Fanfics y otras Yerbas

El Esclavo del Señor de la Noche. (Fantasia, drama, romántico)

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Paris Atreides
view post Posted on 28/1/2008, 22:55




CAP 1: ENCUENTRO ENTRE LAS NÍVEAS RUINAS




Volvió acariciar con delicadeza la extraña cara esculpida en el níveo mármol, no sabia si representaba a un dios, un guerrero o era simplemente el capricho de de un escultor cuyo nombre se había perdido en la historia. Lo que no era posible negar es que era muy hermosa, inhumanamente hermosa.


Bevan miró alrededor, las distintas ruinas surgían de la salvaje foresta, como restos de un navío, se adivinaba que alguna vez los edificios a las que pertenecían se había erguidos orgullosos y resplandecientes en medio del oculto claro pero ya nada quedaba de las antiguas glorias, solo enormes bloques y estatuas rotas que se negaban a ser tragadas por el tiempo, que brillaban cuando los ocasionales rayos solares atravesaban la verde cúpula del Bosque de la Mandrágora.


Lo más curioso, es que este lugar era el único donde florecían los lirios de cristal y esas flores solo surgían en lugares donde la magia estuviera fuertemente arraigada, la magia que hubo una vez era todavía palpable en el aire del secreto lugar. Bevan se dirigió hacia un hueco que estaba en penumbra y donde se adivinaba por el tintineo la presencia de numerosos lirios.


Bevan sonrió, su maestro estaría muy satisfecho, los lirios eran casi imposibles de encontrar en estos tiempos pero los magos ponían muchos recursos en hacerse por lo menos con algún pétalo, sus propiedades eran muchas y muy poderosas.


Mientras caminaba sacó una pequeña daga de su cinto, la hoja tenía una extraña forma ondulada, diseñada para cortar los tallos de las plantas sin afectar sus facultades mágicas. Se agachó y agarrando con delicadeza el semitransparente tallo, se dispuso a sesgar la vida del lirio.



- No te atrevas ni siquiera a rozarla o lo pagarás con tu vida - la voz era aterciopelada, ricamente modulada aunque tenía un acento extraño como si la lengua común no fuera la que normalmente utilizará su dueño- Gírate muy despacio para que pueda verte.


Bevan se levantó sin realizar ningún movimiento brusco, aunque mente se esforzaba en recordar alguno de los pocos hechizos ofensivos que conocía, se dio la vuelta para hacer frente a su captor. Aquel que se había acercado a él sin siquiera espantar las mariposas que volaban por el claro.

Ante él se erguía una alta y esbelta figura, la postura del atlético cuerpo era arrogante pero era una arrogancia natural como la de un león, era un tipo de orgullo no cultivado sino inherente a su propia naturaleza. Iba vestido de verde de pies a cabeza y Bevan tenía la impresión que si en cualquier momento se movía se confundiría con el verde follaje.

Entre sus manos de delicados dedos llevaba un arco en cual estaba tensada una flecha, el arco era muy largo, de una manufactura antes nunca vista por Bevan, tenía incrustaciones de plata con motivos propios del bosque. La flecha apuntaba sin vacilar a su corazón y Bevan supo con certeza que si realizaba el menor gesto su afilada punta encontraría su palpitante blanco.

Los ojos que se adivinaban debajo de la capucha eran de un extraño azul turquesa, brillaban con una especia de furia contenida.


- ¿No sabes que este lugar es sagrado?- Bevan alzó sus cejas en gesto de sorpresa- Que la lirios de cristal son homenajes a las tumbas.

- ¿Tumbas?- Bevan sintió como un escalofrío lo recorría- No lo sabia, te ruego que me perdones por mi ignorancia- arriesgándose a que el extraño arquero lo interpretara como a un amago de ataque Bevan se inclinó graciosamente, como su maestro le había enseñado.- ¡Pero esos lirios blancos para un mago valen más que el tesoro de un dragón!- a continuación le hizo un guiño descarado.


El guerrero bajo su arma con precaución, sorprendido por el tono frívolo de Bevan. Llevo una de sus manos hasta la capucha y se la quitó dejando que esta cayera hacia atrás. El rostro que se revelo dejo sin aliento a Bevan.


Era muy hermoso, de una belleza extraña y masculina. Una cabellera plateada lo enmarcaba haciendo destacar la piel que tenia un ligero tono dorado creando un contraste muy atractivo, pero lo que mas le llamó la atención eran las orejas puntiagudas que sobresalían entre el argento pelo y las pupilas verticales de imposible tono turquesa que lo escrutaban con desconfianza.


Bevan contuvo el aliento, no podía creerlo, era un elfo.

El elfo sacudió la melena y lo miró con aire de superioridad.

- La codicia siempre ha sido la perdición de tu raza- miró a su alrededor con enorme tristeza en su rostro- y también esa codicia lo que trajo la destrucción a la mía. Tal vez debería matarte, nadie echara de menos a otro gusano humano- Con una rapidez cegadora levantó nuevamente su arco.


Bevan vio su muerte en los segados ojos, vio venganza por actos que su mano no había cometido y llamó a la magia que había en él.


- Puedes intentarlo- sintió como fluía la energía a su alrededor- pero te aseguro que te costará orejas puntiagudas. – una vacilante sonrisa de desafío se enmarcó en sus labios.

El elfo le devolvió la sonrisa con naturalidad, como si no estuvieran apunto de entablar una batalla.

- Siempre me gusta hacer ejercicio antes de almorzar asesino de lirios.


El claro enteró guardo silencio, las mudas ruinas iban a ser testigos de lucha de humano contra elfo, magia contra acero.





CAP 2: EL PRECIO



“El hecho de que un gato negro
Augure desastre,
Depende de que seas
Una persona o un ratón”





La flecha salió cantando de la cuerda del arco élfico, hendió el aire con un silbido plateado, buscando, ansiando el corazón de Bevan. El elfo embozó una sonrisa de victoria, nunca había fallado un tiro, de pronto su boca se torno en un rictus de interrogación, cuando una emanación de energía surgió del cuerpo del joven humano.



Daba la impresión de que el aire se había incendiado alrededor la figura inmóvil, su flecha se detuvo como si una mano invisible la inmovilizara, humeó y ardió, lanzando chispas hacía el rostro del sorprendido elfo.



Bevan fijo sus pupilas en los extraños ojos turquesa, levantó la mano con cierto esfuerzo, la magia se había acudido en su defensa como una respuesta de su instinto de supervivencia pero el no canalizarla correctamente a través de un hechizo le había producido un considerable desgaste físico.


Tenia que acabar con el combate lo más rápido posible, otra pérdida semejante de magia lo dejaría completamente indefenso y merced de su caprichoso enemigo.


La mano se extendió delante de él y su índice señalo al elfo, el cual había entrecerrado los ojos pero en ellos no se reflejaban miedo, sino era, era…. ¿diversión? Bevan se mordió los labios inconscientemente, ¿se estaría riendo de él?



- ¿Estás preparado?- el elfo lo miró expectante- ¡BOLA DE FUEGO!


El elfo se puso en tensión y se preparó para la incendiante deflagración pero lo único que salio del índice de Bevan fue pequeñita bolita que avanzó unos cuantos centímetros en el aire ante la mirada anonada de los dos contendientes y se esfumó, casi a modo de disculpa, con un lastimoso PLUF.



Bevan abrió la boca al oír la cristalina risa del elfo resonado en todo el claro, espaciándose por la ruinas como si fuera una cascada de notas cristalinas. Sus mejillas se colorearon violentamente al ver como el elfo se sacudía por las carcajadas, como se llevaba los dedos hasta los ojos para quitarse las lágrimas que le estaban produciendo la risa. No veía como Bevan se estaba poniendo cada vez más rojo, parecía que estaba a punto de explotar.



- Eres un mago patético- las palabras salían entre carcajada y carcajada- No sería capaz de convertir el agua en hielo ni en la noche más cruda del invierno.


Aquello fue la gota que colmó el vaso, Bevan olvidándose que el elfo llevaba un arco y un espada corta atada a su esbelta cintura. Corrió hasta él gritando, fue un ataque tan inesperado que logro alcanzar al elfo, que no atinó a levantar el arco.


Ambos rodaron por el suelo, pero el aspecto delicado del elfo no traicionaba su enorme fuerza, Bevan de pronto recibió un puñetazo en una mejilla que le hizo girar dolorosamente el cuello y un rodillazo en el estómago que le saco todo el aire de sus pulmones.


Comprendió que había sido un grave error atacar a un guerrero que como mínimo tendría 300 años de experiencia en combate, un error y una estupidez que iba a costarle la vida.


Intentó levantarse para poder separarse de su contrincante pero las expertas manos del elfo lo cogieron y los arrastraron como si fuera un pelele de forma violenta contra el suelo, la cabeza de Bevan golpeó brutalmente la superficie. Sus ojos se nublaron, tuvo que cerrarlo cuando una enorme nausea le acometió.


Un cuerpo se puso a horcajadas e sobre el suyo, notó como el elfo se acomodaba sobre su lacerado abdomen y notó como algo frío era apoyado sobre su expuesto cuello. El elfo ya no reía.


- Abre los ojos y mírame- Bevan le obedeció, los ojos turquesas parecían llamear- Solo tengo que deslizar la daga por tu cuello y tu corta vida habrá llegado a su fin o…..


De pronto lo dedos del elfo se alzaron y se deslizaron por el labio inferior de Bevan, limpiando la sangre que manaba de una de sus comisuras. El tacto del elfo era como la caricia de una pluma, leve y ardiente a la vez. Bevan no pudo evitar temblar.


- O puedes pagar el precio por profanar este lugar sagrado o mi precio.- Una sonrisa maliciosa se formo en los perfectos labios cuando vio reflejada incertidumbre en los ojos del muchacho. Admiró su cara, para ser humano era muy atractivo.


Tenía unos hermosos ojos grises con pequeños destellos dorados que habían brillado cuando invocó la magia, su piel era muy blanca casi traslucida y su cabeza estaba coronada por unos brillantes cabellos negros. Su cuerpo era delgado y sentía frágil debajo de su presa. Pero lo que mas le había llamado la atención era el fuego que se adivinaba en su corazón, un fuego alimentado en secreto y en ese momento el elfo se sentía como una polilla.


- ¿Qué precio?- la voz de Bevan no vaciló, sino que salio clara y orgullosa, como si no fuera el que estuviera en inferioridad de condiciones.


- Tu vida o..- llegado ese punto se elfo se inclinó hacia delante y poso sus labios sobre los de Bevan, el beso no era ninguna petición, era una exigencia. Le tomaron de una forma sensual y lenta como si saboreara su aliento. Bevan intentó resistirse pero la daga se apretó más en su cuello provocando un ligero hilillo de sangre que corrió hasta perderse en la fragante hierba


El elfo mordió el labio inferior con delicadeza para después soltarlo e erguirse para hacer frente a la mirada de vacilación de Bevan.


- ¿Qué decides?- los ardientes ojos del elfo no mentían, no dudaría que acabar con su vida. Bevan maldijo 100 veces la hora en se la había ocurrido explorar el lado desconocido del bosque y se maldijo así mismo por haber provocado a una criatura tan peligrosa y caprichosa que lo tenia totalmente a su merced.


Levantó su mano izquierda muy despacio, apretó la hoja de la daga hasta que mano la sangre mientras la apartaba de su cuello, se irguió ligeramente y llego hasta la altura donde estaba inclinada la hermosa cabeza, se acercó a aquellos labios y los beso. Las manos del elfo se posaron a ambos lados de su cara, respondió al beso con pasión de Bevan para a continuación separarse y escrutarle.


- ¿Qué eliges?, dilo alto.- Bevan inclinó la cabeza como si se sometiera.


-Te elijo a ti.






CAP 3: ENTREGAME TU CUERPO



“…repaso tu figura desde la cabeza
pasando por el cuello luego hasta una pierna
me paro en la cintura para descansar
solo tú, solo tú”

(Las cosas pares. Mecano)





Los ojos del elfo se incendiaron al ver la cabeza inclinada, sus dedos se deslizaron hasta la barbilla de Bevan levantando el agraciado rostro. Buceó en los grises iris, le fascinaba la inocencia que en ellos se reflejaban pero sobre todo la mortalidad que transmitían, esa mortalidad que le daba todo el esplendor a la flor más hermosa, la flor que solo florecía y vivía un día.


