a avanzar.

La mandíbula de la joven casi llegó al suelo. Se quedó como una tonta observando al demonio marcharse. Largos minutos pasaron antes de que digiriera la noticia. Giró la cabeza y recargados en una roca cercana estaba los utensilios de limpieza. Los lobos la miraban divertidos, burlándose de su desgracia. Malditos animalejos, no tenían piedad ni por sus semejantes, y en cambio caían rendidos a los pies de ese estúpido denki.

Decidió mantener sus opiniones sólo para ella, era bastante obvio que toda aquella manada le era fiel a ese engreído denki.

Tomó los utensilios de limpieza con desgana y se adentró a la enorme cueva. Al fondo unos brillantes ojos amarillos la observaban. Una fila de puntiagudos dientes destelló en la oscuridad, rompiendo el silencio con un fuerte gruñido.

-¡No me agrada más que a ti!- se quejó la lunatian. Los brillantes ojos rojos entrecerrados. Levantó el labio superior enseñando los dientes y soltando un gruñido, idéntico al de la bestia.- yo también se gruñir, no me vengas con tonterías.

Esos lobos estaban bastante domesticados, y era seguro que sabían su situación. Y por todo el infierno si ellos osaban atacarla… su mente divagó un momento. Resopló vencida, pues si las bestias la atacaban, nada podía hacer.

Arrugó la nariz, el olor a carne podrida y excremento lastimaba su olfato. Casi podía asegurar que aquella mugrienta cueva había sido ensuciada a propósito. ¡Los lobos no necesitan que les limpien las cuevas!, quiso gritar pero se controló. Desde luego el duque estaba divirtiéndose con ella de nueva cuenta. No iba a darle el gusto de renunciar, así la obligar a seguir con esa desagradable tarea.

Mientras recogía restos de esqueletos de las presas muertas, una fugaz sonrisa cruzó sus labios.

-Si mi padre me viera ahora.- imaginó los gritos que daría al ver a su descendiente envuelta en aquella degradante tarea.

De pronto dejó caer los huesos. Sus ojos se abrieron asustados. Ahogó una exclamación. ¡Por Lucifer!, su padre la mataría cuando supiera donde estaba. Había olvidado por completo a su progenitor, a los líderes lunatians y a toda esa estúpida sarta de absurdas reglas. Pero al pensar en Azazel realmente se aterró. No era en ella en quien caería la culpa, sería en él.

Salió corriendo de la cueva, olvidándose de las órdenes, de todo. Corrió un par de minutos hasta que una voz interior le ordenó detenerse. Se quedó paralizada, en medio del lugar, con la mirada perdida en la nada.

-Azazel…- murmuró. Si salía corriendo de la mansión entonces todos los esfuerzos de su compañero serían en vano.

Estiró una mano y creó un cuervo. Escribió una nota usando su sangre. Observó a la oscura ave partir en busca del lunatian, y deseo que volara más a prisa.

Intentando deshacerse de todos esos malos pensamientos, regresó sobre sus pasos. Tenía que terminar con sus tareas, antes de dejarse llevar presa del pánico. Todo estaría bien, Azazel nunca se metería en algo que no pudiera controlar, confiaba en ello. Quería hacerlo, pero no era fácil, un solo lunatian contra los líderes de la raza.

Asmodeo observaba todo a través de los ojos de los lobos. Casi había gritado victorioso cuando la vio correr, y sin embargo la lunatian había logrado controlarse y regresar sobre sus pasos. Leyó sus pensamientos y se enteró de aquello que la atormentaba. Una sonrisa cruzó sus labios, rompió el contacto con los lobos. Era hora de visitar al duque de la ira.

Un enorme lobo plateado corría a toda velocidad en medio del desierto. Un cuervo negro se le aproximó, provocando que el lobo se detuviera. El animal se estiró haciendo crujir sus huesos, el pelaje abandonó su cuerpo. Los huesos se deformaron.

Azazel yacía desnudo en medio del desierto, sosteniendo a un cuervo en una de sus manos. Leyó la nota, y reconoció el aroma de la sangre de Iseth, mezclado con miedo y preocupación. Niña tonta, se preocupaba por él, como si no estuviese al tanto de lo que era capaz. Meterla en la mansión había sido su idea, y él no hacía nada sin pensarlo detenidamente. Ya sabía las represalias que eso acarrearía, y no le importaba enfrentarlas. Sin embargo tal vez se había apresurado, tenía que ponerla al tanto de las últimas consecuencias, por que ella se vería afectada también.

Escribió una rápida nota, usando al igual que ella, su propia sangre. Observó al ave volar en busca de su compañera. Y se quedó aguardando la respuesta. Así desnudo, con la tenue luz del sol infernal tocando su piel. El desierto era demasiado caluroso, una capa de sudor perlaba su epidermis. Había decidido hacer el viaje por cuenta propia, así tendría tiempo de repasar lo que diría ante los lideres lunatians. Ahora la idea de andar desnudo en medio del caluroso desierto, no parecía atractiva.

Iseth se sobresaltó al escuchar el aleteó del cuervo acercándose. Salió de la cueva y lo atrapó antes de que este bajara por completo. Estaba demasiado ansiosa. Leyó la nota cuidadosamente. Podía oler el aroma de la sangre de Azazel y sentir la seguridad que lo embargaba. Sus ojos repasaron las letras carmesí una y otra vez.

Su compañero le había notificado que todo lo que estaba sucediendo había estado previsto. Su llamada ante los lideres lunatians, y lo que vendría después. Le advertía de las últimas consecuencias, y la hacía participe para tomar una decisión, si ella así lo prefería él se disculparía y todo regresaría a la normalidad, ella tendría por supuesto que abandonar la mansión, pero no habría graves consecuencias.

La joven levantó la cabeza, y cerró los ojos. Estrujó el papel entre sus manos. Si él confiaba en ella, ella confiaría en él. Mandó una respuesta afirmativa, y dejó el resto en sus manos.

Azazel estaba sudoroso y de mal humor, no le gustaba aquel clima tan caluroso. Estaba a la mitad del trayecto, cual fuera la respuesta aún tendría un largo camino por recorrer. La repuesta afirmativa llegó.

El demonio se estiró haciendo crujir sus huesos, un pelaje plateado comenzó a cubrir su cuerpo, las extremidades se deformaron, al igual que el rostro, hasta adoptar la forma de un enorme lobo infernal. Era extraño ver un lunatian trasformado en lobo a plena luz del día. Por lo normal sólo podían hacer esa transformación durante las noches de luna llena. Pero los extenuantes entrenamientos en la mansión de la ira habían aumentado sus capacidades, y ahora era capaz de hacerlo a voluntad. Siguió su trayecto, corriendo a velocidad impresiónate, a su llegada le esperaba un pequeño infierno personal.

Iseth permanecía en silencio, su acostumbrada personalidad ruidosa, había sido eclipsada por la preocupación. Sin importar la confianza que tenía en su compañero, no dejaba de tener dudas sobre el destino de ambos. De imaginar que todo saliera mal. Le daban ganas de llorar, al pensar que su corta estancia en la mansión de los celos, la había pasado limpiando desechos de lobo. Y con todo y sus preocupaciones, no dejó salir un solo lamento o queja.

Luego de un largo y extenuante viaje, Azazel había llegado a su hogar. Los sirvientes lo recibieron, pero él los despidió, anduvo desnudo hasta su habitación. Tomó una rápida ducha para deshacerse de la suciedad del viaje. Vistió su traje de recolector con orgullo.

Le faltaba recorrer la parte final del viaje. Ir hasta la gran mansión del padre de Iseth, donde los líderes lunatians lo esperaban. Llegó a la construcción, y fue escoltado hasta una amplia sala, resguardada por enormes puertas ricamente labradas con motivos lobunos.

Cuando atravesó las puertas se encontró de frente con doce antiguos y poderosos lunatians. Sentados detrás de una larga mesa recubierta con un mantel se seda rojo. Todos lo observaban disgustados. Vestían de manera uniforme, con túnicas color negras, dejando al descubierto un medallón dorado que los reconocía como parte de los líderes de su raza.
-Azazel, has sido avisado del motivo de tu llamado. Esperamos que hayas sacado a tu compañera de la mansión de los celos y la hayas puesto en un lugar seguro.- habló uno de los lunatian más viejos.

-No.- se limitó a responder, con la cabeza en alto y los ojos ambarinos fijos en los viejos demonios.

El padre de Iseth se levantó frenético, golpeando fuertemente la mesa con un puño. El mueble crujió por el golpe amenazando con venirse abajo.

-¡Esto es inaceptable!- gritó, sus ojos destellaban furia.

-Permítame discernir, no considero inapropiado nada de lo ocurrido.

-Te estás rebelando contra las leyes de nuestra raza.- habló uno de los demonios, con tono más calmado.

-Nuestras leyes dictan que tenemos que proteger a las hembras, no hablan nada sobre mantenerlas encerradas en sus casas. Eso ha sido una costumbre seguida por cuenta propia.

-No está escrito por que es más que obvio.- alegó uno más.

-Si no está escrito no es válido para mí.

-Cuida tu lenguaje, recuerda que estamos por encima de ti.

-Y yo le recuerdo que sirvo al duque Belfegor, quien está por encima de todos ustedes.- con este comentario se ganó la mirada furibunda de todos los presentes.

-¡Exijo que devuelvas a Iseth!- ordenó el padre de la susodicha.

-Con todo respeto, usted no tiene autoridad para ordenarme lo que tengo que hacer con mi compañera.

-¡Soy su padre!

-Y yo su compañero, ha perdido los derechos sobre ella, en el momento mismo en que la celebración de nuestra unión se llevó a cabo.- hablaba calmadamente, pero sus ojos destellaban.

-¡Estás poniendo en riesgo su vida, tú, estúpido engreído!- al parecer el antiguo lunatian estaba perdiendo el control de sus emociones.- Si algo le pasara lo pagarías con tu vida.- amenazó, con voz profunda y oscura, y aún así el joven demonio permanecía imperturbable. Y es que después de ver al duque Belfegor furioso, no había nada en el infierno que pudiera asustarlo.