- Y yo te acepto- se levanto grácilmente para a continuación extender sus elegantes manos en un gesto inequívoco. Bevan enlazó las suyas con la del elfo y este a continuación tiró de él para levantarlo.


Bevan se puso en pie, delante la magnifica figura que lo observaba con una sonrisa. Se paseó ardedor de Bevan, midiéndolo con aquellos fascinantes ojos como si lo que viera lo encontrara de su agrado. Bevan tenía la sensación de ser la víctima indefensa de un depredador.


El elfo se giro repentinamente y dirigió sus pasos hacia un grupo de ruinas.


- Sígueme- no esperó a ver si Bevan obedecía su orden, daba por hecho que sería así. El tono de aquella dorada voz denotaba que era alguien acostumbrado a ser obedecido.


Bevan corrió detrás de la alta figura, que caminaba con etéreos pasos que no levantaba ruido alguno, el único susurro que se escuchaba era el de las botas de Bevan al pisar la hierba.


Llegaron hasta una pequeña edificación que parecía haberse salvado parcialmente de la destrucción que había asolado aquel hermoso lugar, atravesó el umbral con Bevan a unos escasos centímetro de él, bajaron unos pulidos escalones.


Cuando llegaron al final, Bevan no pudo evitar lanzar un exclamación de admiración, ante se maravillada vista es abría una enorme habitación circular cuyas paredes estaban ornamentadas bellamente con actividades tradicionales de los elfos, la cúpula que antiguamente debía estar decorada tener un mosaico pero este presentaba grandes agujeros a través de los cuales se colaban los rayos de luz.


En medio estaba una piscina curvada cuyo pétreo lecho había sido desgastado por el tiempo. Delgadas espirales de vapor se elevaban de su cristalina superficie.


El elfo se acercó hasta el estanque y mojo sus dedos levemente. Se irguió y comenzó a desnudarse con naturalidad ante la mirada pasmada de Bevan, una a una las prendas cayeron al suelo revelando el dorado y hermoso cuerpo. El elfo entró lentamente en el agua para finalmente deslizarse como una nutria por la superficie, su plateada cabellera le seguía como brillante estela.

Nadó un par de brazadas y a continuación giro la cabeza y miro con burla a Bevan.


- Desnúdate y entra, o ¿prefieres que vaya a buscarte yo?- su risa broto cuando vio como las mejillas de Bevan se coloreaban violentamente. Este llevó sus dedos temblorosos a los broches de su túnica que parecían rebelarse contra sus intentos. El elfo no perdía detalle- ¿tienes miedo?

Bevan negó con la cabeza, finalmente sus ropas cedieron a su esfuerzo, la túnica negra resbaló cadenciosamente por el delgado cuerpo, el estaba marcado por unos finos músculos, su piel era muy blanca dándole un aspecto frágil y deseable. Bevan no se quitó el taparrabo, como si este fuera el último representante de su dignidad.


- Desnudarse implica precisamente eso, no llevar ninguna vestimenta sobre la piel- el elfo frunció su entrecejo- Quítatelo


- No- Bevan había bajado la mirada pero evitar la los ojos del elfo cuyas pupilas verticales se estrecharon aún mas ante la muestra de rebeldía.


- Quítatelo, ahora.- su voz sonó como un latigazo, Bevan se estremeció ante el poder que emitía. Llevó las manos a la cintura y desamarró el taparrabo. Se dirigió con la cabeza aún inclinada hasta la piscina donde lo esperaba el elfo. Bajo los anchos escalones. El agua estaba caliente pero era agradable, lo rodeo completamente.


De pronto sintió como lo agarraban por lo pies, el elfo lo sumergió y Bevan apenas tuvo tiempo de coger una bocanada de aire. Unos labios se pegaron a los suyo y unas manos tomaron posesivamente su cintura.



Bevan intentó llegar a la superficie pero aquellos labios lo retenían, el elfo lo abrazo y emergió con el rompiendo la superficie en miles de gotas que formaron a arco iris alrededor de los dos cuerpos. Bevan para no perder el equilibrio había pasado sus brazos ardedor del cuello del elfo, que había interrumpido el beso y lo miraba. Bevan jadeaba.


- ¿Cómo te llamas?-la voz del elfo era muy suave.

Bevan se perdió en aquellas turquesas que parecían más cristalinas cuando reflejaban el agua, sintió como toda su voluntad quedaba doblegada, como cualquier deseo de resistirse desaparecía.

- Soy Bevan- sentían como su cuerpo y el del elfo se tocaban en toda su extensión, enredados por el estrecho abrazo.

- Bevan- el elfo pareció saborearlo cuando lo pronunció- Yo soy Alianus.


El elfo se acercó muy lentamente y mirándolo a los ojos lo volvió a besar, el beso era suave pero al sentir como Bevan le respondía empezó a tornarse más pasional, introdujo su lengua y la enlazó con la de Bevan, batallaron la una con la otra con desperación. Los brazos de Alianus se deslizaban por la espada de Bevan.


Alianus los condujo hasta una de las paredes de la piscina, apoyo en ella a Bevan y su boca abandono los labios de Bevan para deslizarse lentamente por el cuello, la lengua siguió hasta el hueco del hombro y lo mordió. Bevan gimió.


Las manos de Alianus no habían estado ociosas, llegaron hasta los pezones y los acariciaron hasta endurecerlos, Bevan no podía dejar de jadear.
Alianus se separó de él y mirándolo a los ojo bajo su mano derecha lentamente hasta llegar a le excitación de Bevan, la acarició y los gemidos del muchacho levantaron ecos.

De pronto Alianus desapareció de su vista, sintió de pronto como una boca envolvía su pene y gritó al sentir una lengua deslizarse por toda su extensión en un movimiento de vaivén, se apoyo con fuerza en la pared, sentía como si todo su cuerpo estuviera siendo recorrido por una corriente eléctrica, su cabeza parecía a punto de estallar mientras las olas de placer le recorrían.


Cuando creía que se iba a correr, Alianus emergió con lentitud del agua mientras su lengua iniciaba un camino para volver a encontrase con los labios de Bevan que tomó como si fueran suyos por derecho propio.


Sus manos se cerraron los glúteos de Bevan y éste paso ambas piernas por la cintura de Alianus. De pronto sintió algo en su virgen entrada y se sobresaltó pero Alianus lo beso con ansiedad mientras contre su boca murmuraba

- Déjate ir, no te haré daño. Confía en mi Bevan.

Bevan volvió a beber de la boca de Alianus y este delicadamente y con la ayuda del líquido elemento se introdujo en Bevan. Bevan gritó cuando se sintió totalmente invadido pero aquello no detuvo Alianus, que empezó a moverse a principio lentamente pero aceleró sus embestidas cuando Bevan se agarró fuertemente a él, los gemidos de ambos se alzaron resonando en toda la cámara.

Alianus y Bevan se besaban y gemían al tiempo, de pronto Bevan gritó y llegó al orgasmo y Alianus le siguió unos segundos después mientras ahogaba un grito en el cuello de Bevan. Sintió como el cuerpo de Bevan quedaba laxo entre sus brazos, desmayado, sonrió los cuerpos humanos. no estaban hechos para aguantar el grado de placer que podía dar un elfo.

Cogió entre sus brazos el delicado cuerpo y lo llevó fuera de la piscina, antes de depositarlo sobre su capa beso con ternura aquellos tentadores labios y suspiró.


- Ojalá no fueras humano- le confesó a la dormida figura mientras acariciaba los mojados cabellos.






Bevan se despertó con un escalofrió en la penumbra de la cámara, su cuerpo estaba envuelto en una capa verde. Miró alrededor y constató que las pertenencias de Alianus no estaban, el elfo se había ido dejándolo solo.


Se levantó, el cuerpo le dolía recordándole lo que solo había ocurrido hace unas horas en aquellas cálidas aguas. No pudo evitar que sentir malestar ante el pensamiento de que debería estar con él pero no el elfo se había conseguido lo que quería, su precio había sido plenamente satisfecho.

Una tristeza extraña hizo mella en su corazón, se puso la túnica y las botas, era la tristeza que lo envuelve a uno cuando lo abruma la soledad. Despertar y no tener el cuerpo de Alianus cerca le había causado dolor.




Se dirigió con paso cansado hacia la salida, repentinamente un tintineo llego hasta sus oídos. Giró la cabeza y en borde la piscina, brillando con una luz trémula, descansaban unos lirios de cristal.






CAP 4: EL REY BAJO LA MONTAÑA



“El rey ha muerto, larga vida al rey”


(dicho francés)



Tellus volvió a bostezar, el puesto de vigía en un árbol de más de veinticinco metros no era el más adecuado para alguien que tenía la especial don de quedarse dormido prácticamente el cualquier sitio. La pequeña plataforma estaba enclavada entre las grandes ramas y muy cerca de la copa, ofreciendo un panorama privilegiado del inmenso Bosque de la Mandrágora, por encima de su exuberante cúpula se abría en todo su esplendor el cielo nocturno.


El viento del Norte se hacía sentir con fuerza, Tellus se arrebujó en su capa mientras su aguda vista elfica intentaba taladrar la oscuridad en busca de alguna señal. “Maldita sea Alianus, ¿es que no tienes ningún concepto de la puntualidad?”.
Inició el tercer bostezo de la noche cuando repentinamente una mano se cerró en su boca y oía una risa burlona.


- Como sigas así lograrás tragarte todos los mosquitos de este bosque.


Tellus se deshizo rápidamente de la mano y se viró para encontrase con un sonriente Alianus, que había logrado subir hasta donde él se encontraba sin siquiera sus aguzados oídos captaran sonido alguno, era demasiado silencioso, incluso para un elfo. Tellus nunca se dejaba sorprender ante la capacidad de Alianus de superar en casi todo a la mayoría de los elfos que conocía. Bien era verdad que esas mismas cualidades de Alianus a veces lo convertían en un arrogante insufrible, Tellus torció el gesto con disgusto.


- ¡Por las estrellas, ¿Qué pretendías?- se hizo a un lado mientras Alianus se acomodaba en el estrecho espacio
.

- Despertarte. Empezabas a torcerte peligrosamente hacía la izquierda y no quería que aplastarás a algún pobre conejillo cuando cayeras- Alianus observó como los ojos azul pálido de Tellus relucían y sus pupilas verticales se estrechaba peligrosamente, indicio de enojo. Nunca se cansaría de provocar al siempre serio Tellus.


- Gracias por tu preocupación- Tellus se pasó la mano por el dorado cabello en gesto de fastidio- Te estaba esperando. ¿Donde estabas, cazando mariposas quizá?


Alianus contemplo la bella vista que ante él se desplegaba, sus labios se torcieron entornado una extraña sonrisa y su voz dorada salió como un susurro.


- Sí, cazando mariposas, y encontré una muy hermosa- Tellus le miró interrogativamente- Estuve en las ruinas.


El rostro de Tellus se demudó por completo, su vista se nublo y giro la cabeza hacia un lado, su rostro quedó en sombras. Alianus sabía que Tellus ni siquiera le preguntaría que lo había impulsado a aventurarse en la ruinas de la muerta ciudad. Ningún elfo, con el mínimo sentido del decoro nombraba ya a Inradiel la blanca, no después de lo que aconteció aquella noche que significó el fin de la hermosa ciudadela y del modo de vida que conocían sus habitantes.


Alianus miro de reojo a Tellus, conocía que la mención de Inradiel traía a la memoria del rubio elfo dolorosos recuerdos, aquella noche, preñada de horrores, murió el padre de Tellus.

A Alianus todavía le parecía que le llegaba el olor a calcinado y sangre, lo gritos de sus gente, todavía veía en su mente a Tellus, con sus ropas reducidas a andrajos, revelando numerosas quemaduras que ennegrecían su pálida piel. Tellus escarbaba entre los escombros, ignorante al caos y el terror que giraban en torno suyo en una marea enloquecedora, veía la manos de Tellus con las uñas partidas y sangrando mientras en un estado de enajenación pretendía quebrar las piedras, con las manos desnudas, para sacar el cuerpo de su padre.