-Le recuerdo que al igual que usted yo también estuve presente durante la unión, y escuche cada palabra del juramento de sangre.- aquello no hizo más que alterar al antiguo lunatian.

-¡No te atrevas a burlarte de mí!

-¡Cálmate ya!- ordenó el más poderoso de todos, y enseguida recobró la compostura.- Azazel, bien sabes que tus acciones no será aceptadas por nosotros. Pones en riesgo la integridad física de tu compañera. Y aplazas el nacimiento de tus descendientes y con ello la continuidad de una poderosa línea sanguínea.

-Iseth dejó de ser parte se su antigua familia en el momento en que la tome compañera. No habría que preocuparse por la familia y su linaje. Además ella tiene varios hermanos varones, la continuidad de su sangre no es problema. Y le aseguró que no es mi prioridad comenzar a tener descendencia.

-Las leyes exigen que las parejas tengan un número determinado de descendientes, es la ley.

-No estoy negándome a tener descendientes, los tendré cuando sea oportuno. La ley no marca en que tiempo debe concebir mi compañera.

-Estás siendo muy cínico.- murmuró uno más de los antiguos.

-Tal vez, pero no pueden probar que estoy rompiendo alguna ley.- casi sonrió, le estaba ganando en aquel juego de leyes y conductas.

-Exijo que Iseth me sea devuelta.- habló de nueva cuenta. Los ojos clavados en el joven.

-Es imposible, han unido sus existencias con la sagrada ceremonia.- contestó uno de ellos.

-La única forma sería que el actual compañero muriese.

-Lo sé.- contestó con la mirada cargada de furia.- lo estoy retando a un duelo por la propiedad de Iseth.

-Y yo acepto el desafió.- contestó Azazel sin inmutarse.

Aquello era una catástrofe, pues la raza lunatian en pleno renacimiento, lo que menos necesitaba era perder a sus congéneres. Aún así el grupo de antiguos lunatians aprobó el duelo. Pero aún tenían que pedir la autorización del duque Belfegor para llevar a cabo la pelea.

En el infierno las leyes dictaban que los demonios no podían matarse entre si. A menos claro que hiciera un desafió oficial, entre los líderes de sus razas o los duques infernales. Aquella regla no existía para proteger las vidas de los seres del infierno, existía para darles entretenimiento a las masas. Después de todo cuando un desafió era lanzado, una multitud se reunía a observar el encuentro.

En la mansión de la ira Belfegor entrenada en una habitación privada. Las paredes estaban tapizadas con cientos de diferentes armas. Desde espadas hasta arcos. El duque de la ira vestía únicamente un par de pantalones de corte militar color negro. Se encontraba descalzó, la piel bronceada relucía bajo las luces del lugar.

Portaba una espada doble. Lanzaba estocadas y dibujaba arcos perfectos, luchando contra un enemigo imaginario. Era una danza mortal y precisa. Una presencia conocida se presentó justo enfrente de él. El filo de las espadas se cruzó rodeando el cuello del recién llegado.

-¡Que manera de recibir a los invitados!- se quejó Asmodeo, apartando el filo de las espadas con un dedo, y retrocediendo un paso. Belfegor lo fulminó con la mirada, y después de un momento bajó las espadas.

-No recuerdo haberte invitado.

-Nunca lo haces.

-Y deberías saber entonces, que no deseo visitas.- otra vez comenzaban sus discusiones sobre las visitas inesperadas. Si bien el duque de la ira nunca invitaba a los duques a visitarlo, por mucho que se quejara de sus espontáneas visitas, había ocasiones en que disfrutaba de ellas.

Asmodeo no respondió, simplemente sonrió. Cada vez que visita a Belfegor era la misma discusión, y al final terminaban enzarzados en largas charlas.

-Veo que es época de las pruebas de calidad.- comentó observando el lugar donde estaba.

La mansión de la ira era la mayor proveedora de armas en el infierno, y el duque por lo tanto era el más experto en su uso. Constantemente se creaban nuevas armas, y era él mismo quien se encargaba de comprobar su eficacia y durabilidad. No permitiría que material de baja calidad se distribuyera siendo él el responsable.

-¿A qué has venido?- preguntó impaciente.

-Pensé que tal vez querrías saber que he aceptado a esa lunatian que enviaste.

-Hubiera sido un desperdicio no hacerlo. No hables como si me hubieras hecho un favor, sabes que te beneficiaras con ella.

-¡Bah!, claro que te hice un favor, no habría pensado en aceptarla siquiera de no haberla recomendado tú.

-Estoy seguro de que ya presenciaste su habilidad con los dragones.

-No aceptare ni negare la acusación.- desde luego que había presenciado sus habilidades, pero no estaba dispuesto a alabarla por ello.- lo que despierta mi curiosidad es como lo tomaran esos vejestorios que tienen por líderes.

Belfegor alzó una oscura ceja. Sus ojos ambarinos observaron intrigados a su visitante. Llamarles vejestorios a los líderes de los lunatians ciertamente era una ironía. Los duques existían desde la caída de Lucifer, y no había nada más antiguo que ellos. Claro que su apariencia se mantenía joven, ocultando sus incontables vidas transcurridas.

-¿Por qué tanto interés?

-¿Por qué tanto desinterés?, eso debería preguntarlo yo.

-Confió en las habilidades de Azazel.

-¡Lo llamas por su nombre!- recriminó.

-Es uno de mis recolectores, no tiene la menor importancia la forma en la que me dirijo a él.

-Si tú lo dices.

-Si tu visita era para informarme que la lunatian había sido aceptada en tu mansión, puedes irte. A menos claro que quieras ejercitar un poco.- algo parecido a una sonrisa se instaló en los labios del moreno.

-Me gusta mi cuerpo tal como esta ahora, gracias.- respondió levantando las manos en señal de rendimiento. No quería convertirse en el blanco de la furia del duque. Para eso estaba su hermano menor.

Antes que ninguno de los dos retomara la charla, un cuervo atravesó el lugar. Ningún mensaje era permitido en aquella sala, a menos que fuera importante. Belfegor recibió al ave y leyó el contenido. Se le estaba informando del desafió contra Azazel y se le pedía su autorización para proceder con el encuentro. La hoja de papel fue arrugada hasta convertirla en una bola, para luego ser incinerada por una llamarada. Mandó una respuesta afirmativa, esa noche se celebraría un duelo a muerte al estilo lunatian. Asmodeo se mostró entusiasmado.

-Todas mis citas de esta noche están canceladas, hace años que no veo un duelo entre lunatians.

Belfegor, se mantuvo impasible, realmente no le entusiasmaba o le disgustaba el duelo. Si Azazel se había metido en tantos líos, estaba seguro de que podría salir de ellos. Retomó su pelea con un enemigo imaginario, ignorando por completo la presencia del otro duque.

-¿No iras?

-No.

-Entonces tendré que ir en tu nombre.

-No te he pedido que lo hagas.

-Lo hago por el profundo aprecio que siento por ti.- sonrió, aunque ambos sabían que lo hacía únicamente para atestiguar el encuentro.

Mientras en la zona que habitaban los lunatians, los líderes de la raza esperaban impacientes la respuesta del duque de la ira. Azazel estaba seguro de la respuesta, sería afirmativa, y más le valía ganar el duelo, al duque no le gustaba que los demonios bajo su mando perdieran batallas. Mientras que el padre de Iseth temía que el duque se negara para proteger al joven lunatian, después de todo él era un antiguo y poderoso mientras que el otro era joven e inexperto, no dudaba del resultado de aquel encuentro.

Los preparativos se realizaron en tiempo record. El lugar del encuentro era un amplio terreno desértico. A su alrededor se había dispuesto gradas para los espectadores, y desde luego al frente estaba el lugar de honor de la autoridad máxima que precedería el encuentro. Pese a que el duque de la ira había notificado su ausencia durante el encuentro. Era una norma guardarle el lugar correspondiente.

La sorpresa embargó a todos los presentes, cuando el duque de los celos se materializó frente a ellos. Los rostros estupefactos complacieron al duque, aquella era la reacción que había esperado. Avanzó hasta el asiento destinado a Belfegor, cruzó una pierna y recargó su codo contra la rodilla para sostener su cabeza.

-¿Es que piensan observarme el resto de la noche?- preguntó molesto.

De inmediato todos comenzaron a ocupar los lugares asignados, al centro del lugar entraron los contendientes. Asmodeo hizo un imperceptible movimiento con la mano, y un escudo rodeó el área, limitando el lugar de la pelea. Aquello era extraño, pero nadie se atrevió a decir nada. Después de todo, sabían el desagrado que sentía el duque hacía los de su especie.

-Está será tu última noche, y desearas nunca haberme desafiado.- el padre de Iseth escupió las palabras con enojo.

Azazel se mostraba tranquilo, pese a la presencia del duque de los celos. Había algo malicioso en sus ojos oscuros.

Asmodeo esperaba impaciente a que la contienda diera inicio. Los lunatians tenían reglas propias a lo que sus duelos respectaban. El uso de armas estaba prohibido. Como raza guerrera se sentían orgullosos de luchar con sus manos desnudas. Desde luego que sus manos siempre podían convertirse en las afiladas y mortales garras de un lobo infernal.

Los gruñidos comenzaron a brotar de ambas bocas, amenazas y promesas de muerte. El padre de Iseth abrió la boca y sus caninos comenzaron a crecer, sus huesos crujían deformándose, dándole paso a una nueva apariencia. Su pecho quedó al desnudo, cubierto por un fino pelaje plateado. Sus ojeras se habían alargado, y sus ojos brillaban amenazantes. Las manos eran fieras garras, dispuestas a destrozar.

Los gritos comenzaron, la comunidad lunatian estaba reunida para ver el encuentro, que muchos juzgaban estaba ganado. El antiguo lunatian había adquirido poder y experiencia a lo largo de los siglos. Y a pesar de que la luna en el firmamento no estaba llena, él podía adquirir una forma híbrida entre demonio y lobo.

El joven demonio no parecía sorprendido. Desde luego el estaba al tanto de las habilidades del antiguo. Pero él no había pasado el tiempo jugando. El entrenamiento en la mansión de la ira era extenuante, y más si se era un lunatian que luchaba por hacerse notar. Había entrenado hasta el desfallecimiento, pero todo aquel esfuerzo había traído grandes recompensas.