Sollozaba llamando a su progenitor, pidiéndole que aguantara, que no tuviera miedo. Alianus sintió en ese momento como se le partía el corazón, cuando se acercó corriendo hasta su lado y quiso levantarlo para llevárselo antes de que se uniera con su padre en la otra vida, pero Tellus se volvió contra él, peleó entre gritos acusándolo de no querer ayudar a rescatarlo, finalmente Alianus se vio obligado a dejarlo inconsciente y cargarlo entre brazos para ponerlo a salvo. Dejando atrás todo lo que conocían y amaban consumiéndose en el fuego, abrasando miles de sueños.


Alianus regresó al presente cuando un aleteo se escucho cerca de ellos. Tellus levantó la mirada y sonrió, alzó su mano izquierda y un pequeño murciélago de ojos azules se posó dócilmente en su mano, equilibrándose delicadamente sobre el dorso. La criatura tenía un collar de plata y su pelaje era de un castaño oscuro, en medio de su frente tenía una diminuta mancha blanca en forma de estrella.


- Buenas noches, Estrella- acarició cariñosamente, con un dedo, el suave pelaje de la cabeza. La criatura emitió sonidos de satisfacción ante las atenciones de Tellus.


- Buenas noches, roedor nocturno- saludó con sorna Alianus e intentó arrullarla, pero Estrella emitió un siseo de rabia y le enseñó los agudos colmillos. Desde que se habían conocido entre Alianus y Estrella se estableció una relación de mutua antipatía, sobre todo ,por el hecho de que Alianus encontraba muy satisfactorio molestarla pero admitía, en su fuero interno ,que era algo muy infantil por su parte intentar enfurecer al animal.


Observó como Tellus reía suavemente por la reacción de Estrella. Los murciélagos se habían convertido ahora en parte indispensables de la vida de elfos, sobre todo desde que se vieron obligados a refugiarse en el interior de las montañas, buscando amparo y protección de la amenaza que arrasó Inradiel.


Criaturas a las que los elfos jamás tuvieron en consideración se convirtieron de la noche a la mañana en los mejores mensajeros entre las distintas comunidades que habitaban en el interior de las montañas, su milagrosa capacidad de volar en la total oscuridad hacían de los pequeños murciélagos aliados indispensables, además los diminutos seres mostraban una extraña empatía con los elfos y una fidelidad inquebrantable a sus dueños.


Realmente, fue Tellus quién ideo el novedoso método de comunicación valiéndole el nombramiento real de; Guardián de los Mensajeros y cuya responsabilidad era toda la red de información alada. Fue Alianus el que convenció a su padre, el rey, para que escuchara la proposición de su amigo y lo apoyó cuando expuso el atrevido proyecto al Consejo de Ancianos, aportándole ideas para perfeccionarlo.

Tellus se emocionó mucho por el reconocimiento otorgado por el rey, le agradeció el gesto de respaldo a Alianus pero éste se limitó a declinarlo aludiendo que era sobradamente merecido ,y añadiendo en tono inocente que a él le hubiera gustado algo
menos solemne como por ejemplo; Amaestrador Real de Ratones Voladores, después de ese comentario Tellus estuvo una semana sin dirigirle la palabra a Alianus que no paró de reírse durante ese tiempo de la cara que había puesto el otro elfo ante su proposición.


Alianus suspiró, su cabellera se meció con el viento, reflejando de forma inesperada la luz de las estrellas. Se estremeció involuntariamente por el frío.


- Dijiste que me habías estado esperando. -Tellus asintió con la cabeza, mientras sacaba de los saquillos que llevaba en el cinturón un pequeño dulce de mora para dárselo a Estrella- Te envió mi padre ¿no?.


- Sí, temía que no hicieras acto de presencia en la ceremonia del solsticio de verano.-Tellus dejó que Estrella se acomodara sobre su hombro izquierdo- Alianus, tu padre……- Tellus tembló ante la intensa mirada turquesa de Alianus.


- Sí Tellus, mi padre se está muriendo- Tellus bajo la mirada ante la brutal sinceridad de Alianus- le herida que le causó el Señor de la Noche nunca ha sanado, ni cicatrizado y su vida se ha estado escapando dolorosamente por ella durante quinientos años. Ninguna magia ha podido combatir su ponzoñosa marca- El semblante de Alianus se endureció, como si quisiera reprimir las emociones que lo acometían desde su interior- El fin del rey está próximo.


El viento ululó como doliéndose por las palabras de Alianus, la misma noche se hizo aún más oscura, si eso, acaso, era posible.


- El Señor de la Noche- el miedo dominaba la voz de Tellus, su argentino tono empañado por un horror sin nombre.


Alianus en cambio, no mostró sentimiento alguno por la mención, nombrarlo solo le producía un ansia de venganza y sentía como su corazón se congelaba en su pecho. Nada sabían los humanos del odio, pensó Alianus, una raza que como mucho podía vivir hasta los cien, no podían llegar alcanzar a imaginar el odio que podía acumular alguien cuyo tiempo de vida se alargaba cientos de años.


Su odio no era como el fuego, no era ardiente y brutal “No, mi odio es como el hielo; frío, despiadado y concentrado como el veneno del dragón”.


- Dejemos de hablar de cosas oscuras. Esta noche es para la alegría- Alianus se levantó ágilmente. Se giró y se deslizó por el tronco del árbol seguido de cerca por Tellus. En los últimos metros ambos saltaron al suelo con suavidad.


Caminaron hacía una enorme montaña que parecía nacer entre los árboles, la cual pertenecía a una cadena montañosa integrada por siete enormes picos conocido por el Espinazo del Dragón. La cordillera se extendía por cientos de kilómetros hasta llegar cerca del Mar de los Corales. Esas enormes moles de piedras eran ahora el refugio de los elfos del Bosque la Mandrágora.


Tellus apreció que Alianus no llevaba su capa. “Antes comentó algo sobre una mariposa”.


- Alianus,¿qué me dijiste antes sobre una mariposa?- una sonrisa extraña apareció en los labios de Alianus. Tellus conocía de sobre esa sonrisa, significaba que algún pobre elfo o elfa había caído en las redes de Alianus, sin posibilidad de escapatoria. Alianus nunca hablaba de sus conquistas, como si no fueran algo realmente digno de mención, solo había habido uno, solo uno que Alianus considerase lo suficientemente importante como para presentárselo a Tellus y esa persona ya no caminaba por el mundo de los vivos.


Tellus suspiró, después de aquella pérdida Alianus actuaba como si nada hubiera sucedido hasta que una noche finalmente se deslizó hasta el cuarto de Tellus y se metió en su cama, lo abrazó con fuerza mientras le pedía con voz rota. “déjame, esta noche, quedarme contigo”. Aquella noche, entre los brazos de Tellus, finalmente Alianus lloró por su amor perdido, fue la única vez que Tellus vio mostrar sus sentimientos abiertamente a Alianus y solo en esa ocasión lo vio llorar.



- Ah, mi mariposa- el tono denotó posesión, Alianus se paso sus dedos por la hermosa cabellera- tenias que haberla vista Tellus, era muy exótica- el tono de la última palabra puso en alerta a Tellus.


- ¿Exótica?- Tellus, iba a proseguir cuando Alianus levantó la mano imperiosamente, haciéndolo callar. Su rostro se mudó a una expresión de orgullo y arrogancia. Estaban llegando a las grandes puertas de piedra que velaban el acceso a la granítica mole.

Los guardianes de la puerta llevaban unas armaduras verdes y unas enormes lanzas engastadas con esmeraldas. Cuando divisaron a Alianus, se inclinaron ante él.



- Príncipe- dijeron al unísono. Mientras Alianus pasaba ante ellos. Ya Alianus no era el amigo de Tellus, ahora Alianus ocupaba el rol para el que había nacido y educado toda su vida, el de príncipe y señor de los elfos del Bosque de la Mandrágora.


Tellus se situó a tres paso por detrás de Alianus, es respeto a su posición, mientras subían las escalinatas de mármol blanco que conducían a la enorme ciudad elfa construida en el interior de la montaña, una ciudad hecha con cristal de roca.



La gran ciudadela era como una rosa blanca que florecía en medio de la negra roca, como una piedra preciosa que emitía luz propia. Habían sido precisos cientos magos para construirla. Sus habitantes eran tan bellos como su ciudad.



Pasaron por le gran mercado central que aún a esas horas estaba lleno de elfos que buscaban algo fresco para preparar la cena, todos interrumpían sus quehaceres al ver a Alianus y se inclinaban grácilmente a su paso. Alianus devolvía las reverencias con leve asentimientos de cabeza. El palacio estaba en la zona más alta del interior de la montaña. Era un largo paseo.



Cuando quedaban unos metros para llegar a las extraordinarios puertas de cristal que custodiaban el acceso del palacio, una resplandeciente figura envuelta en sedas de pálidos colores salió corriendo por ellas, como un antílope, fue en línea recta hacía Alianus, éste abrió los brazos. Una muchacha elfa se abrazó al cuello de Alianus y éste la rodeo protectoramente.


Tellus sonrió, Aldariam era la versión femenina de su hermano mayor, si bien su cabellera era como el fantasma de la plata y su piel no tenía el tono de dorado de Alianus, sino que era blanca y sus ojos turquesas más claros.


- Mi bella hermana- saludó cariñosamente Alianus, depositó un beso en la tersa frente. Solo con Aldariam se permitía Alianus gestos de afecto en público.


- Alianus- la delicada voz expresaba veneración. Aldariam se fijo de pronto en la presencia de Tellus, a la espalda de su hermano- ¡Tellus!- Aldariam corrió a abrazar a un turbado Tellus que sintió como su piel se ponía roja hasta las raíces del cabello, al sentir la delicada y fragante figura pegada a él.



Aldariam sonrió divertida ante los gritos de protesta de Estrella, que celosa, chillaba desde le hombro de Tellus.

- Vamos- Alianus ofreció el antebrazo a su hermana, que lo cogió con naturalidad



Mientras atravesaban los pasillos, los sirvientes se inclinaban ante la real pareja, aunque por el rabillo Alianus podía percibir como los asistentes hacían disimuladas señales para conjurar el mal. Sabía que era por su hermana, ésta había nacido poco después de la destrucción de Inradiel, su madre había muerto en el largo y difícil parto.


Lo mas preocupante fue que Aldariam naciera enferma, nunca un niño elfo había venido a este mundo aquejado de ningún mal, eso, unido a el insólito don de oráculo de su hermana la habían convertido en un ser extraño y en cierto modo maldito a los ojos del resto de la sociedad elfa.


- ¿Dónde se está celebrando la ceremonia?- preguntó Alianus.

- En la Terraza del Cielo- Contestó Aldariam, que guiaba los pasos hacía ese lugar en concreto.



La Terraza del Cielo era el único punto abierto en la enorme montaña, estaba protegido por poderosos sortilegios de ilusión que mantenían la apariencia de la ladera. Alianus nunca se cansaba de repetirle a su padre que ese era punto muy vulnerable para un ataque pero su padre había desestimado sus temores, según él nada podía atravesar los hechizos dispuestos para su protección.



El trío llego a la enorme terraza circular, que estaba abarrotada de cortesanos con sus coloridas túnicas. Se podía ver por encima de sus cabezas la cúpula estrellada. Todos estaban atentos a las palabras del rey que en ese momento invocaba las bendiciones de las estrellas para el solsticio de verano.


Tellus le hizo un gesto a Alianus por el cual le indicó que estaría en una de las esquinas, intentado pasar desapercibido, Tellus nunca se sentía cómodo entre los estirados nobles elfos.



Alianus cogió de la mano a su hermana y se dirigió resueltamente hacía el trono de oro que se podía divisar entre las numerosas cabezas de brillantes cabellos. Al principio optó por palabras corteses para abrirse paso educadamente, pero cuando se dio cuenta que ese ritmo no llegaría a tiempo prefirió abrirse paso a base de pequeños y suaves empellones.


Los cortesanos abrían la boca con indignación al sentir el empujón y cuando se giraban para amonestar al descarado palidecían al encontrarse con la mirada turquesa del príncipe Alianus y la dulce mirada de disculpa de Aldariam.

Cuando estaban cerca, una mano se posó sobre le hombro de Alianus, deteniendo bruscamente su avance. Una voz sonó dulce y envenena en el aire. Aldariam se escondió con temor detrás de Alianus, mientras se agarraba temblorosamente a su blusa.