Estiró su cuerpo, un familiar crujido de huesos resonó, el pelaje plateado comenzó a cubrir su torso. En unos momentos su transformación era completa, era un hibrido al igual que su contrincante. Aquel hecho sorprendió a todos los presentes, pues Azazel era demasiado joven para tener semejante poder. Tal vez las cosas no serían tan fáciles para el padre de Iseth como se pensaba.

Asmodeo se entusiasmaba más a cada instante, sorprendentemente ambos oponentes habían adquirido lo que en aquella raza significaba perfección. El estado hibrido entre bestia y demonio. La batalla que se avecinaba prometía sangre, mucha sangre. Y aquel campo protector alrededor de ambos, aumentaría la diversión. Quien lo tocase recibiría una fuerte descarga de energía. Ya podía escuchar los gritos y oler la sangre. Era una lástima que Belfegor se perdiera este encuentro.

Iseth había terminado con su desagradable tarea. La noche ya había caído, apestaba y estaba cansada. Había terminado limpiando docenas de cuevas igualmente asquerosas, mientras los lobos la miraban con curiosidad y burla. A pesar del extenuante trabajo, no pudo evitar pensar en Azazel, y en su padre.

Su vida había sido tan normal como la de cualquier hembra lunatian. Su familia era numerosa, y sin embargo siempre se sintió sola y relegada. Sus hermanos eran mucho mayores que ella, habían encontrado una compañera para seguir con la línea sanguínea. Se le había enseñado a comportarse según las normas de su raza. Se le dijo desde que tenía uso de razón que ella sería una pieza importante en el renacimiento de su raza.

Por mucho tiempo creyó aquel cuento, donde lo más importante sería ella. Hasta que descubrió en lo que se convertiría al crecer. Observó a las compañeras de sus hermanos. Lunatians sumisas y obedientes. Con la mirada gacha y esperando que sus compañeros tomaran todas las decisiones por ellas. El mayor logro para ellas era quedar embarazadas. Ese era su destino, donde su mayor aspiración sería tener un gran número de descendientes, y aún así lucir hermosa. La idea de convertirse un ser tan patético la aterró. Y entonces fue conciente del mundo en el que vivía.

Para su fortuna se topó con Azazel, y su mundo cambio. Entonces ocurrió aquel incidente. Ella entusiasmada iría a explorar unas montañas cercanas, en busca de alguna cueva de dragones. Él la había prevenido de no ir, ella hizo oídos sordos y terminó con heridas de gravedad. Cuando fue encontrada por su padre, este la había abofeteado con tanta fuerza que la hizo sangrar. Le había gritado hasta cansarse que era un estúpida poniendo en riesgo su vida. Su preocupación había sido la continuidad de la especie no su existencia en si.

Con aquella experiencia aprendió varias cosas. Nunca contradecir a Azazel cuando tuviera aquella mirada, y no esperar nada de su padre. Su cabeza era un interminable remolino de pensamientos y recuerdos.
Había llegado a su habitación, por suerte su compañera no estaba. Observó la maleta tirada al lado de su cama. Lanzó un suspiro, era mejor mantener la mente ocupada antes de volverse loca. Comenzó a deshacer el equipaje y acomodar sus pertenencias en la cajonera. Sobre la mesa de noche dejó un pequeño marco. La única fotografía de ella con Azazel, justo en medio de la ceremonia que unió sus vidas.

Al terminar de desempacar, se dirigió a los baños a darse una merecida ducha. El tiempo pasaba demasiado lento y la angustia hacia presa de ella. Regresó hasta la habitación, sin nada que hacer se sentó al borde de la cama, impaciente por saber que estaba ocurriendo.

La puerta se abrió, sacándola de sus pensamientos. Su compañera entró y torció la boca nada más verla. Al menos tendría un poco de entretenimiento hasta recibir noticias de Azazel, casi sonrió.


CAPÍTULO V

El duelo inicio, ambos demonios se lanzaron al ataque. Dos feroces bestias, gruñendo, destrozando, arañando. Moviéndose a una velocidad espectacular. El padre de Iseth no daba tregua, lanzaba un ataque tras otro y cuando alcanzaba su objetivo, desgarraba la piel a tiras. El plateado pelaje se iba tiñendo lentamente de un rojo carmesí.

Azazel, parecía que sólo bloqueara los ataques sin realmente devolverlos. En realidad estudiaba los movimientos del viejo demonio. Su agilidad y fuerza no estaba disminuida por la edad. En realidad era bastante más fuerte de lo esperado. Tenía que andarse con cuidado, la experiencia era un factor en su contra.

Tras recibir varios golpes certeros, dejó a un lado el lado pasivo. Comenzó a devolver los golpes. Se podía escuchar el sonido de los huesos crujir bajo la piel. El antiguo lunatian recibió un puñetazo directo en el rostro. Que le había roto la nariz. Un rió de sangre baño su cara, convirtiéndose en un incentivo para aumentar su furia.

Sus ojos ambarinos relucieron peligrosos. Golpeó con fuerza el abdomen del más joven, lanzándolo por los aires varios metros. Chocando contra el campo de energía, un gritó escapó de sus labios, cuando su espalda desnuda tocó el borde de la barrera. Un olor a piel quemada inundó sus fosas nasales. Su espalda había quedado lacerada, y ni mencionar las costillas, al menos tenía un par fracturadas.

Se incorporó de inmediato, devolviendo con maestría cada golpe, ignorando el dolor lacerante en su espalda y abdomen. Terminaron tomados de las manos por sobre la cabeza. En una lucha de fuerza. Los músculos tensados bajo la piel. Temblando por toda la fuerza empleada, ninguno cedía. Gruñidos salían de sus gargantas. Como bestias feroces tras su presa.

Azazel tomó la ventaja por un segundo, se agachó y barrió el suelo con una pierna con intensiones de hacer caer al oponente, pero este esquivó el ataque. Poderosas garras buscaron alcanzar su cuello pero no lo lograron. Había alcanzado el pecho del joven demonio, dejando profundos y largos surcos escarlatas. Devolvió el ataque, pero el más viejo lo esquivó.

La sangre despertaba los instintos de los presentes, quienes observaban excitados la batalla a muerte. El terreno estaba marcado por charcos de sangre. Las heridas comenzaban a debilitar a los contendientes. Tenían que jugarse el todo en sus últimos ataques. Antes que la debilidad los hiciera perdedores.

El más joven presentaba más heridas, tan graves que casi aseguraban la victoria de su contrincante. Pero fallar no era una opción. Un intercambio de miradas bastó para apostar todo a un último golpe.
Ambos se lanzaron furiosos contra el otro. La sangre salpicó en todas direcciones, y el escalofriante crujido de huesos resonó. Los espectadores quedaron en silencio, impactados por la feroz batalla, pero sólo por un momento. Luego comenzaron a lanzar alaridos, furia, alegría, o sólo excitación por la sangre derramada.

Los cuerpos quedaron de pie, pegados el uno al otro. El más antiguo tenía el rostro hundido en el cuello del más joven, la fuerte mandíbula había despedazado la piel, a pocos centímetros de la arteria principal. Azazel tenía aferrado el cuerpo de su oponente, su mano derecha convertida en una poderosa garra, atravesaba el cuerpo sosteniendo triunfante el corazón de su victima.

-Me pertenece.- había susurrado un segundo antes de que la vida del antiguo demonio se extinguirá.

Sacó el brazo, y sostuvo el corazón en alto, señal indiscutible de su victoria. Los gritos no se hicieron esperar. El grupo de líderes lunatians se mantuvo en silencio, mientras observaban al ganador devorar el ensangrentado corazón. Un ritual con el cual adquiría parte de la fuerza del vencido.

No tuvo mucho tiempo para celebrar su victoria, después de devorar el corazón de su victima las piernas cedieron. Cayó al suelo de rodillas. Su visión borrosa distinguió las sombras de los espectadores, antes de que todo se volviera oscuridad. El cuerpo cayó levantando una escueta nube de polvo. Lentamente su estructura ósea retomó su forma original, devolviendo su apariencia demoníaca. Las heridas producidas por el fallecido demonio, eran graves, y si no se trataban a tiempo serían mortales.

Asmodeo aplaudió un par de veces mientras se ponía de pie. Un movimiento de su mano y el campo de fuerza, junto al cuerpo inconciente de Azazel, desaparecieron. Nadie se atrevió a cuestionar sus acciones.

El duque avanzó hasta los líderes de aquella raza antes maldita. Con pasos felinos y amenazantes. Su mirada oscura hizo temblar a los demonios.

-El duelo terminó y perdieron a uno de los suyos.- los observó a cada uno de ellos, con esa escalofriante sonrisa en sus labios, que podía helar la sangre de cualquiera.- todo por una niña que he aceptado en mi mansión, y que por cierto no pienso liberar.- sus ojos brillaron amenazantes como retándolos a decir algo. Nadie lo hizo, ninguno era tan estúpido.

Los antiguos demonios, intercambiaban discretas miradas, pero ninguno decía palabra alguna. Los duques no les tenían especial afecto. Y Asmodeo era uno de los que menos aceptaba que estuvieran de regreso.

-Espero que dejen de intentar sacarla de mi mansión, a menos claro que quiera enfadar a Belfegor, ya que ha sido le quien la ha recomendado.- la sola mención del duque de la ira fue suficiente para helar la sangre de todos.

Asmodeo desapareció envuelto en una llamarada. El silenció reinó el lugar por completo. Los líderes lunatians abandonaron el lugar con rapidez. Mientras que los descendientes del fallecido recogían los restos del lugar de la batalla. Ahora habría una gran dispuesta entre los varones por el título de líder de la familia, y tal vez por ocupar el lugar en el círculo de líderes que se acababa de crear.

Iseth observó a la recién llegada. Era más alta que ella, con largo cabello negro, y ojos de obsidiana. Su mirada de rubí la estudió, definitivamente era una kurohi, una de sangre pura, lo que significaba que en su sangre iba un odio natural a los lunatians.

-¡Que peste!- exclamó arrugando la nariz en un exagerado gesto de asco.
-Seguramente necesitas un baño.- respondió sin inmutarse.

-¡No te atrevas a dirigirte a mí de esa manera!- chilló molesta. – tú, repugnante lunatian, no tendrías que estar en este lugar, tendrías que haber permanecido en tu inmundo pedazo de infierno.

-Mi inmundo pedazo de infierno ahora es este. Y tendremos que compartirlo.- su tono era despreocupado, sin embargo aquello le estaba costando. Lo único que deseaba era golpear a esa demonio hasta la extenuación.

-Eso debe ser un error, no es posible que tenga que compartir habitación contigo.

-Seguro, mientras tanto puedes dormir fuera, te aseguro que me tiene sin cuidado.-se levantó y caminó hasta la puerta, alzó la barbilla orgullosa, posando sus ojos de rubí en la kurohi.

Salió de ahí antes de perder su autocontrol, esa estúpida kurohi la ponía de mal humor. Comenzó a avanzar por el largo corredor tapizado de puertas. Pero no logró llegar más lejos. Un terrible dolor atravesó su cuerpo, haciéndola caer de rodillas. Las manos aferraban su pecho con fuerza. El dolor era agónico, como si estuviese muriendo.

Observó atónita como su ser entero temblaba. Era como si su vida se estuviese esfumando lentamente. La cabeza le dio vueltas y sintió como su cuerpo se ladeaba, hasta estrellarse contra el frío suelo. Su piel se enfrió violentamente. Y su vista estaba tan borrosa que sólo distinguía manchas. Cerró los ojos quedando en completa oscuridad. Entonces lo vio, el cuerpo destrozado de Azazel, flotando en la oscuridad. Y supo que estaba sintiendo su dolor en carne propia.

Como parte del pacto de sangre, estaba tan íntimamente conectada con él, que sentía como si fuese su vida la que se esfumaba. Cuando fue consiente de eso, pudo desvincularse del sufrimiento lo suficiente para poder hablar.

-¡Azazel!- gritó el nombre aún tirada en el suelo con los ojos cerrados.

El cuerpo de Azazel fue transportado a la mansión de la ira, quedando inconciente en medio de uno de los patios de entrenamiento. Los demonios cesaron su práctica, y observaron estupefactos el cuerpo maltratado del lunatian. Una voz sonó la alarma, y de inmediato las hechiceras del lugar trasladaron al herido dentro de la mansión.

Todos comenzaron a murmurar, sobre quien habría sido el responsable de dejar en tal estado al lunatian, siendo uno de los mejores guerreros de la mansión. El alboroto en los patios de entrenamiento alertó al duque sobre lo que sucedía. Se disponía a ir a donde el lunatian era atendido, cuando sintió una presencia aparecer detrás de él.

-No me digas que estás preocupado por tu mascota.- murmuró Asmodeo.

-No es mi mascota.

-Parece serlo.

-¿Qué haces aquí, no tienes obligaciones que atender en tu mansión?- aventuró esperanzado.

-No realmente, se las pueden arreglar sin mí.

-¿Qué le has hecho a Astaroth está vez?- preguntó girándose, con los ojos ambarinos clavados en los oscuros de su visitante.

-Nada…- murmuró molesto. Lo habían descubierto.
-Tendría que preguntarle directamente a ella.

-No serias capaz…-

-Créeme por deshacerme de ti lo sería.- respondió con esa mirada suya que aterrorizaba a cualquier demonio que la contemplara.

Asmodeo no se atrevió a seguir azuzándolo. Ya podía visualizar al duque de la ira visitando a la duquesa de la soberbia para saber el motivo de su exilio temporal de la mansión de ella. Era bien sabido que los duques de los celos y la soberbia gustaban de pasar largas temporadas juntos. Sin embargo cuando Astaroth se molestaba, vetaba al moreno de su mansión. Poniéndolo de mal humor. La pelirroja tenía un gran temperamento y cuando estaba enfadada era mejor dejarla en paz.

Llevaba demasiado tiempo vetado de la mansión de la soberbia, y su vida se volvía aburrida. Extrañaba esas salvajes noches de pasión con la duquesa, y sin embargo ella parecía indiferente a todo. No deseaba verlo. La discusión había comenzado por una tontería que a estas alturas Asmodeo había olvidado. Por ese motivo andaba tan irritante últimamente, haciendo visitas e intentando distraerse sin mucho éxito.

Todo había sido en vano hasta que se topó con aquella pareja lunatian que prometía mucha diversión, y hasta ahora había cumplido con el propósito de distraerlo. Pero ahora estaba acabando con la paciencia de Belfegor y eso podía ser peligroso. Aunque era bien sabido que había cierta tensión entre él y Astaroth, era muy factible que fuera a verla con tal de deshacerse de Asmodeo. Y entonces la pelirroja se molestaría aún más y no dejaría volver al duque de los celos por mucho tiempo. El sólo pensarlo le hizo sentir un escalofrió.

-De acuerdo, me voy. Pero deberías estar agradecido por traerte de regreso a tu mascota.- comentó con voz seca. Dio media vuelta y desapareció, aún le quedaba la joven lunatian para divertirse.

Cuando lo vio desaparecer, Belfegor casi suspiró aliviado. Justo en aquellos momentos lo último que deseaba era tener a Asmodeo revoloteando por ahí, causando problemas. Se encaminó a ver al lunatian.

Planeaba tener una charla con Baal. Ella era la duquesa de la lujuria, y su pareja. Además de ser la mejor amiga de Astaroth, ella sabría las causas de la pelea entre los duques y tal vez podría interceder por Asmodeo. Aquella pelea le causaba molestias a él también, pues tenía que soportar al duque de los celos más de lo necesario.

Imaginó a Astaroth molesta. La pelirroja era de armas tomar. Más de una vez se había enfrentado a ella, y era una dura rival. Se alegró de no haber tenido que ir a verla, aunque antes de hacerlo, habría preferido tener que cortarle el cuello a Asmodeo.

La duquesa de la soberbia tenía cierta animadversión contra él, y desde luego él no estaba muy feliz con su actitud y sus acciones. La causa de tal tensión entre ambos, era nada más y nada menos que Baal. Una historia larga, que prefreía no recordar, y dejarla enterrada en el pasado, por seguridad del infierno y sus habitantes.

Azazel, sintió como su cuerpo aterrizaba en el suelo arenoso. Gimió cuando su piel lacerada era tocada por pequeñas rocas. Intentaba abrir los ojos pero no lo lograba, sentía su mente caer en una profunda oscuridad, y lentamente se fue desconectando de su cuerpo. Dejándose llevar por el dolor.

Cuando creía estar dando su último aliento, escuchó la voz angustiada de Iseth. Pudo distinguir sus singulares ojos en medio de la oscuridad, y entonces volvió a tomar conciencia de su cuerpo y sus heridas.

Abrió los ojos mientras un grito de dolor escapaba de su garganta. Sus pupilas fueron lastimadas por la intensa luz del lugar. De inmediato sintió unas manos devolverlo a la cama donde se encontraba. Las sombras que distinguía a penas, fueron tomando forma lentamente. Las hechiceras murmuran cosas inteligibles. Sentía demasiadas manos moverse por su cuerpo. Suturando, limpiando, y algunas más tocando más allá de lo necesario. Estaba muy cansado para protestar, se dejó hacer.

El grito de Iseth alertó a los demonios cercanos, algunos salieron de sus habitaciones. Contemplaron a la joven lunatian en el suelo, encogida, con los ojos cerrados y una expresión de dolor intenso. Nadie pareció hacer nada para ayudarla.

La lunatian abrió los ojos cuando sintió la punta de un pie golpear su espalda. Vio varias caras observándola fijamente. Se puso de pie a pesar de seguir mareada y un tanto adolorida. Los murmullos comenzaron de inmediato. No se quedó a escuchar, con toda la entereza que pudo se dirigió a su habitación. Por suerte su compañera parecía haberse ido.

Se dejó caer en la cama. Cerró los ojos intentando visualizar algo pero le fue imposible. Lo último que había visto antes de sentir el pie en su espalda, fue un par de ojos ambarinos abrirse. Al menos sabía que Azazel había despertado. Aún así estaba preocupada.

-No seas tonta…- se dijo a si misma. Si Azazel hubiese perdido no estaría con vida. Pero estaba bastante lastimado.

Se llevó una mano al pecho. Todo eso del pacto de sangre y el juramento era más profundo de lo que había imaginado, el lazo que ahora los unía era intenso, tanto que podían sentirse el uno al otro aunque estuviesen tan lejos. Era frustrante no poder controlar la conexión.

Paso un largo rato antes de que el dolor en su pecho desapareciera por completo. Entonces la imagen de su padre vino a su mente. Su mirada despreciativa, y su fría indiferencia. Pensó también en sus hermanos y el lío que estarían armando para establecer al nuevo líder de la familia. Una sonrisa apareció en sus labios. Cualquier lazo existente se había roto.

Ahora formaría una familia propia, y entonces evitaría que se convirtiera en algo como lo que ella había visto y vivido. Una de sus manos sujeto el colgante en su cuello con fuerza. Se acomodó en la cama y comenzó a dejarse llevar por el sueño. Cuando Azazel estuviera bien él se lo haría saber.

En medio de su sueño se vio caer en un abismo sin fin. Gritó desesperada intentando sujetarse a cualquier cosa para evitar la caída. Entonces su cuerpo se detuvo, quedando suspendido en aquel abismo. En medio de la oscuridad vio relucir un par de ojos amarillos.

-¿Azazel?

Vio al demonio materializarse frente a ella. Su torso estaba vendado por completo, y su rostro mostraba arañazos y moretones. Comenzó a acercarse hasta donde ella estaba. Iseth logró incorporare y se lanzó a su encuentro.

-¿Estás bien?- preguntó angustiada. Toqueteando el cuerpo en busca de las heridas. Pero era extraño, no sentía que tocara nada en absoluto, era como tocar el aire.

-Estoy bien. Regresa ahora.- ordenó.