- Querido primo, como siempre, llegas tarde- un elfo de la misma altura que Alianus se encontraba frente a ellos cerrándoles el paso. Tenía una larga y resplandeciente cabellera negra, sus ojos eran de un azul índigo y su rostro altivo reflejaba orgullo y arrogancia.


Su misma presencia emanaba poder y autoridad, era el único elfo que vestía de negro en toda la terraza y las runas plateadas bordadas en los refulges de su túnica lo señalan como mago. No como cualquier hechicero, aquellos símbolos decían que era El Magus, el señor de todos los magos elfos del Bosque de la Mandrágora y por ende el más poderoso.


- Y más tarde que llegare si no te apartas Nimbus- La voz de Alianus era aterciopelada, pero no llegaba a esconder del todo el desprecio que sentía por el elfo plantado ante él, tampoco lo pretendía- Como verás no tengo tiempo para charlas ociosas.


Nimbus sonrió, como si no escuchara el tono de impaciencia de Alianus.


- Me pregunto que te habrá entretenido esta vez. Seguramente una de tus fáciles conquistas o quizás otro humano- al decir humano prácticamente escupió en la cara de Alianus- como aquel, ¿cómo se llamaba?. No es que me importe mucho, todos son igual de patéticos

Alianus palideció y sus ojos brillaron de furia. Sintió gimotear a Aldariam.


- No te atrevas- Nimbus lo miró interrogativamente- No te atrevas a profanar su memoria.- la voz de Alianus salió silbante y queda- Si lo haces tendré que lavar su honor con tu sangre.


Nimbus retrocedió un paso ante al abierta amenaza, sabía que Alianus nunca profería las amenazas en vano. Intentó mantener la compostura.


- Recuerda primo, que sólo hay un rey y habrá un rey bajo la montaña- en el rostro de Nimbus había un extraño gesto de triunfo en su cara.

- ¿Qué quieres decir?- Alianus intentó detenerlo pero Nimbus se escurrió entre la multitud como una oscura serpiente.


Aldariam gemía con dolor y su rostro se alzó hacia Alianus que se giro para mirarla con preocupación.


- Hermano tengo mucho miedo- la voz atribulada de Aldariam emitía un presagio de futuro, un futuro oscuro que hizo a Alianus estremecerse. Era como presentir la fatalidad que se avecinaba.


Alianus acarició la cabeza de su hermana, a su memoria vino los felices momentos que había pasado ese día junto a unos hermosos grises, sentía que podía perderlos, extraviarlos en los tiempos inciertos que se adivinaban en el horizonte. Alianus alzó su mirada hacia las estrella; “Bevan, no dejaré que seas un susurro que se lleva el viento”.





A muchos kilómetros de allí, unos ojos grises buscaron ardedor, intentado penetrar en la oscuridad que lo rodeaba. Meneó la cabeza, demasiadas emociones en un día le estaban haciendo imaginarse cosas. Juraría que alguien lo había llamado.











 
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Paris Atreides
view post Posted on 28/1/2008, 23:35









CAP 5: LA MAGIA DE LOS BESOS



Pues ahora que ya nos hemos visto
-dijo el unicornio-, si tú crees en mí,
yo creeré en ti
¿Te conviene el trato?

(Alicia en el país de las maravillas)






Bevan se arrebujó en la suave capa, aquel extraño y maravilloso tejido era cálido y su color parecía cambiar según el entorno, pero lo más turbador era como todavía conservaba el aroma de su élfico propietario, aquella fragancia sublime y que hacía solo unas horas él había respirado de una dorada epidermis. Suspiró, todavía sentía como su piel ardía en aquellas zonas que habían sido acariciadas por aquellos inmortales labios, su cuerpo se estremecía aún con breves temblores como si todavía no se hubiera repuesto de la turbadora experiencia.


Simplemente su mente intentaba todavía asimilar el por qué se había entregado de esa manera, de aquella forma total y desinhibida. Tal vez, tal vez había sido desde el momento en que Alianus le robó aquel primer beso, su maestro nunca le había hablado de esta magia, de la magia de los besos. Aquel beso había tenido algo muy poderoso, como se podía combatir aquello que se desconocía, nada podía haberlo preparado para todos los sentimientos que lo asaltaron en aquel instante.


Pero después su amante se había ido, desaparecido de forma tan imprevista como llegó y solo le dejo de recuerdo los lirios de cristal, una capa y un deseo.

El deseo de volver a verlo. Bevan se paró bruscamente, se mordió los labios para evitar emitir un gemido ante el pensamiento que lo asaltó: “No te engañes Bevan, ¿por qué iba el a volver a verte, a buscarte? Ya cogió lo que le interesaba, nada podía importarle menos a un elfo que un humano”. Cerró un momento los ojos, tenía que olvidar lo que este día había pasado, todo. Sabía que el tiempo curaría la herida, olvidaría a Alianus, lo olvidaría….¿verdad?


Siguió su camino, llevaba muchas horas, sólo alumbrado por una luciérnaga mágica que había sacado de unos de sus numerosos saquillos, estaba demasiado cansado como para intentar invocar alguna llama. Sabía que su maestro se estaría preguntado por su tardanza. Ya no quedaba mucho. Oía el murmullo del río.


Ante su vista los troncos de los árboles se habrían, despejando un camino, que llevaba hasta un borde de una enorme garganta que se abría como una herida profunda en el terreno de la foresta, al fondo de la hendidura sonaba el canto del agua, que saltaba entre las afiladas rocas. Un puente salvaba el abismo, al otro lado se podía divisar una esbelta torre negra que surgía entre unos extraños árboles, de troncos torcidos.


Bevan atravesó el sólido puente, intentando fijar su vista, obstinadamente, en su destino. Su corazón siempre se aceleraba cuando cruzaba, sabía que muchos metros le separaban de una caída muy, muy larga y mortal. Estaba seguro que las fauces de aquella corriente fría se habían tragado a más de uno. Todos estos pensamientos eran inevitables, sobre todo, teniendo en cuenta que Bevan tenía una fobia acusada a las alturas.


Cuando llegó al otro extremo, emitió suspiro de alivio. Siguió el camino, que estaba medio escondido entre las altas hierbas. Se paró justo en el linde de la extraña foresta, ningún sonido salía de ella, mas bien parecía tener la extraña cualidad de absolverlos. Parecía que los árboles esperaban, que escuchaban, que aguardaban.


- Soy Bevan- su voz sonó clara y fue tragada por las afiladas hojas.


Bevan avanzó, la luz que le guiaba pareció debilitarse en el opresivo ambiente, parpadeaba, la luminosidad nunca era bienvenida por unos árboles a los que se denominaban, merecidamente, sauces vampiro.
Bevan escuchaba en el aire cuchicheos, voces, respiraciones y sabía que eran los sauces.

Parecían que se reían de él, que se burlaban, lo único que le protegía de que bebieran de su sangre era la autoridad que su maestro ejercía sobre estas oscuras criaturas, les había prohibido expresamente tocar a Bevan.


Divisó la puerta de la torre, era enorme, labrada con extraña runas de protección. Unas gárgolas vigilaban a ambos lados, sus caras de demonio se giraron al pasar Bevan.


- Llegas tarde- comentó Diestra.

- Abridme- ordenó.


- Sí, tarde- rió Zurda- el amo no estará muy contento.- Sólo llamaban amo a su maestro.


Bevan, cerró lo ojos con desesperación, lo último que le apetecía esta noche era aguantar las burlas de las gárgolas.



- Y hay un olor extraño en ti- Diestra movió la ganchuda nariz.


- Sí, extraño- repitió como un eco Zurda.


Bevan se alarmó, no podía creer que fueran capaces de sentir el aroma de Alianus, pero si ellas con sus hocicos de piedra lo había hecho…..entonces su maestro. Apretó las manos, formando un puño.


- ¡ABRIDME!- acompañó su orden con una mirada amenazadora que pareció incendiar sus ojos, las extrañas motas doradas que flotaban en sus grises iris resplandecieron.


Las gárgolas temblaron, su temor se tradujo como un rodar de guijarros. La puerta de abrió.


- Gracias- dijo Bevan, secamente.


Las gárgolas se limitaron a emitir un pétreo siseo de desprecio.


Ante la vista de Bevan se abría un enorme vestíbulo, iluminado por velas, mesas y estanterías repletas de libros con complejas inscripciones se extendían por doquier. En el centro una enorme escalera espiral que llevaba a las plantas superiores de la torre, la cual era mucho mas grande de lo que aparentaba por fuera. Bevan, miró a ambos lados, parecía que su maestro no lo esperaba. Quizá pudiera evitar el desagradable encuentro.


Silenciosamente se encaminó hacia la escalera, cuando una mano enorme salió de la oscuridad que se proyectaba entre los enormes pilares. La garra hizo presa en su cuello, lo levantó a varios palmos del suelo y lo estampó con fuerza contra la negra piedra de la columna. Unos ojos amarillos se clavaron en los suyos, brillaban en la sombra como si una luz mortecina los animara desde el interior.


- Vaya, vaya pero si es mi querido compañero- un rostro de rasgos afilados y cuadrados se acercó para examinar la cara de Bevan, que estaba contraída por una mueca de dolor – El maestro estaba pensando ya en enviar un par de elementales en tu busca, creía que ya habías huido- Una risotada rompió en el aire, parecía el ladrido de un perro.


- Suéltame Darcas- jadeó Bevan. Sus manos se agarraron al enorme antebrazo de su opresor, debajo de sus yemas podía sentir la cantidad de cicatrices que surcaban la dura piel. Aquellas cicatrices marcaba a todos los practicantes de magia negra, los sortilegios tenebrosos siempre necesitaban que se derramara sangre.


- ¿Y si no quiero?- Darcas que dirigió una lujuriosa mirada, recorriendo el cuerpo de Bevan- ¿qué harás pequeño invocafuegos?


Bevan guardó silencio, sintiendo como el agarre de su cuello se iba volviendo cada vez más poderoso. Sabía que Darcas era muy fuerte, no podía ser menos viniendo de un híbrido como él. Darcas sonrió, enseñando unos colmillos que no eran del todo humanos, se relamió mientras pegaba su cuerpo al del otro aprendiz.


Bevan no pudo soportarlo. Darcas de pronto se detuvo, al sentir como las yemas de los dedos de Bevan, que apretaban su piel, adquirían de la temperatura del hierro candente quemando la epidermis hasta el músculo.


- AAAARRRGGG- rugió, lanzando a Bevan hacía un lado- ¡Maldito bastardo!- se dispuso a abalanzarse sobre Bevan, que se encontraba confuso en el suelo.


- Ya basta- un tono gélido los inmovilizó a ambos. Bevan palideció al observar como una alta figura descendía los escalones con elegancia. Su maestro lucía una túnica púrpura y una capucha ocultaba un rostro que era totalmente inexpresivo, neutro, tatuado con runas de poder, pero lo que mas llamaba la atención eran sus ojos, eran totalmente blancos, su maestro era ciego.


Se acercó a ambos.


- Darcas- el aludido retrocedió ante el peligroso tono.-Que sea la última vez que levantas esas voces en esta torre y desde luego no permitiré que mis dos aprendices se revuelquen en una pelea por el suelo, como vulgares campesinos. Puedes irte a tu cuarto.


- Bevan- los lechosos orbes se clavaron él- dame una buena excusa para no castigarte. Estuviste dos días fuera sin mi consentimiento. Explícate.



Darcas no se había retirado todavía, tenía ganas de ver como Bevan era castigado por su desobediencia. Bevan se levantó lentamente para hacer frente a su maestro e hizo una compleja reverencia al tiempo que sacaba los lirios de cristal. Su aroma se extendió, como una bendición, por el aire cargado de secretos de la torre.


- Trajes unos lirios de cristal, maestro- se los ofreció sin dudar.


Darcas boqueó sorprendido; “¿Dónde diablos los habrá conseguido este imbécil?”. El maestro los tomo delicadamente.


- Excelente, excelente- su voz denotaba mucha satisfacción- Darcas deberías de aprender de él. Esta vez te has salvado Bevan.