Iseth despertó de golpe. Se sentó en la cama y miró a su alrededor. La cama contigua estaba ocupada, al parecer su adorable compañera había decidido quedarse. Se llevó una mano a la cabeza. ¿Qué había sido aquello? Por lo visto aquel pacto de sangre tenía muchas consecuencias. Estaba segura que no había sido sólo un sueño.

Se levantó, no le apetecía seguir durmiendo después de aquello. Tomó una ducha y comenzó temprano con su trabajo, así tendría una tarde libre para explorar los alrededores.

Azazel abrió los ojos, y se quedó contemplando el techo de su habitación. Lo habían llevado hasta ahí luego de encargarse de sus heridas. Las hechiceras de la mansión eran más que eficaces, habían usado pociones para acelerar su capacidad de regeneración. Luego de unas horas de sueño las heridas habían mejorado bastante. Por lo menos podía mantenerse acostado sobre su espalda sin sentir aquel punzante dolor.

Su pecho era asunto aparte. Eso tardaría en curarse las garras de un lunatian eran más que mortales, aquella herida le habría costado la vida si no hubiese sido intervenido a tiempo. Aún se preguntaba por que el duque de los celos se había tomado la molestia de llevarlo hasta la mansión de la ira.

Belfegor le había otorgado un par de días para guardar reposo, el lunatian quiso oponerse pero una sola mirada del duque basto para hacerlo callar. No le era útil si se encontraba en tal mal estado. Desde luego había algo de preocupación en el duque, a veces se dejaba conquistar por los encantos de los demonios y sus habilidades. A pesar de que ya había salido desilusionado más de una ocasión. Y aquello daba pie a muchas burlas por parte del resto de los duques.

Los días pasaron lentos y aburridos para Azazel. Cuando se vio recuperado lo suficiente para reincorporarse al trabajo no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción. Le hizo saber a su compañera que se reincorporaría a las filas de los recolectores. El suceso de encontrarse a través de los sueños se repitió a lo largo de los días.

Al parecer su conexión se volvía más fuerte a pesar de la distancia que los separaba. Aunque de todas formas el lunatian no hablaba demasiado. No importaba como se encontraran, en sueños o en carne y hueso, él nunca decía demasiado. Pero aquello era suficiente para hacer llevadera la estancia de Iseth en la mansión de los celos.

Mientras Iseth seguía con su no muy agradable trabajo. Había evitado a su compañera durante los últimos días. En realidad no le apetecía discutir con ella. Pero aquel día parecía no ir muy bien. Por la mañana había iniciado una riña entre los lobos justo cuando ella estaba en medio, por suerte había podido salir casi ilesa. Para evitar ser golpeada por las bestias se había lanzado lejos de ellos, sólo para aterrizar en un gran montón de desperdicios.

Estaba especialmente de mal humor. Había tenido que terminar sus labores antes de poder ir a su habitación, coger algo de ropa y darse un muy necesario baño. El día empeoró cuando al abrir la puerta se topó de frente con su compañera. La joven kurohi llevaba una enorme serpiente enroscada alrededor de su cuerpo.

-¡Que asco!- exclamó retrocediendo ante el aspecto lamentable de la lunatian. La serpiente comenzó a sisear. -¿Cómo te atreves a entrar así?

Iseth la observó detenidamente. Sus ojos de rubí se posaron sobre la serpiente, la piel escamosa era de color marrón con una larga línea roja sobre la cabeza.

-Una domadora de serpientes…- dijo hastiada.- y yo que pensaba que ese era tú olor natural.

-¡No te atrevas a insultar mi trabajo!- bramó, al parecer había tocado un punto sensible.

-Te pasas los días quejándote sobre mi presencia aquí, por que no soy merecedora y blah blah. Además de nunca perder la oportunidad de recordarme que mi raza es inferior a la tuya. Y sin embargo compartes la habitación conmigo. ¿Eso no te convierte en una deplorable domadora de serpientes?, si fueras realmente buena no estarías aquí, basta ya de estupideces, comienzas a estresarme.- su tono había sido rudo y directo.

La kurohi no atinó a decir nada, pero su rostro estaba rojo por la furia. Se lanzó contra la lunatian, un golpe certero contra su rostro. Fue evadido por escasos centímetros. Iseth regresó el golpe, acertando justo en el abdomen de la morena, sin golpear al animal alrededor suyo. En fuerza física los lunatians eran superiores, y había quedado bastante claro.

El golpe la había dejado sin aliento, terminó tirada sobre la cama, intentando recuperarse. La lunatian le dedicó una fría mirada, tomó un par de prendas y salió del lugar.

Ya en las duchas, lanzó un largo suspiro. Había estado cerca de recibir el impacto, había sido más instinto que nada. Se dio cuenta que realmente nunca se había preparado para pelear con alguien, siempre había estado protegida por los varones lo quisiera o no. Y en caso de hallarse sola siempre confiaba en los dragones o en los lobos para ayudarla. Meditó sobre sus posibilidades de ganarle a la kurohi en un encuentro. La otra tenía de ventaja sus poderes, y ella el puro instinto, con suerte, las cosas se calmarían Lo que menos quería era iniciar peleas y darle al duque alguna razón para echarla. Pues aún no confiaba en que su estancia estuviese definida.

Su piel comenzaba arrugarse por estar demasiado tiempo baja el chorro de agua. El resto de demonios que entraban al lugar comenzaban a murmurar cosas sobre ella. Aunque desde luego aquello no era nuevo, Iseth los ignoró, como lo hacía normalmente.

Pasados largos minutos finalmente salió de las duchas. Cambio sus ropas y dudó un momento en volver a su habitación. No por que temiera a la kurohi, si no por que no quería dar motivos para que la echaran del lugar.

Decidió que pasaría la noche fuera. Después de todo dormir a la intemperie no era algo que no hubiese hecho ya. La noche era oscura y demasiado calurosa. La joven lunatian estuvo deambulando por los alrededores. A pesar de las altas horas había mucha actividad. Pues algunos demonios acoplaban sus ritmos de vida a los de las bestias que manejaban y muchas eran nocturnas.

La mayoría de los rostros eran nuevos para ella, pero no las expresiones en ellos. Esas siempre eran las mismas. Decidió que observarlos, no ayudaría en nada, comenzó a alejarse a los límites de la mansión, sin adentrarse al bosque, que a esas horas era demasiado peligroso.

Estaba cansada, pero no le apetecía demasiado dormir. Ni tenía la energía o el ánimo para hacer algo más. Terminó tirándose en un claro, recargándose en unas rocas. Y pese a su negativa inicial, se quedó dormida. No era el mejor lugar, ni el más seguro. Y aún así durmió profundamente un par de horas. Antes de despertar sobresaltada.

-¿Pero que diablos?- se preguntó cuando notó el lugar donde estaba.

Se restregó los ojos, se levantó y sacudió sus ropas. Estaba por amanecer. Y pronto tenía que iniciar sus actividades cotidianas. Así que decidió adelantarse. Se dirigió a las cuevas que tenía asignadas. Y se sorprendió de encontrar al demonio que la guiara la primera vez, conviviendo con los lobos.

-¿Qué haces tan temprano aquí?- preguntó el demonio, sin voltear a verla.

-Decidí comenzar mis labores cuanto antes.- comentó sin mucho entusiasmo.

No hubo más palabras. Addu se marchó del lugar en poco tiempo. No sin antes despedirse de la manada que ahí habitaba. Iseth no le dio demasiada importancia y cumplió con sus labores.

Aquellos encuentros se repitieron en las semanas siguientes. Iseth no dormía en su habitación y sólo iba en busca de prendas limpias. Esperaba en cualquier momento la venganza de su compañera, y sin embargo parecía que el asunto había desaparecido en el olvido.

Con el paso de los días notó que Addu ya no la miraba como el resto de los demonios. Con ese brillo de desprecio en los ojos. A veces la observaba con curiosidad y otros con fría indiferencia. Y aquello la desconcertaba, pues se había acostumbrado tanto a las miradas despreciativas que otro tipo de intercambio visual era inquietante.

En el tiempo que llevaba en la mansión no había visto demasiado, un poco de los alrededores y las habituales cuevas de la manada. Pero no se desanimaba, intentaba ser positiva, al menos aún seguía ahí. Aunque su humor iba en picada, no había con quien hablar más que con las bestias, e incluso ellas a veces la ignoraban.

Y ni mencionar los frustrada que estaba. Todo el tiempo que había permanecido en aquel lugar, había estado en total celibato. Y eso si que la estaba volviendo loca. Pero prefería mil veces golpearse hasta la inconciencia a meterse con alguno de los demonios de aquel lugar. No definitivamente, esa idea no era aceptable. Hasta ella tenía sus límites.

Los sueños en los que encontraba a Azazel eran también frustrantes, pues el demonio cortaba el enlace la mayoría de las veces. Y la animaba con escuetas palabras. Y a pesar de que estaba acostumbrada a aquella actitud en aquellos momentos era desconsolador. Actualmente su compañero estaba en una larga ronda en el mundo humano, y su conexión no traspasaba aquella barrera.

La acción que buscaba llegó al ocaso, cuando estaba por terminar su rutina de limpieza. Pronto algunos lobos jóvenes regresaron a la cueva, sobresaltándola. Venían heridos, y dejando un rastro de sangre a su paso. Intentó intervenir, pero recibió una advertencia en forma de gruñido. Pues a pesar de la convivencia los lobos no le tenían confianza suficiente para dejarla tocarlos y mucho menos aún heridos. Decidió que salir de ahí sería lo más sensato. Nada más peligroso que una bestia herida.

Desde luego que quedarse como tonta en medio del lugar sin hacer nada, no era tampoco una idea atractiva. Pero tampoco tenía claro lo que debía hacer, ¿tendría que ir en busca de Addu?, no eso le tomaría demasiado tiempo por que no tenía ni la menor idea de donde se encontraba el demonio.

Decidió investigar la situación por cuenta propia, con todo y los riesgos que aquello conllevaba. Se adentro en la espesura del bosque. Siguiendo el olor de la sangre fresca. En su camino encontró restos de uno de los lobos, estaba claro que había sido obra de otro de su misma especie. Al parecer una manada extraña intentaba apoderarse de aquel territorio. No debía interferir, se lo decía el sentido común, pero una vocecita interna la impulsaba a adentrarse en el bosque e investigar más a fondo lo que ocurría, y por lo visto la vocecita opacaba a su sentido común.