Darcas dirigió una mirada colérica a la esbelta figura de Bevan, que ni siquiera se digno a responderle. Darcas sintió como la sangre se le agolpaba en sus sienes, no permitiría que aquel advenedizo pusiera en peligro su posición. Sólo habría un maestro para Torre de la Mandrágora. Se retiró a su habitación, no sin antes prometerse que Bevan pagaría por cada una de aquellas quemaduras.


Bevan suspiró interiormente, no tenía ganas de sentir la ira de su maestro sobre él, sabía por experiencia propia que podía ser muy despiadado.


- Maestro, estoy muy cansado. ¿Puedo retirarme?


- Sí- la encapuchada figura acariciaba los lirios de cristal con suavidad, éstos emitían un tintineo cada vez que lo recorrían los esbeltos dedos su cristalina superficie.


Bevan se inclinó, pero cuando pasaba por el lado de su maestro una mano se posó en su hombro, girándolo con firmeza. La cabeza cubierta se acercó hasta su cuello e inspiró. Bevan no pudo evitar temblar.


- Hay un olor extraño en ti. No son los lirios, es otro aroma muy diferente- la voz era pesada y ominosa- Me recuerda a algo que ahora no puedo precisar. ¿Cómo ha llegado hasta tu cuerpo, querido aprendiz?- había un retintín en las últimas palabras.


Bevan no podía apartar los ojos de los ciegos de su maestro, a veces pensaba que hubiera sido mil veces mejor que su maestro no estuviera privado de la vista, perderse en aquellas lagunas blancas era como ser tragado por un pozo, no reflejaban nada, no transmitían nada, eran unos ojos muertos. Y eso estremecía a Bevan.


- No lo sé maestro- mintió Bevan, rezó a todos los dioses que conocía para que su voz no reflejara la inseguridad que sentía en su interior. Rezó con todas sus fuerzas.


Su maestro volvió a inhalar, aumentando el agarre del hombro de Bevan.


- Está relacionado con estos lirios de cristal- la sonrisa de su maestro fue dura- pero por esta vez no utilizaré otros medios para sacarte la verdad. Buenas noches.


Su maestro se retiró, mientras Bevan sentía que su cuerpo se había convertido en agua, se encaminó tambaleándose hasta sus aposentos privados.


Su habitación era muy pequeña, puesto que el era el aprendiz de menor rango, tenía un catre en el nicho la pared, una mesa larga para sus horas de estudio, montañas de libros repartidos por doquier y una amplia ventana por la cual se podía divisar el Bosque de la Mandrágora.

Se desnudó perezosamente, sin apartar la vista del nocturno panorama. De pronto cayó en la cuenta que algo le faltaba, reviso todos lo saquillos concienzudamente; “falta mi daga”. No había duda, la había perdido o “Alianus se la llevó, pero ¿por qué?”.

Se tendió en el lecho, su cabeza le daba vueltas, los ojos se le fueron cerrando mientras toda la energía que lo había mantenido de pie desaparecía. Se envolvió en la capa, mientras el sueño hacía presa en él, no pudo evitar desear volver a ver aquellos ojos turquesas, la plateada cabellera, aquellas orejas puntiagudas y a sentir los labios que sabían prodigar aquellos mágicos besos.







- ¡Por las estrellas Alianus!, no puedo creer que me pidas eso- el elfo, vestido con una túnica azul meneo la cabeza- sabes que Nimbus ha prohibido practicar magia sin su consentimiento expreso.


Alianus sospesó las palabras de Firas, un antiguo amante, no daban lugar a dudas; Nimbus estaba extendiendo su influencias de forma alarmante, hasta el punto de permitirse dar ordenes que por su naturaleza sólo podía emitir el rey. Era algo muy preocupante. Pero nada de esto dijo en voz alta, en lugar de ello embozó su sonrisa más seductora, era el tipo de sonrisa que Tellus calificaba como “capaz de derretir a una piedra”, Firas se quedó encandilado.


- Firas, yo soy el príncipe y si te pregunta le dices que yo te lo ordené, si tiene algún problema que venga él directamente a tratarlo conmigo- se acercó aún mas al otro elfo- solo es un pequeño hechizo de localización y enlace.


- ¿Tienes algo de esa persona?


- Sí- Alianus le extendió una pequeña daga. Firas la cogió y la examinó con curiosidad.


- Vaya, se parece mucho a las que utilizamos nosotros para cortar los tallos de plantas con propiedades mágicas- deslizó un dedo por la ondulada hoja- ¿y esa persona tiene algo tuyo?


Alianus levantó una ceja plateada con elegancia, como quién ha hecho una jugada magistral y lo sabe.

- Sí- dijo suavemente.








- Maestro, me gustaría salir de nuevo- la encapuchada cabeza se inclinó como si no diera crédito a sus agudos oídos.

- No llevas ni tres días en las torre desde la última salida y me pides permiso de nuevo- los labios se tensaron- ¿es por algo particular?


Bevan no podía decirle a su maestro que lo impulsaba un turbador anhelo, una ansiedad se había despertado en su corazón esa mañana y algo parecía llamarlo de nuevo a las frescas sombras del Bosque de la Mandrágora.


- Me gustaría buscar unas cuantas hierbas para mi estudio sobre pociones de curación. Y de paso reponer la existencias de las otras plantas que tenemos, andamos muy escasos.

- Mmmmm- los dedos tamborilearon sobre la pulida superficie- de acuerdo. Pero debes llegar como muy tarde alas doce de la noche.


Bevan se inclinó y salió del laboratorio de la cúpula de la torre. Prácticamente corrió por los resbaladizos escalones y traspasó el umbral de la puerta de la torre sin ni siquiera hacer caso a la grosera despedida de las gárgolas. En su alegría por volver a respirar el aire puro no fue conciente de que otra figura lo seguía muy de cerca.


Bevan pudo encontrar el camino a Inradiel, sin apenas esforzarse, es como si se hubiera grabado, sutilmente, en su mente. Caminó con ligeraza, tenía ganas otra vez de ver las bellas ruinas, de pasearse por aquellos arcos rotos, de volver a olor los lirios de cristal, esta vez sin cortarlos.


Llegó cayendo la tarde, por el camino había ido recogiendo las hierbas que le había prometido a su maestro. Se paró en el claro, salpicado de níveas columnas. Admiró la bello pero triste vista. Un tintineo llegó hasta sus oídos, sonrió al evocar como ese mismo sonido lo había llevado a conocer a Alianus.


- Así que fue aquí donde conseguiste los lirios- una voz ruda rompió todo el encanto. Bevan se giró alarmado- ¡Lanzas de oscuridad!


Bevan intentó levantar un escudo pero ¡demasiado tarde!, unas ráfagas proyectadas por los dedos de Darcas atravesaron todo su cuerpo, levantándolo como si fuera un muñeco de trapo y lazándolo hacia atrás, golpeó el suelo con dureza. Un dolor atroz lo envolvió cuando Darcas lo atacó nuevamente con una espiral de oscuridad que traspasaba todos los poros de su piel, su mente estaba nublada, oscurecida.

El olor a sangre impregno el aire, con horror se dio cuenta que era su propia sangre que en ese momento le inundaba la boca. Unas lágrimas asomaron a sus ojos y un gemido escapó de su labios.


Unos dedos se cerraron sobre su cuello, impidiéndole la entrada al aire, debajo de las uñas de Darcas se escapaba la negra emanación mágica y las cicatrices de sus antebrazos estaban todas abiertas.


- Demasiado tiempo me llevas jodiendo Bevan. Será muy fácil hacerle creer al maestro que te escapaste- sonrió, mientras acercaba su rostro al de Bevan. Éste luchaba por liberarse- tal vez, antes debería divertirme contigo.


Bevan cerró los ojos. De pronto el grito desgarrador de marcar resonó en el claro, Bevan abrió los ojos a tiempo de ver como la oreja derecha de Darcas salía volando y una enorme herida surcaba la mejilla del mismo lado. Darcas lo soltó y se giró soltando saliva por las contritas comisuras de los labios.


Ante Darcas se erguía Alianus, orgulloso e impasible, hermoso y peligroso .La punta de su espada estaba impregnada de sangre y sus ojos relucían como dos piedras preciosas. Su voz sonó alta, clara y fría como el filo de su espada.


- Nadie toca lo que es mío.









CÁPITULO 6: ERES MÍO.





``Parecía de buen talante, pensó ella;
pero aún así, tenía garras muy largas
y muchísimos dientes, de modo
que sintió que habría que tratarlo con respeto´´

(Alicia en el País de las Maravillas)





Darcas se irguió como si fuera una enorme mole de furia y odio, su mano cubría la brecha de su carne de la que manaba sangre, donde había estado su oreja derecha, el rojo líquido salpicaba entre las verdes hierbas. Por las comisuras de sus labios se deslizaba la saliva y sus ojos amarillos se clavaron en la esbelta figura de Alianus, que sonreía con burla. Su sombra alcanzó al elfo, cubriéndole como una asfixiante capa, destacando entre la antinatural oscuridad la plateada cabellera que brillaba con luz propia.


Alianus no retrocedió ante la emanación de energía negra que parecía destilar todas las heridas abiertas de los antebrazos de Darcas. Su cuerpo adopto una extraña postura de combate.


- ¡BASTARDO!- La voz de Darcas se alzó como un rugido animal. Su voz trazó como latigazos una maldición oscura. De sus dedos salieron lanzas de magia, dirigidas contra el desafiante elfo.


- ¡Cuidado Alianus! , ¡Huye!- Bevan apenas pudo emitir un gemido, intentó levantarse para ayudar al elfo pero sus heridas lo postraron dolorosamente contra el suelo, se mordió los labios con frustración al ver como Alianus no se movía, como si no hubiera oído su advertencia.


Alianus esperó hasta el último momento, alzó su espada, las piedras preciosas de su pomo se iluminaron como si fuera una constelación de estrellas. Trazó, con elegancia y con una velocidad que desafiaba toda descripción, un arco en el aire, delante de él. El hechizo de Darcas se estrelló contra el etéreo escudo levantado, haciéndose pedazos.


Darcas abrió la boca, pasmado, ¿Cómo era posible que el elfo hubiera destruido su maldición con esa facilidad?, ¿cómo?. La risa de elfo resonó en el perfumado aire de la tarde, no era una risa gentil, en ella había desprecio y orgullo.


- ¿Sorprendido?- los ojos se fijaron en el semipostrado Darcas, sus pupilas verticales se estrecharon aún mas, pareciendo que sus iris eran del todo turquesas- Eres demasiado torpe, tu magia negra es ridícula- Darcas comenzó a entonar otro hechizo- si quieres mantener un duelo conmigo deberías esperar a tener 220 años más, sobre todo cuando lo que te juegas es la vida.

Alianus saltó como una pantera, sus rápidos pies acortaron el espacio que lo separaban de Darcas, su espada trazó una fulgurante finta pareció cruzar su faz, Darcas cayó hacia atrás con un alarido de dolor que estremeció el corazón de Bevan. Darcas acababa de perder su ojo derecho también. Alianus no satisfecho con eso se acercó a la figura que se revolcaba en el suelo, en su mirada no había ninguna piedad, la puntera de su bota salió disparada hacía el estomago de Darcas con enorme fuerza, Bevan oyó el crujido de unas costillas.

- Vaya, ya no eres tan valiente.-ladeó el hermoso rostro, estudiando el dolor de Darcas, como si fuera in insecto clavado en una aguja.- La mejor manera de matar a las alimañas como tú es cortándoles la cabeza- Alianus levantó la espada sobre el hombre, que se había dejado de mover ante el ominoso anuncio, se ovilló lastimeramente, gimiendo, lloriqueando, suplicando piedad. El elfo no se conmovió, como una bella figura de mármol, su cara no dejaba entrever ningún tipo de sentimiento.


El agudo filo empezó a dibujar su mortal trayectoria, de pronto un tirón en su ropa detuvo el brazo de Alianus, la espada se inmovilizó a milímetros del cuello de Darcas. Alianus se giró sorprendido, Bevan se había arrastrado hasta ellos y con un último esfuerzo había agarrado parte del pantalón de Alianus.

- Basta por favor, basta.- los grises ojos de Bevan estaban cristalizados por las lágrimas- déjale ir.


Alianus sospesó con la mirada la suplicante figura, en su interior se debatía entre acabar con la vida de aquel miserable que había osado herir a Bevan o atender al ruego de su amante.


Bruscamente sus esbeltos dedos agarraron los cabellos de Darcas, con una enorme fuerza levantó su pesada cabeza hasta la altura de sus ojos.

- Vete- su voz era helada, estaba dotada de esa frialdad que es capaz desollar la piel en invierno- espero no volver a ponerte nunca la vista encima. Recuerda que le debes la vida a Bevan, si tienes suerte nunca te lo cobrará.

Lo soltó, Darcas se irguió tambaleante y con paso vacilante salio corriendo del claro, dejando un rastro de sangre detrás de sí, mientras en su alma iba anidando, como un inmundo gusano, un odio terrible hacia Alianus y Bevan. Un odio que solo sería satisfecho con sus muertes.



Alianus enfundó su espada, se arrodilló junto a Bevan que jadeaba. Pasó las manos por el amoratado cuello, acariciando con gentileza la tersa piel. Bevan levantó la vista y se perdió en aquellos increíbles ojos, ojos de un color que ningún mortal jamás poseería. Un silencio íntimo se levanto entre los dos, era el tipo de silencio que reina en un encuentra muy deseado, cuando las palabras no alcanzan a expresar todo lo que uno siente en ese momento. El príncipe ni siquiera lo intentó.


Se inclinó y tomo los labios de Bevan con una sensual suavidad, El joven cerró los ojos, devolvió el beso con el mismo ardor, como si el dolor de su cuerpo se esfumara con el solo roce de su amante. Las manos de Alianus lo rodearon y con ternura lo elevó sin romper el contacto de sus labios. Entre sus brazos Bevan era muy ligero, éste había aprovechado para rodear con sus brazos el cuello del elfo.

La dorada luz del ocaso penetró entre las hojas de las copas de los árboles, cayendo como si fuera una cortina del oro en el claro de las ruinas, rodeando con un mágico halo a la extraña pareja.

Bevan rompió el beso para coger aire, sonrió.

- Pensé que jamás volvería a verte.

- Pensaste mal.- Alianus le hizo un guiño. Sus dedos recorrieron el costado de Bevan, frunció el ceño- Estás herido.

Bevan se sobresaltó, al darse cuenta de que el día ya estaba muriendo. A pesar de sabor a sangre que inundaba su boca y del dolor que parecía penetrar en sus huesos intento deshacerse con suavidad del abrazo de Alianus, evitándole mirar a la cara.

- Debo irme. Por favor, déjame en el suelo.

- ¿Qué harás si no quiero?- Alianus se resistió a los débiles intentos del muchacho- No pienso dejarte que vayas a ningún lado en tu lamentable estado.

- Pero…-jadeó Bevan

- Te recuerdo que aún te ata tu promesa, me elegiste- sus dedos se deslizaron por la barbilla de Bevan, levantó el mentón para sumergirse en aquellos ojos grises cuyas motas doradas habían captado los últimos rayos solares y danzaban como minúsculas luciérnagas.- ¿Acaso tu palabra no vale nada?

El humano apretó los labios en una delgada línea. Los recuerdos de aquella tarde parecieron desbordar el dique de su memoria, inundando su mente de imágenes y sensaciones, de besos, caricias y gemidos. Y una vez más inclinó la cabeza ante el elfo.

- Mi palabra es la única pertenencia que tengo y te la he dado a ti.

Alianus estrechó los ojos ante la respuesta pero no podía negar que en ella había una entrega del ser de Bevan, una promesa que casi asustaba, una promesa que no estaba seguro de querer aceptar, implicaba demasiadas cosas.
No dijo nada, se limitó a pasar los esbeltos dedos por el asombroso cabello azabache de Bevan y tomo una decisión.

- Entonces nos vamos de aquí pero juntos.






Tellus maldijo en voz baja, cuando oyó que alguien aporreaba de forma muy poca educada su puerta. “¿Quién diablos puede ser a estas horas de la noche?”, hizo a un lado la manta, se irguió de su lecho y bostezando se dirigió hacia la puerta de mármol rosa que custodiaba la entrada de su casa.


Al contrario que la mayoría de los elfos, Tellus había preferido edificar su vivienda en un lugar alejado de la ciudad, en una caverna que tenía un pequeño lago de aguas frías, alimentado por pequeñas cascadas, y cristales de rocas que captaban la luz de los hongos fosforescentes que crecían entre las grietas de las rocas. También se les había arreglado para lograr hacer crecer plantas, con la ayuda de un mago amigo suyo, las había adaptado para vivir en la semioscuridad, pero los más sorprendente es cuando dieron flores estas emitían una luminiscencia en variados colores desde un pálido rosa a un blanco lechoso.


Aldariam, la hermana de Alianus, amaba aquellas flores, decía que eran una muestra de cómo la vida y la belleza se puede abrir paso incluso en las condiciones más adversas.

Tellus boqueó sorprendido al ver a Alianus erguido en el umbral, entre sus brazos sostenía un cuerpo envuelto por su capa, su rostro estaba oculto por los pliegues oscuros de la tela, parecía que la desconocida figura dormía.
Alianus sonrió al ver la cara de Tellus, recorrió con la mirada, muy lentamente, deliberadamente, su cuerpo haciendo a Tellus conciente en ese momento de que había abierto la puerta vestido solo con el taparrabos.

- Espero que no estuvieras esperando visita.

- Y yo espero que no sea una simple visita de cortesía para ver que lo que me pongo para dormir.


Alianus meneó la cabeza, paso al lado de Tellus y se dirigió al dormitorio. Tellus le siguió intrigado.

- Antes cierra la puerta.- Tellus obedeció.



Cuando llego al dormitorio observó como Alianus depositaba con gracia el cuerpo en su cama, a continuación le quitó lentamente la capa para evitar despertarlo. Tellus se acercó y observó el rostro de Bevan. Sus ojos se abrieron, su mirada recorrió cada rasgo, cada línea del aquel cuerpo y casi no pudo evitar jadear al ver como Alianus acariciaba la pálida mejilla, sintió en su corazón un presagio de futuro, era como ver una antigua historia se volvía a repetir.

-¡Por las estrellas Alianus!, ¿te has vuelto loco?- susurró furiosamente Tellus- ¡Es un humano!, has infringido la prohibición.

Alianus levantó la vista, sus ojos brillaban de forma extraña, Tellus reconocía esa mirada, era la mirada tozuda de Alianus, la tenía cuando había tomado una decisión inamovible, era la terquedad personificada. Sabía que cualquier palabra no iba a servir para hacerle entrar en razón, sería como lanzarle insultos a una tormenta, totalmente inútil.

- No podía llevarlo al palacio y además está herido.


- ¿Herido?- Tellus se acercó a Bevan, con los ojos pidió permiso a Alianus y este asintió, cuidadosamente empezó a desnudarlo, podía sentir debajo de las yemas de sus dedos la tersa piel que ardía por la fiebre. Observó críticamente los moretones oscuros de los costados y las marcas de dedos en el cuello. Bevan ni siquiera se movió.


- Creo que no hay nada roto. De todas formas voy a darle una infusión para fiebre, tengo la impresión de que estas heridas han sido causadas por un ataque mágico, tiene todas las marcas. Le aplicará un emplasto de hierbas blancas, son las más adecuadas.

Alianus le sonrió como agradecimiento mientras peinaba con los dedos los cabellos de Bevan, que perecía tranquilizarse bajo su toque. El rostro de Tellus mostraba preocupación, tenía la impresión de algo estaba ocurriendo entre aquel humano y Alianus, pero lo que más le atemorizaba era el dolor que podía causarle a ambos,``otra vez ´´. Puso una mano sobre le hombro de Alianus.


- Tenemos que hablar.




Muy lejos de allí, en la sala que coronaba la Torre de la Mandrágora el encapuchado maestro de Bevan levantó su rostro, olfateó el aire repetidas veces, como si el viento nocturno escondiera entre sus negras alas cosas que el solo podía sentir. Embozó una sonrisa afilada.

- Algo se acerca.



Bajo las sombras del bosque Darcas se arrastraba penosamente, mientras que la cuenca de ojo derecho, vacía, latía intermitentemente, cada pulsación le hacia lanzar un juramento de venganza y odio, odio y venganza contra Alianus y Bevan. Sólo con su destrucción estaría satisfecha el hambre que perecía estar anidando en su corazón y que alimentaba a su vez a su magia oscura.



Nimbus sonrió, las piezas de su plan empezaban a encajar pero todavía le hacia falta un golpe maestro, un golpe mortal, algo que debilitara por completo la estructura de poder actual e inclinara la balanza a su favor, otorgándole la victoria. Debía ocurrir pronto, sabia que el tiempo no corría a su favor.




En otro espacio, entre dimensiones, envuelto entre poderosas corriente mágicas, la esencia de un poder muy antiguo empezaba a removerse en su sueño, una voz que encarnaba la misma oscuridad lanzó un sensual suspiro y miles de motas de realidad se removieron atemorizadas. El Señor de la Noche, en su descanso, comenzaba a presentir el momento de su renacimiento y en sus sueños, sean cuales sean los sueños que puede tener un dios, aprecian unos ojos grises donde resplandecían unas motas doradas.




Aldariam en su lecho, se despertó con un grito desgarrador, su cuerpo temblaba sin control, las lágrimas surcaban las pálidas mejillas. Las palabras que salieron, a duras penas, entre sus labios, estaban teñidas de un miedo ancestral.

- La oscuridad.
















CAPITULO 7: DAMOCLES.



“Escucha el viento Rose Walker, trae cosas malas”

( Sandman, La casa de muñecas)




El desierto de Las Ilusiones se extendía hasta el sur, durante muchos kilómetros hasta cerca de las Montañas Azules y lindaba al este con la Fortaleza Negra, hogar los temibles caballeros impíos, más al norte con las bulliciosas ciudades de Namur, Bozar y la atestada Cambrias. Era el único desierto del mundo con arenas blancas, granos de pálida y cristalina belleza que se deslizaban por sus altas dunas.


Numerosas leyendas se hallaban entretejidas con aquel desierto, muchas contaban la terrible guerra que había tenido lugar hace miles de años, cuando los ejércitos de la luz se enfrentaron con los ejércitos de la oscuridad en un último y desesperado intento por conseguir la victoria.


La increíbles fuerzas mágicas desatadas tuvieron como consecuencia que arrasaron un gran zona del continente convirtiéndola en un desierto, lo que ninguna lograba explicar del todo era el por qué del misterioso color se sus níveas arenas. Quizás ese secreto sólo era conocido por sus únicos habitantes, los Nómadas Blancos, denominados así por sus vestimentas, que lograban hacerlos totalmente invisibles a los ojos de cualquier criatura excepto, quizás, a los de los propios dioses.


Los Nómadas Blancos llevaban incontables generaciones viviendo en aquel desierto, al cual se había adaptado admirablemente, los habitantes de las ciudades decían que por sus venas no corría sangre sino arena y los Nómadas lejos de ofenderse por esa comparación sonreían con orgullo. Poco se sabia sobre ellos, pero su fama los precedía allá donde fueran, fama de ser temibles guerreros, susceptibles, engreídos, fieles a sus amigos e implacables con sus enemigos.


Los mercaderes les tenían un particular terror, pues los Nómadas eran capaces de vaciar sus bolsas de oro con los astronómicos precios que exigían por guiar las largas caravanas de mercancías por el de Desierto de las Ilusiones, pero era bien sabido que quién se adentraba en aquellas arenas sin guía de los Nómadas jamás se volvía a saber de ellas.


Sólo los Nómadas conocían los secretos de aquel desierto, sólo ellos conocían los peligros que se escondían entre sus blancas arenas.



Thair palmeó con suavidad el cuello de su dromedario blanco, que se removía inquieto y esperó pacientemente hasta que el jinete llegara hasta su altura. Miró como el hombre espoleaba frenéticamente a su montura, como si la velocidad a la que iba no fuera suficiente para las noticias que le quemaban la lengua. `` Algo muy extraño está pasando. El viento que está soplando no es natural- pensó cuando sintió una nueva ráfaga que elevó sus vestimentas.

Berar se paró a su lado, se quitó la tela que cubría la parte inferior de su rostro, a pesar de que le viento aullante que soplaba le introducía la arena en la garganta. Era una señal de respeto.