Cuando finalmente llegó al centro de la batalla, se horrorizó con el espectáculo sangriento que se llevaba a cabo. La manada invasora era menos numerosa pero mucho más agresiva. Estaban destrozando a los lobos, y sintió las pérdidas, pues aunque no había sido aceptada por ellos, había convivido lo suficiente para tomarles cierto apreció.

Al parecer la manada había sido sorprendida en mitad de una cacería. Las madres intentaban proteger a sus cachorros, y al parecer ya había varias perdidas. Iseth se enfureció, y por alguna extraña razón que no comprendió saltó desde su escondite para ponerse justo en medio de aquella masacre.
Y ahí estaba ella, desarmada, y rodeada de lobos alterados. Y se le ocurrió que aquella no había sido su mejor idea en mucho tiempo. A su derecha los invasores atacaron a una de las madres, y en un instante la despedazaron, dejando al cachorro indefenso. Y de nueva cuenta la joven actuó impulsivamente, y se lanzó contra el cachorro, evitando por escasos centímetros los ataques de los agresores.

Se dio cuenta que había intervenido en algo que lo le concernía, y ahora el pequeño lobo sería blanco de ambas manadas, su manada no se haría cargo de él y le dejarían morir, mientras que los invasores le matarían considerándole un estorbo, al igual que a ella.

No había manera de hacer frente a aquello en su estado actual. Y sin meditarlo demasiado, lanzó un gruñido de advertencia. Su mandíbula se fue deformando al igual que el resto de su cuerpo. Un pelaje plateado comenzó a cubrir su piel. Se estaba convirtiendo en una loba, al menos así sería capaz de mantenerse viva.

De alguna forma se las ingenió para dividir a los agresores, tres de ellos fueron en su búsqueda. Ella llevaba en el hocico bien afianzado al cachorro que aullaba incontrolable. Aquello fue una locura y una estupidez y no paraba de repetírselo, mientras corría desesperada por salvar el pellejo. No creía que en aquel lugar fuera factible herir a alguna bestia. Era bien sabido que el duque apreciaba más a las bestias que a los demonios y más de una vez había escuchado cosas terribles sobre lo que el duque hacia con aquellos que osaban dañar a sus fieras.

Todo aquello la estaba dejando sin posibilidades, y las cosas no pintaban bien. Con suerte la manada sería lista y aprovecharía la pequeña ventaja que les había concedido y con más suerte aún irían en su ayuda, pero eso era demasiado pedir.

Sus pensamientos la estaban alejando de la realidad y eso afectó sus sentidos. En un instante que su guardia estuvo baja, los lobos que la perseguían la atacaron. Las poderosas mandíbulas mordieron sus patas y rasgaron su piel. La sangre salpicó en todas direcciones. Sus ojos rojos observaron impotentes como los tres enormes lobos se le abalanzaban encima a ella y al pequeño que llevaba en el hocico.


CAPÍTULO VI

Iseth en su forma de loba aulló de dolor cuando sintió su piel siendo destrozada por poderosas mandíbulas. Soltó al pequeño lobo. Pero de inmediato se puso sobre él. El cachorro tendría alrededor de sesenta centímetros de estatura, mientras que ella tenía los dos metros de un lobo adulto.

Cuando creyó que no tenía forma de escapar de aquello a menos que atacara, la ayuda cayó del cielo. Literalmente. El enorme dragón con el que había hecho amistad tomó con sus poderosas garras a uno de los lobos, y lo devoró en un santiamén. Los lobos restantes huyeron del depredador para conservar la vida. La enorme bestia le dedicó una mirada a la joven antes de ir tras los lobos.

Iseth se quedó de piedra. El dragón la había reconocido aún en su forma animal. Y le había ayudado. O tal vez sólo había sido una coincidencia. En aquel momento no estaba segura. Decidió que lo meditaría más tarde, salió de los límites del bosque con demasiado esfuerzo. Pues tenía que evitar al resto de los depredadores que ahí habitaban. Además sus heridas eran una clara invitación a ser blanco de algún ataque.

Terminó llena de fango y ramas secas pegadas a su pelaje. Pero finalmente consiguió salir. No pudo regresar a las cuevas pues al verla con el cachorro se le irían encima con intenciones de devorarlo. No había manera de regresarlo con la manada, la única opción que tenía era llevarlo consigo.

Estaba exhausta. Terminó tirándose en un claro alejado de las cuevas. Su transformación terminó dolorosamente. Regresó a su apariencia demoníaca. Tenía las piernas destrozadas. Y su piel lucía más pálida de lo habitual.

Con mucho esfuerzo se levantó. Miró al cachorro y vio lo asustado que estaba. Lo acercó a ella y acarició el pelaje ensangrentado y sucio.

-Tranquilo, todo estará bien.- le susurró pero realmente no sabía que pasaría después. Había intervenido en algo que no le concernía y tendría que ver que consecuencias acarrearía.

Pero no era el momento para pensar en eso. Estaba herida, desnuda y con un cachorro de lobo. Lo mejor sería salir de ahí. No le fue fácil, el lobo estaba demasiado asustado así que tuvo que cargarlo. Y sus piernas destrozadas no le hacían las cosas más fáciles.

Llegó cojeando a la entrada principal, dejando a su paso surcos carmesí. Su cabello estaba ensangrentado y llenó de suciedad. Así de largo como lo llevaba tapaba bastante piel. Desde luego había bastante a la vista y no fue pasada por alto por todos los demonios que encontró a su paso. Pero ninguno hizo intentó de ayudarla o preguntarle que había sucedido. Tampoco es que ella esperara tal cosa.

Se arrastró hasta las duchas con todo y el pequeño lobo. Los metió a ambos bajo el chorro de agua para limpiar la suciedad. Increíblemente el lobo se mantuvo quieto. Ella limpió sus heridas. Sus piernas estaban hechas jirones. Se lavó como pudo, y dejó que el lobo se limpiara a su manera. No estaba herido de gravedad. Sólo los rasguños de ir a alta velocidad en medio de la maleza.

Se levantó con dificultad, y el lobo está vez si la siguió, al parecer estaba tomando más seguridad. La joven agradeció aquello pues no se sentía con fuerza para volver a cargarlo. Anduvo con esfuerzo hasta su habitación. Así, desnuda y escurriendo agua y sangre, seguida de un cachorro. Los murmullos y comentarios no se hicieron esperar. Pronto la mansión entera estaría enterada.

Para su buena suerte su compañera no estaba. Se dejó caer en la cama, buscando a tientas vendas en su mesa de noche. Vendó sus heridas para detener el sangrado e ingirió un par de almas encapsuladas.

Observó al pequeño lobo en el suelo y le hizo una señal para que subiera a la cama. El pequeño obedeció. Entonces Iseth lo observó, su pelaje era negro pero tenía una pequeña mancha gris que iniciaba en medio de los ojos hasta la altura de las orejas. Era una marca muy peculiar.

Podía pasar más tiempo observando fascinada al pequeño lobo pero estaba muy cansada. Se dejó caer de lado en la cama y se durmió casi al instante. El lobo se acomodó junto a ella, y así completamente mojados se quedaron dormidos. Sin saber lo que les depararía al día siguiente.

Iseth abrió los ojos, el dolor de las heridas la había despertado. Sintió el cuerpo peludo del lobo a su lado. Se incorporó lentamente. Acariciando la cabeza del cachorro. Y entonces su mirada se alzó y su boca se abrió sorprendida, en un intento de decir algo, pero no lo logró. Su mirada era de estupefacción y miedo todo al mismo tiempo. Ni siquiera fue conciente que estaba completamente desnuda.

-Por fin despiertas.- se escuchó una voz sombría, era el duque Asmodeo quien estaba frente a ella, con los brazos cruzados y un ceño oscurecido por completo.

-Duque…- logró articular finalmente.
-Parece que has tenido una noche entretenida.

-Yo… yo puedo explicarle…

-No te he autorizado para que hables.- le cortó secamente, y la joven se calló al instante.- Has actuado imprudentemente al intervenir en una pelea territorial. No era asunto tuyo.

El duque observó al pequeño lobo que se había puesto protectoramente frente a la joven. Los animales no le temían. El pequeño compartió sus recuerdos con Asmodeo para que viera él mismo lo que había ocurrido. Sin embargo el ceño oscurecido no desaparecía.

-Tu intervención otorgó la victoria. Y salvaste la vida de ese pequeño, que no podrá regresar con su manada. Te harás cargo de él.- la observó, estudiándola.- Has tenido suerte esta vez, pero no olvides que actuar sin pensar puede costarte tu estadía en este lugar.- y sin más desapareció.

La joven quedó atónita sin terminar de comprender que había sucedido ahí. Observó al cachorro que a su vez la observaba a ella.

-Supongo que estoy en deuda contigo…- murmuró y acarició su cabeza. Pensar que esa adorable criatura terminaría convertido en una fiera asesina.

Se levantó de la cama y se vistió, su cabello era un desastre, lo sujetó en una coleta, pues no tenía tiempo de hacerle algo más.

-Necesitas un nombre…- murmuró observando al pequeño lobo.- Seth, suena bien, ¿Qué te parece?- preguntó buscando aprobación.

El lobo no hizo seña alguna de que le desagradara, así que desde ese momento su nombre sería Seth. Ahora lo difícil sería cuidarlo. Durante el día ella pasaba su tiempo en las cuevas y definitivamente llevarlo ahí no era buena idea. Lo dejó en la habitación por aquel día, y ocuparía la tarde para pensar que hacer. Le llevó comida antes de irse a sus labores, y le pidió que se portara bien, esperando que le hiciera caso.

Antes de llegar a la guarida de los lobos. Se dio cuenta que Addu estaba ahí, a pesar de que ya era tarde. Se acercó cautelosa.

-Llegas tarde.- apuntó el demonio.

-Lo sé.

-¿Cómo está el pequeño?

-Bien, no tiene heridas graves.