- Mi señor- se inclinó.


- ¿Y bien?.- Thair lo imprecó impacientemente- ¿hacía adonde ha ido?.


Berar levanto hacía el unos ojos llenos de temor, su humedeció los agrietados labios. Su voz temblorosa traicionó el gesto firme con el cual sujetaba las riendas.



- Mi señor, ese viento monstruoso ha levantado una ola de arena de cuarenta metros.


La compañía de guerreros, que rodeaban a Thair, emitieron jadeos de asombro y miedo. Thair no hizo ni un solo gesto pero sus increíbles ojos verdes, que contrastaban con su morena piel, se entrecerraron como si sintiera que todo aquello no obedeciera en modo alguno las leyes del desierto que conocía desde su niñez.


- ¿Hacía donde?- repitió con suavidad.



- Se dirige hacia Cambrias, lo más extraño es que ni siquiera se acercó a la Fortaleza Negra, como si esa maldita ola tuviera voluntad propia.

Thair hizo una mueca, una especie de sonrisa siniestra.


- Mala suerte, nos hubiera ahorrado la labor de mantener a raya a los caballeros impíos.- se levantó de su montura, su voz resonó clara y limpia en medio de aquella tempestad de arena- ¡ A Cambrias!.


Lanzó su montura hacia delante, los demás jinetes le siguieron como si fueran uno solo, sin duda ni vacilación. Thair apretó los dientes, su corazón le decía que ya era demasiado tarde.


Cambrias orgullo de dos mil habitantes, la ciudad de esbeltas torres, de fuentes cristalinas, de bibliotecas y santuarios. Donde se encontraba uno de los mercados más grandes del contiene donde se podía comprar cualquier cosa, desde joyas hasta magia.

Cambrias ciudad con quinientos años de antigüedad ya no existía. La había engullido la arena.

Thair se paró en medio de la desolación, no alcanzaba entender como podía haber desaparecido la ciudad, sus pies a penas lo podían mantener, sus ojos solo veían las puntas destrozadas que emergían como los restos de los un inmenso navío. La luz del ocaso teñía todo del color de la sangre, el sol rendía sus honores a la asesinada urbe.


“Debajo de mis botas yacen ahora los cuerpos de los habitantes de Cambrias. Sus almas nunca descansaran en paz”. Sus ojos se llenaron de ardientes lágrimas al pensar en las incontables vidas destruidas. Observó como muchos de sus endurecidos guerreros sollozaban sin disimulos.


- ¡Señor, señor aquí hay alguien aún vivo!- Berar lo llamaba con gritos.


Thair corrió con facilidad sobre arena hasta llegar a la posición de Berar, ambos se inclinaron sobre el cuerpo destrozado de un hombre, que a juzgar por su atuendo era uno de los soldados de la guarnición. Thair pasó sus brazos con delicadeza alrededor del cuerpo, el rostro prácticamente borrado por el azote de la arena se giro hacia él, las cuencas de sus ojos estaban vacías.

- Ya es tarde- su voz salió como un jadeo ahogado, como si sus pulmones estuvieran llenos de polvo- fue el viento, el viento.


Tosió violentamente, la sangre manó de su boca como una herida abierta. Thair lo único que podía hacer era sostener la mano de dedos rotos como su fuera el objeto más frágil que hubiera cogido nunca.


- Dijo que se llamaba Damocles- el último suspiro sonó en los oídos de Thair y de pronto aquel cuerpo fue un peso muerto entre sus brazos. Cerró los ojos con dolor.


- Señor, ¿Qué quiso decir con lo de Damocles?.


Thair meneo la cabeza, se levantó, su esbelto y musculoso cuerpo estaba tenso.

- No lo sé.- sus ojos siguieron el rastro de destrucción, aquel viento se dirigía la norte- pero lo pienso averiguar. Alguien está tocando a puertas que no deberían ser abiertas.

Se estremeció involuntariamente cuando sintió la brisa de la noche, la oscuridad empezó a devorar las ruinas de Cambrias.





Darcas se encorvó ante la mirada de su maestro, era una mirada envenenada y vacía, era una mirada ciega de desprecio. Aquellos dedos lo agarraron de los cabellos, con increíble fuerza.

- ¿Donde está Bevan?- silbó.

Darcas había llegado apenas con vida a la torre, cuando su maestro lo encontró gimoteando de dolor, con un ojo y una oreja menos lo había interrogado implacablemente.

No mostró ningún tipo de preocupación por las heridas de su discípulo, es más le parecía una lección mas que adecuada por su falta de capacidad, las mejores enseñazas son los que se recibían con el dolor. Le interesaba saber mas quién había sido capaz de mutilar así a Darcas.


- Con el elfo.


- ¿Elfo?- los labios se su maestro se apretaron- ahora entiendo de donde procedía aquel olor tan sutil que envolvía a Bevan. Descríbemelo.- ordenó secamente.


- Alto, de melena plateada y piel dorada.


- ¿Cuál era el color de sus ojos?


- Turquesas. Portaba una endemoniada espada- Darcas se sobresaltó al escuchar la risa de su maestro, era una fría y desprovista de humor, levantó ecos burlones en toda la Torre de La Mandrágora.


- Así que has conocido al príncipe Alianus y a su espada ,La Rosa.- Su boca embozo una sonrisa malvada- lo que me extraña es que te dejara con vida.


- Bevan lo detuvo- la confesión le supo como a hiel en la boca.


- Ahhhh.- su maestro se paso un dedo por la mejilla tatuada- que interesante, mucho. Así que vuelve a las andadas. Querido Darcas; dicen que el hombre es él único animal que tropieza dos veces en la misma piedra pero los elfos, que viven mucho más años, tropiezan más de dos.

Darcas le miró extrañado, no entendía la satisfacción de su maestro, como podía estar de tan buen humor si Bevan se ido con aquel bastardo de orejas puntiagudas. Los mataría a los dos.

- Maestro, ¿Cómo pudo desviar mi hechizo?.


- Su espada, es mágica. Forjada con magia salvaje, en su hoja danzan poderes
muy antiguos. Además Alianus ya combatía contra hechiceros muchos, muchos años antes de que tu vinieras a este mundo. Tienes suerte de haber combatido con él y haber sobrevivido, hasta yo me lo pensaría mucho antes de desafiarle.


Darcas abrió la boca asombrado por la confesión de su maestro.


- Por cierto, quiero que te cambies de ropa- se giro despacio, caminó perdiéndose entre las sombras- esta noche espero visita.






Bevan se despertó, miró alrededor con curiosidad, se encontraba en una acogedora habitación cuyas paredes parecían estar hechas de cristal de roca. Su cuerpo desnudo estaba cubierto por una gruesa y sedosa manta. Unas voces llegaron hasta sus oídos, era unas voces que sonaban molestas, como abejas furiosas.

Una era la de Alianus.Se incorporó, puso los pies en extraño suelo, se envolvió con la manta y se acercó a la puerta entreabierta del dormitorio. Las hermosas voces estaban muy alteradas. Bevan espió por la rendija con cuidado.


- ¡Por las estrellas Alianus!, te has vuelto loco.- esto lo decía un elfo de cabellos dorados y ojos azules frente a él se encontraba sentado Alianus, que giraba entre sus dedos una plateada copa de vino trabajada intricadamente. Bevan se sorprendió al notar que aunque el otro elfo era indudablemente bello, Alianus lo era aún más, su belleza tenia una especie de aura salvaje.


- No me grites Tellus, no estoy sordo.- su voz era ligera pero imperativa.






- Entonces te has vuelto tonto.- Alianus gruñó- Por si no te has dado cuenta ahora mismo tu situación es muy delicada, Nimbus ha logrado infiltrarse en todo los estamentos de poder, tiene amistad con familias más influyentes de la nobleza y me consta que goza del favor de gran parte del Consejo de Ancianos. Te recuerdo que tu secesión precisa de la aprobación de esos viejos idiotas. Sólo necesita algo que te desacredite delante de todo el pueblo.


Tellus cogió aire, la preocupación contrajo sus delicados rasgos.- Y tú, tú…- su voz temblaba de rabia- vas y se lo pones en bandeja, trayendo a ese muchacho aquí. Estás a un paso de perderlo todo Alianus, recuerda que este tipo de relación con humanos sólo te trajo dolor en el pasado.


Alianus inclinó la cabeza, de forma que sus ojos quedaron en las sombras. Una extraña sonrisa se formo en sus labios.


- ¿Quién dice que es una relación?- Bevan sintió como todo su cuerpo se helaba, como su corazón se paraba- Es un capricho, una bagatela, algo bonito de lo que pronto me cansaré.


Un portazo resonó en la habitación, los rostros de Alianus y Tellus se giraron rápidamente para encontrase con los ojos grises de Bevan.


- ¿Es eso lo que soy para ti?- su voz sonaba como la de una persona herida de muerte- ¿un capricho? ¿una tontería que encontraste en el bosque?. No te preocupes Alianus te ahorraré la molestia de dejarme porque me marcho .No se te ha ocurrido pensar que puedo estar ena…..- en este punto la voz se le quebró.


Salió corriendo como una exhalación entre los dos elfos, estos se encontraban demasiado sorprendidos para reaccionar. Bevan abrió la puerta y huyo hacia la oscuridad. Alianus fue le primero en sobreponerse, salió siguiendo su estela.


Tellus se quedó clavado en su sitio, se sentía muy apenado por el dolor que parecía expresar Bevan en aquellos extraordinarios ojos, por un momento había sentido la tentación de abrazar aquel delicado cuerpo para consolarlo, pedirle perdón por lo que había ocasionado. Suspiró con cansancio.

- Eres un mal mentiroso Alianus, si no te importara ese chico no habrías arriesgado todo por traerlo aquí.





Bevan corrió con desesperación, pero la manta le resultaba pesada y sus pies descalzos parecían resbalar sobre aquellas pulidas piedras, bordeó el lago. Antes de localizar la salida de aquella luminiscente caverna unas fuertes manos lo atraparon por la cintura.


Bevan se resistió con fuerza pero su debilitado estado no ayudaba, la manta se resbaló dejando su cuerpo desnudo expuesto a la vista de Alianus, éste lo giro con una experta maniobra y lo apresó contra su pecho.


Bevan inclinó la cabeza mientras lagrimas de rabia surcaban sus mejillas, unos dedos lo tomaron por la barbilla, levantado su rostro con dulzura pero firmemente. Se inclinó y tomó los labios de Bevan, este intentó resistirse pero las lengua de Alianus lo subyugaba, lo confundía. Lentamente empezó a devolver el beso. Las manos de Alianus acariciaron su espalda.


Alianus se separó, sus ojos turquesas brillaban.

- Bevan, perdóname- su mano derecha acaricio la blanca mejilla, cogiendo las cristalinas lágrimas- yo….- Alianus guardó silencio como si le costara expresar lo que sentía- Tengo miedo.


Bevan lo miro sorprendido, sin entender como alguien tan poderoso como Alianus podía sentir miedo.


- Tengo miedo de lo que empiezo a sentir por ti- sus dedos repasaron los labios de Bevan- miedo por los dos. No nos conocemos, no sabemos nada uno del otro. Yo…..


Bevan puso un dedo en la boca de Alianus, pasó los brazos alrededor de su cuello, se puso de puntillas y lo besó apasionadamente. Alianus lo tomo levantándolo del suelo, las piernas de Bevan rodearon su cintura. Su beso los detuvo en el tiempo, en aquel momento, en aquel instante en que sus corazones latían en sus pechos al mismo compás. Ni siquiera la oscuridad los pudo tocar.



El maestro de la Torre de La Mandrágora se inclinó ante la oscura figura que se erguía ante él, el viento soplaba con una alegría feroz como si todos los espíritus etéreos aullaran como un coro de bienvenida infernal.

- Bienvenido Damocles.














 
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Paris Atreides
view post Posted on 29/1/2008, 16:02








CAPÍTULO 8: DESTINO.




“ Vas a descansar cálido aquí, mirando cómo el lago cambia su rostro,
de invierno a primavera, de verano a otoño.
Ningún ejercito marcha aquí, e incluso las noches más cerradas
No son completamente oscuras.”