-Te arriesgaste demasiado.- se comenzó a acercar hacia ella.- Interviniste en una lucha territorial. Y saliste ilesa.

-No diría eso…- comenzó a hablar, realmente no había salido ilesa, había salido viva.

-Estás viva, si hubieras atacado a los lobos, en estos momentos servirías de alimento.

-Lo sé, he escuchado lo que sucede cuando un demonio ataca a una bestia en este lugar.

-Aún así, te contuviste.

-Tuve suerte.- admitió, desde luego que la había tenido. El dragón había llegado a tiempo para salvarla.

-Te arriesgaste por la manada, y evitaste más muertes, y por ello estoy en deuda contigo.- dijo finalmente. Como si aquello le hubiera costado más de lo que parecía.

Iseth abrió la boca sorprendida, y enseguida volvió a cerrarla. No podía creer lo que estaba ocurriendo. Observó atentamente a Addu, su mirada estaba distinta, no la observaba con aquel asco acostumbrado. Definitivamente su intervención de la noche anterior, había traído muchas sorpresas. Ahora el demonio le debía una, y no le regresaría su palabra. Haría valer aquello cuando realmente lo necesitara.

El demonio no añadió nada más. Se marchó, había esperado por ella para hacerle saber su deuda y nada más. Al llegar había encontrado a la manada diezmada y muchos heridos. Se hizo cargo de las curaciones y escuchó la historia. Aquella manada era su responsabilidad y ahora estaba en deuda. Aún así su visión sobre la joven lunatian había cambiado considerablemente. Tal vez aquella raza no fuera tan desagradable después de todo.

La joven permaneció en el mismo sitió durante unos minutos, intentando digerir todo lo que estaba pasando. Realmente no pudo más. Creó un cuervo y escribió todo lo que había pasado la noche anterior. Vio al ave volar rumbo a la mansión de la ira. Y deseó que Azazel estuviera ahí.

Azazel había comenzado una nueva ronda en el mundo humano. Últimamente estaba lleno de trabajo. Al menos no había sido requerido nuevamente ante la presencia de los líderes de su raza. Eso era algo menos de lo que preocuparse. Sin embargo estar alejado del infierno lo inquietaba, si Iseth lo necesitaba no sería capaz de comunicarse con él. Las pequeñas dudas que lo asaltaban eran apaciguadas por su confianza en las habilidades de su compañera.

Cuando su ronda finalmente terminó abrió un portal al infierno. Llevaba un buen número de almas. Y se sentía satisfecho con su trabajo. No era el mejor de los recolectores, pero para ser un principiante lo llevaba bastante bien. Aunque siempre necesitaba largas horas de sueño y comida para reponer toda la energía gastada. Aún requería entrenamiento para poder soportar las intensas jornadas entre los mundos sin tanto desgaste físico.

Atravesó el portal. Al poner un pie en el infierno un intenso dolor lo atacó. Sus piernas perdieron fuerza y cayó de rodillas. Soportó todo el sufrimiento de Iseth durante su ataque en tan sólo unos segundos. Su respiración era entrecortada y su cuerpo entero estaba temblando. Se mantuvo en el suelo unos instantes, estaba en los alrededores de la mansión. Pues la estructura estaba protegida mágicamente y nadie podía transportarse directamente a ella.

Un cuervo fue a su encuentro. Con esfuerzo alzó una mano para recibir al ave. Leyó el mensaje de Iseth. No supo realmente como asimilar toda esa información. Ahora sabía que tan herida había resultado. Pero al parecer a ella no le preocupaban demasiado las heridas físicas.

Se sentía terrible, era como estar pagando con dolor el haber permitido que Iseth sufriera daño alguno. La conexión entre ellos crecía a cada instante y el comenzaba a pagar por cada descuido a su compañera.

Después de recuperar la energía suficiente para ponerse de pie. Llegó a la mansión entregó sus almas y fue directo a su habitación. Cayó rendido sobre la cama. Su cuerpo entero dolía, pero sobretodo sus piernas, parecían arder por dentro.

Cerró los ojos y se concentró en abrir la conexión mental que compartía con Iseth. Buscó en lo recóndito de su mente, hasta que encontró un punto luminoso, y lentamente fue visualizando el rostro de la joven lunatian.

Era de noche e Iseth terminaba con la limpieza asignada. Había estado horas dando vueltas en círculos y hablando consigo misma. Intentando calmarse hasta recibir una respuesta de su compañero. Pero no la recibió, así que decidió intentar controlarse, ponerse a trabajar y evitar más problemas.

Estaba sentada afuera de la cueva, con los utensilios de limpieza a un lado. Cerró los ojos por un momento y entonces sintió un tirón. Jalándola hacia un oscuro túnel. Sintió flotar y en medio de la oscuridad reconoció a Azazel. El lunatian se acercó a ella, quedando frente a frente. La estudio de pies a cabeza, cerciorándose de su estado actual. Al parecer las heridas curaban a la perfección y el dolor era soportable.

-¡Azazel!- gritó emocionada. Y se lanzó a abrazarlo, a pesar de que realmente no sentía como si lo tocase.

El joven demonio permaneció en silencio mientras su compañera lo ponía al tanto de todos los pormenores. La escuchó paciente quejarse de todo lo que le molestaba en aquel lugar, pero también notó el entusiasmo que la embargaba por poder tener aquella oportunidad.

-Lo peor sin duda es la ausencia de un cuerpo junto al mió.- suspiró.

-Búscate un amante.

-Lo dices como si fuera tan fácil.

-Lo es. Nunca has tenido problemas para conseguir uno.

-Es diferente, los demonios aquí me ven como la peor de las plagas. Y juro que prefiero que me corten en tiras a dejar que alguno de ellos me toque.

Azazel la observó con aquella fría mirada. Como advirtiéndole que pronto no pondría tantos impedimentos y buscaría un amante, si no quería seguir siendo su propia compañera en noches solitarias.

-¿Cuándo podré verte?- preguntó con la esperanza de poner fin a su tortura.

-No pronto, lo sabes.

-Sí, lo sé.- suspiró, sabía que la presencia de su compañero en la mansión de los celos sería perjudicante. Le daría al duque una excusa para seguir con el tema de lo problemáticas que eran las hembras lunatians.

-Oscurece. Es hora de irme.- dijo sin más y en un instante el contacto había terminado.

Iseth maldijo por lo bajo. Odiaba cuando él hacía esas cosas. La dejaba de repente y ella terminaba sintiéndose vulnerable. Se puso de pie. Al menos había podido decirle todo aquello que la atormentaba e inquietaba.

Observó el cielo, comenzaba a oscurecer. Era hora de regresar. Seth había estado mucho tiempo solo y necesitaría un poco de atención. Comenzó a avanzar hasta la mansión. La charla con su compañero había mejorado su ánimo.

Azazel seguía acostado en su cama, con los ojos fijos en el techo. La frente perlada de sudor y las manos temblorosas. Aquello había sido la razón para que terminara el contacto. No podía mantener su estado oculto de su compañera por más tiempo. Y no quería que ella se enterara de su situación actual.
Era extraño que él sacrificara tantas cosas por ella. No la amaba. Ni siquiera creía que el amor pudiera alcanzar a los de su especie. Pero si le tenía afecto. Después de todo, durante años había compartido con ella más que con cualquiera.

Y sin embargo el precio por darle lo que ella deseaba era elevado. Ahora recordaba por que nunca quiso la responsabilidad de una compañera. Con el paso del tiempo su vínculo no haría más que aumentar. En algún momento, él recibiría todo el dolor y sufrimiento de ella. Como un castigo por no cumplir su juramento de sangre.

Desde luego ahora el hecho de que el resto de los lunatians mantuvieran a sus compañeras en una jaula dorada, tenía sentido. Nadie en su sano juicio preferiría sufrir aquel dolor, a mantener protegidas a sus compañeras.

Se incorporó como pudo. Localizó el frasco con almas que descansaba sobre el escritorio. No pudo evitar contemplar por un momento la fotografía de Iseth.

Ingirió una buena cantidad de almas, para reponer toda la energía gastada. Se arrastró hasta el baño y fue deshaciéndose de sus ropas. Observó sus piernas, oscuras manchas las cubrían, una variedad de morados y verdes. Se dio una ducha rápida y salió de su habitación rumbo al comedor. Si quería sobrevivir a todo ese desgaste físico debía ingerir algo más que sólo almas.

Iseth llegó a la habitación y encontró al pequeño lobo arrinconado en su cama. Con la mirada aburrida. La lunatian abrió la boca pero la cerró enseguida. El lugar entero era un desastre. Las sabanas de ambas camas estaban esparcidas por doquier convertidas en tiras de tela. Los escasos muebles estaban destrozados. Para ser un pequeño cachorro sus mandíbulas parecían bastante fuertes.

Se acercó lentamente hasta la cama. Intentando armar alguna frase coherente pero era imposible. Se sentó al borde y estiró la mano. Seth fue hasta ella.

-Esto es un problema, ¿sabes?- murmuró mientras acariciaba la peluda cabeza.

El pequeño la observaba sin acabar de comprender la situación. Él sólo había encontrado la manera de distraerse en medio de aquellas largas horas de soledad. Ahora Iseth tendría que encargarse de limpiar todo ese desastre.

En medio de su planeación la puerta se abrió y entró su compañera. Podría jurar que sus ojos estaban a punto de salirse de sus orbitas. Observó furiosa como todas sus posesiones habían sido reducidas a basura. Sus oscuros ojos llameaban furia.

Su rostro giró buscando al culpable. Y entonces vio a ambos: lunatian y lobo. El pequeño tenía un pedazo de tela en su hocico. Apretó los puños con fuerza, esa pequeña criatura había sido el causante de todo. Observó entonces la habitación completa. Toda había sido destrozada, sin tener preferencia por ninguna de las dos demonios que ahí habitaban.

-¿Está a tu cuidado?- preguntó intentando ocultar la furia que sus ojos evidenciaban.

-Sí.- contestó sin bajar la guardia. Esperaba que estallara en una rabieta en cualquier momento.

-Entonces te harás cargo de limpiar este desastre.- ordenó y enseguida desapareció de ahí.

Iseth permaneció sentada observando la puerta cerrada. No acababa de creer lo que había sucedido. No esperaba una reacción tan pacifica de su parte. Entonces se dio cuenta de que el culpable había sido Seth, y eso le hacía imposible tomar venganza o algo parecido. En la mansión estaba estrictamente prohibido maltratar a las bestias.

Sin demasiado entusiasmo comenzó a levantar todas las cosas arruinadas y las fue amontonando en medio del lugar. Al parecer todo había sido alcanzado por las destructoras mandíbulas y garras del pequeño lobo.

Aquello le dio la oportunidad de conocer un poco más sobre la mansión. Realmente conocía poco casi anda sobre el lugar que ahora habitaba. Su rutina era limpiar, dormir, y así sucesivamente. Dejó toda la basura donde creyó conveniente. Esperando que realmente fuera el lugar correcto. Lo recomendable sería preguntar y salir de dudas, pero no esperaba que alguien quisiera ayudarla. Así que había decidido ahorrarse la molestia.

En su aventura para limpiar el desastre en que su habitación se había convertido, Seth la acompañaba a todos lados. Le llevó varias horas poner todo en orden, y conseguir reemplazar los muebles dañados.

Decidió entonces que una habitación no era el mejor lugar para estar con Seth. Así que esa noche durmieron bajo la luz de la luna.

Los días siguientes fueron caóticos. No podía dejar a Seth en la habitación, pero tampoco podía llevarlo con ella. Finalmente encontró un lugar seguro dentro de la mansión donde le lobo podría estar libre pero seguro. Mientras ella trabajaba.

No había vuelto a encontrarse con Addu. Pero a veces podía oler su aroma en el aire. Él la observaba en ocasiones pero no se acercaba hasta que ella se había marchado. La manada se mostraba más amigable con ella.

En general las cosas parecían haber mejorado. Ya no había vuelto a ver a su compañera. Aunque en realidad sólo iba a su habitación por ropa limpia. Pasaba las noches en la intemperie, enseñándole a Seth como sobrevivir en aquel ambiente. Aunque muchas veces era el lobo quien le enseñaba a ella un par de trucos nuevos.

El tiempo transcurría a una velocidad de vértigo. Y cada vez se adaptaba mejor a aquel lugar. Ya había recorrido la mansión entera, al menos las partes a las que podía acceder. Conocía los alrededores bastante bien. Y había tenido contacto con muchos de las bestias que ahí habitaban.

Sus tareas cada vez eran menos. Y el tiempo libre era más amplio. Aunque realmente nadie hablaba con ella. Aprendía de observar al resto de los demonios trabajar con las diferentes bestias. Mientras Seth crecía a una velocidad sorprendente. Al menos había crecido quince centímetros. Y sus instintos se despertaban igual de rápido.

Sus encuentros con Azazel eran más frecuentes. Aunque la actitud de su compañero no cambiaba. Al menos estaba feliz de que la escuchara. Sin embargo a veces pensaba que le ocultaba algo. En muchos de los encuentros él mantenía su imagen borrosa. Como si no quisiera que ella notara algo. Había intentado insistir pero él le había cortado el tema tajante.

Después de una larga temporada de dormir a la intemperie, Iseth necesitaba un poco de comodidad. Había decidido pasar esa noche en su habitación. Pero le había advertido a Seth que se comportara. Ciertamente ella gustaba de pasar las noches fuera. Pero también estaba acostumbrada a ciertas comodidades.

El olor a serpiente inundo sus fosas nasales nada más entrar en la habitación. Su mirada recorrió el lugar. Su compañera no estaba, al parecer no había dejado de ir luego del incidente. Se imaginaba lo feliz que estaba de no tener que compartir la habitación. Con cautela entró al lugar. El lobo comenzó a gruñir sin querer seguirla.

-¿Qué sucede?- preguntó olisqueando el aire. Pero no encontraba señal alguna de peligro. Sólo el inconfundible aroma a serpiente.- Entra.- ordenó. Imaginó que el pequeño nunca había tenido contacto verdadero con serpientes y el aroma lo ponía nervioso.

Decidió que Seth entraría cuando lo quisiera. Pero no se privaría de la comodidad de una confortable cama. Sin pensarlo demasiado entró en la habitación. Nada más poner un pie dentro una serie de agujas salieron disparadas en su dirección. Intentó esquivarlas pero eran demasiadas. Se clavaron profundamente en su piel.

La lunatian retrocedió lentamente. Las heridas comenzaron a arder, como si tuviera fuego quemándola desde el interior. El dolor se intensificaba a cada segundo y pronto no pudo soportarlo más, cayó al suelo con un estrepitoso golpe. Sus ojos estaban abiertos de par en par, las pupilas dilatadas. Sus miembros quedaron paralizados y todos sus sentidos se vieron afectados. Su visión quedó borrosa y no distinguía más que manchas sin forma. Seth ladraba intentando llamar su atención pero ella ya no lo escuchaba. Pronto todos sus sentidos dejaron de funcionar y cayó en una oscuridad total, dejó de sentir su cuerpo y se sintió flotar en el vacío.

Seth comenzó a ladrar descontrolado. Movía las manos de la lunatian para que reaccionara. Lamiéndolas para llamar su atención. Pero era inútil. Terminó echado a su lado, gimiendo e intentando despertarla. Los demonios que pasaban por ahí no le prestaban la menor atención. De repente se levantó y comenzó a correr. Dejando a la lunatian inconciente tirada en el suelo.

Addu estaba a punto de salir de la mansión cuando Seth se le fue encima. Lo tomó desprevenido así que estuvo a punto de derribarlo. El lobo aferraba con fuerza el pantalón del demonio y lo sacudía en dirección a la habitación de la lunatian.

-¿Qué sucede?- preguntó el demonio. Mientras el lobo rasgaba la tela de su pantalón.

Después de unos minutos de tira y afloja, el demonio finalmente cedió y comenzó a seguir al lobo. Al llegar al pasillo de las habitaciones, se dio cuenta de la débil presencia de la lunatian. La encontró en la misma posición que Seth la había dejado.

Observó la habitación sin llegar a adentrarse en ella. A simple vista todo aprecia normal pero si se ponía suficiente atención se notaban la infinidad de agujas esparcidas por todo el lugar. Aquello había sido una trampa y la lunatian había caído fácilmente.

Tomó a la joven en brazos y desapareció en una nube de humo. Seth comenzó a ponerse inquieto pero enseguida comenzó a correr en busca del rastro de ambos.

Llegaron a la enfermería de la mansión. Las hechiceras encargadas del lugar lo observaron incrédulas. Pero atendieron a la joven sin decir demasiado.

El estado de inconciencia era uno de los efectos del veneno, lo que no era entendible, era el porqué no estaba retorciéndose de dolor. Aquel veneno no era mortal pero causaba mucho dolor y la carne tocada era corroída de inmediato. Y sin embargo al lunatian sólo estaba inconciente. Las hechiceras no podían explicarse aquello.

A pesar de las interrogantes que tenían, las hechiceras cumplieron con su parte y administraron el antídoto. En pocos minutos Iseth despertó. Las hechiceras le explicaron lo ocurrido, no por que fueran amables, si no por que era su trabajo. También le hablaron sobre lo raro de su situación.

Las dudas de Iseth se dispararon. Salió de la enfermería a toda prisa. Ni siquiera presto atención a Seth que la seguía de cerca. Encontró un lugar donde sentarse y entonces se preparó para iniciar una conexión con Azazel.

Cerró los ojos intentando vislumbrar la luz que conectaba ambas mentes. Pero era más difícil de lo que esperaba. Finalmente después de muchos intentos logró entrar en la mente de Azazel. Lo que vio la dejó helada. Su compañero permanecía inconciente. Su cuerpo presentaba las mismas heridas que ella había recibido, la piel estaba corroída, profundizando el daño.

La verdad de su situación como compañeros le cayó como una bofetada. Las razones por las que las hembras lunatian permanecían en una jaula de oro ahora tenía sentido. Eran los varones quienes recibían la mayor parte del daño si sus compañeras sufrían herida alguna.

-¡Azazel!- gritó frenética dentro de su mente.

El lunatian respondió aún en la inconciencia. Como si la voz de su compañera fuera un ancla para mantenerse ahí.

-Iseth…- murmuró. Intentando visualizar algo en aquella espesa oscuridad.

-¿Por qué?- preguntó ella angustiada e incrédula. Él reconoció la angustia en su voz y supo que haría alguna tontería.

-No lo hagas…- ordenó.

-Ya es tarde.- fue su respuesta y esta vez fue ella quien cortó la conexión.

Iseth abrió los ojos. Su mirada furiosa lanzaba chispas ensangrentadas. Seth se sintió intimidado por el aura agresiva que la rodeaba. Se levantó de un salto. Comenzó a avanzar, con su sentido del olfato abierto del todo, buscando aquella presencia. El olor a serpientes y demonio.

Llegó hasta su habitación y desde ahí siguió el rastro de la kurohi. Sus caninos habían crecido, dándole un aspecto amenazador, y sus manos medio deformadas lucían como mortales garras. Cuando finalmente encontró a la dueña de aquel peculiar aroma una siniestra sonrisa se dibujó en sus labios.
 
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Tensai_Sama
view post Posted on 2/11/2008, 20:05




Muy interesante, Kuchi. Se nota que le pones ganas. Largo el capitulín. A ver cuando tenemos conti!!! :party:
 
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Kurai18
view post Posted on 4/11/2008, 17:08




:GLÑ: Gracias Tensai wapa~~~pues si le pongo empeño xD por que casi no tengo tiempo así que cuando tengo hay que echarle ganas *-*. Ya tengo el siguiente escrito... pero aun no releo y como lo escribí de corrido xD a saber que escribí >__< espero darme un respiro para poder corregir y actualizar~~

Puxurros~~ :what:
 
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TeHK
view post Posted on 12/1/2012, 21:23




esta genial vas a seguir escribiendo????:D
quiero saber como sigue la historia
besosss!!!!!!!!!
 
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10 replies since 8/5/2008, 22:23   6374 views
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