Damocles se deslizó sobre las negras piedras de la cúpula de la torre de La Mandrágora, su alta figura embutida en una extraña armadura azabache absorbía la luz de la luna como si fuera un agujero negro, su paso era flexible y ligero. Se detuvo ante el maestro de Darcas y se inclinó con una gracia casi salvaje, como la de un ave rapaz. Darcas observó desde la distancia su rostro, éste estaba formado por rasgos agudos y duros, como los de una piedra labrada por el viento y sus ojos penetrantes eran como los de un halcón.

Emitía un aura de poder desconcertante y su postura era la viva imagen del orgullo. Sus caballos muy largos y de un tono castaño dorado danzaban en torno a su figura como si fuera unas alas.


- ¿Donde está?- su voz era suave y sedosa, de un timbre profundo que no alcanzaba a ocultar del todo la dureza diamantina que se reflejaban a su vez en sus ojos- Se acerca la hora.


El maestro de Darcas ladeó la cabeza, como si meditara la respuesta, sus manos se entrelazaron y buscaron refugio entre las amplias mangas de su túnica carmesí, que bajo los haces lunares semejaba mas bien a un coágulo de sangre.


- No está aquí.- su voz salió queda.


Damocles entrecerró los ojos con enojo, un viento aulló alrededor de toda la torre, miles de voces se alzaron quejumbrosas, Darcas se llevó las manos a los oídos, intentando paliar el dolor que le producía el ultraterreno sonido, era como estar en una cámara de torturas con todos sus ecos ampliados.



Su maestro no hizo un solo gesto que le traicionara, se limitó a soportar la irritación de Damocles. Levantó una pálida mano con lentitud.

- Pero se donde se encuentra.- Darcas sabía que hacía referencia a Bevan, “¿qué diablos está ocurriendo aquí?, ¿por qué infiernos es tan importante Bevan?”.- además con él se encuentra el otro elemento de la ecuación, la sangre que necesitamos para completar la invocación.


Damocles se apaciguó, cambió su postura ligeramente, el viento que azotaba la torre como una ola cesó bruscamente como si respondiera al cambio de temperamento del temible hombre, tanto poder era difícil de imaginar por Darcas si no estuviera sufriéndolo en sus propias carnes en ese momento. “Daría mi alma por tener tanto poder”


- Dos piezas por una- Damocles sonrió sin alegría, era un gesto mecánico y seco-. Tendría que haber pensado que no sueles dejar nada al azar viejo hechicero tatuado.


Darcas miró a su maestro, nunca le había parecido un anciano, su rostro era el de un hombre maduro deformado por las cicatrices de los símbolos arcanos que sembraban la tez de su impasible rostro. Pero también admitía que nada sabía de su pasado, todo lo relacionado con su maestro estaba envuelto en secretos, secretos que Darcas no ambicionaba conocer, había cosas que era mejor ignorar, eran demasiado oscuras y tenía la impresión de que estaban preñadas de horrores.


- También te gustará saber que esta con Alianus.


- ¡¿Alianus?!- Damocles alzó una ceja- vaya, las sorpresas agradables no dejan de sucederse, será un memorable reencuentro.


La risa fría de su maestro sonó en la noche oscura, plagada de presagios aún más negros.


- Sí, reencuentro es la palabra justa.










El jadeo ahogado de Bevan resonó contra las paredes de mármol al sentir como los labios de Alianus se deslizaban por su pecho en besos suaves y lentos, al llegar a la aureola de la tetilla de Bevan si lengua trazó su contorno para luego cerrar su boca con suavidad. Las ardientes manos de Alianus estaban depositadas a ambos costados del cuerpo y se deslizaban lánguidamente prodigando unas caricias que hacían que la respiración de Bevan se elevara en suspiros llenos de placer.

Éste había perdido por completo la noción del tiempo, del lugar, toda su realidad ahora giraba en torno a la boca de Alianus, sus manos, su fragante piel, la cabellera plateada y los ojos turquesas que brillaban por el deseo. Alianus siguió trazando un húmedo camino por su cuerpo, se tomaba su tiempo pero cada vez iba descendiendo más hacía abajo, iba afinando el cuerpo de Bevan como un buen músico, era el instrumento que haría sonar con una nota gloriosa.



- Alianus- el jadeo de Bevan era doloroso, su respiración agitada.- por favor, no puedo esperar más. Creo que voy a explotar.


Alianus le miró sorprendido, sonrió enseñando los colmillos.



- Bevan….- su voz era dulce y dorada.


Se posiciono entre las blancas y tornadas piernas, se inclinó hacía adelante agarró las dos muñecas de Bevan y las colocó sobre su cabeza y sin dejar de mirarle a los ojos lo penetró suavemente.


- Aaahhh Alianus.- el gritó de Bevan se elevó sin poder contenerlo, sus labios no podían sellar las sensaciones que recorrían todo su cuerpo que amenazaban con dejarlo inconsciente. La boca del elfo se unió a la suya su lengua entró con ansia buscando la de Bevan.


Al principio el ritmo de Alianus era suave y profundo, pero cuando sintió que Bevan lo rodeaba con las piernas haciendo que se enterrara más profundamente en él ya no se pudo contener. Sus embestidas se hicieron mas fuertes y rápidas, las estrechas caderas de Bevan se levantaban de las sabanas y sus lenguas se enlazaban locamente. Alianus abandonó su boca para hundir su cara en el cuello de Bevan y morder suavemente. Los gritos de ambos se alzaron, cuando Alianus sintió que Bevan estaba a punto de desmayarse. Se detuvo momentáneamente y susurró a su oído.


- Sigue conmigo hasta final.


Bevan levantó la mirada, Alianus pudo apreciar como sus ojos grises eran iluminados por aquellas motas doradas.


- Hasta el final.- repitió con voz baja como si fuera un juramento.

Gritó cuando Alianus reinició su vaivén con aun más energía y se unió a él cuando a ambos les alcanzó el orgasmo, el clímax que fue como una corriente eléctrica que llenó sus cabezas de luces. Alianus se dejo a caer al lado de Bevan y lo atrajo hacía sí para acariciarlo sin palabras. El sueño se fue apoderando de sus cuerpos y los parpados se cerraron pero sus manos no se separaron.







Tellus desambuló lentamente por su enorme caverna, había preferido darles la intimidad que tanto parecía necesitar la pareja. Su mente bullía con especulaciones, trazaba planes para luego ser rechazados con un gesto.


A lo mejor se preocupaba demasiado, ¿cómo era posible que algo tan bueno como el amor que parecía que empezaba a nacer entre Alianus y Bevan pudiera originar algo malo?. ‘‘Soy demasiado pesimista. Estoy viendo el fuego dónde no lo hay’’. Sin embargo tenia que admitir que esa aura de misterio que rodeaba a Bevan no era agradable era como si estuviera marcado por el destino.


“Destino, curiosa palabra pero es la mas adecuada para describir lo que está pasando. Tengo esa inquietud antes de la tormenta”.


Tellus de pronto sintió un escalofrío, una bocanada de aire frío envolvió su cuerpo, aguzó su fino oído. Silencio, un silencio mortal envolvía la cueva, aquello era antinatural. Levantó, alarmado, la vista hacia el techo de la caverna; no había ni un solo murciélago.


Tellus sintió como su corazón parecía detenerse durante un segundo, en la caverna siempre había mensajeros alados, era su lugar de descanso, y ahora ni una sola ala se movía entre los contornos de las estalactitas. La caverna le pareció, de pronto, a inmensamente vacía y una extraña soledad se apoderó de él.






Bevan se desperezó lentamente, disfrutando plenamente de la sensación de modorra y la languidez que parecía bañar todos sus músculos. Abrió los ojos despacio para acostumbrarlos al antinatural brillo del dormitorio de Alianus.

Su vista de desplazó lentamente por la habitación y finalmente se posaron al pie de la cama donde dos ojos de turquesa pálido le devolvieron la mirada con curiosidad.


- Aaahhhrrgg.- Bevan se sobresaltó y al mismo tiempo los dos ojos pardearon como si encontraran gracioso aquel grito.- ¿quién…quién…eres?.

La figura se levantó con una especie de etérea gracilidad, era una elfa de cabellera larga y de tono plateado, tenía una belleza que muy parecida a la de Alianus. Se dirigió hasta el lado de Bevan donde se sentó sin ningún tipo de pudor para estudiar atentamente el rostro de Bevan.

En ese momento se abrió la puerta del dormitorio, Alianus traspaso el umbral seguido por Tellus, ambos alarmados por el grito de Bevan.


- Aldariam, te dije que esperaras a que se levantara.- la joven elfa giró la cabeza y compuso un gracioso mohín ante la llamada de atención de su hermano mayor.


Alianus se acercó y puso cariñosamente las manos sobre los delicados hombros para luego besar con suavidad la hermosa cabeza.


- Esta es mi hermana menor Aldariam.- Bevan, ahora que los veía junto no se podía negar el lazo sanguíneo que los unía, era como ver dos gotas de agua, dos perlas de igual belleza.- Aldariam este es……


- Lo sé.- lo corto su hermana con una voz cristalina, se acercó a Bevan.- te he visto en mis sueños.


Bevan se removió inquieto ante el insólito tono, la mirada de Alianus se ensombreció, su sonrisa se borró de sus labios y Tellus inclinó la cabeza con inquietud, como un pájaro.


Aldariam alzó la mano y la deslizó por la mejilla de Bevan, los dedos eran suaves como los pétalos de una flor aunque algo fríos como su carne no pudiera retener el suficiente calor vital.




Su voz se alzó triste y sus gloriosos ojos, tan parecidos a los que Bevan había llegado a amar, se llenaron de lágrimas que se deslizaron mansamente por su ovalado rostro.


- Tú eres el consorte .- un sollozo se escapó de su garganta.


Alianus que se había quedado petrificado salió de la inmovilidad al ver el llanto de su hermana y el temblor del cuerpo de Bevan, que se había quedado impactado ante aquellas palabras, con la mirada perdida como si oyera resonar una llamada lejana.


Alianus se adelantó para coger entre sus brazos a su hermana pero antes de que llegara a terminar su movimiento, Bevan sacó una de su manos de debajo de la manta y la puso sobre la de Aldariam que aún descansaba en su mejilla. Las motas doradas de sus grises ojos brillaban cálidamente.


- No llores.- dijo con dulzura y a continuación rodeo delicadamente con los brazos desnudos la esbelta figura de Aldariam, que depositó su cabeza en el pecho de Bevan.- No llores.


Alianus sintió como si una daga le atravesara le corazón, al darse cuenta de la intensidad con que amaba a aquellos dos seres que se fundían en un abrazo. Se acercó a la pareja y los rodeo con sus brazos completando el círculo; “Os protegeré”.

Tellus sintió sus propias lágrimas, no sólo porque la escena le perecía muy hermosa y tocaba su alma sino porque de pronto percibió como el sino los alcanzaba. Habían elegido un camino y sellado, todos ellos, un destino.
 
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Tensai_Sama
view post Posted on 29/1/2008, 20:19




POR FINNNNNNNNN me lo releí todo!! :%$:

me arden los ojitos... y tienes razón...esos lemons, tan inocentes.... Qué porno nos hemos vuelto, my GOOOOOOOD!!!!! :i11bz1.gif: :GLÑ:

Y no pude evitar hallar parecidos con vampire...me quedé :}5.gif: cuando leí lo del consejo de ancianos!! :}5.gif: :fl4.gif:

Y muchas otras cositas, que bueno, en su momento surgieron pero que ahora miro y me digo.Coño... parece auto plagio LOL....

Hermoso como siempre y espero que en algún momenttito de inspiración lo continúes pa que no tenga que volver a leer. :kagif:

PD: Me he enamorado de Tellus. :ka1.gif:
 
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Paris Atreides
view post Posted on 24/2/2008, 19:20




CAP 9: MUERTE.

“Parece que
el miedo ha conquistado
tus ojos negros
profundos y templados
¿qué va a ser de ti? ¿qué va a ser de ti?”

(Como un lobo. Miguel Bosé)






Alianus se quedó inmóvil, apenas respirando, mientras sus ojos turquesa se clavaban con ansiedad en la marchita figura que reposaba en el amplio lecho. Repasó lentamente los miembros flacos, donde los huesos se revelaban bajo la arrugada piel. Alianus tenía la impresión de que si tomaba aquella mano con delicadeza y la apretaba un poco se quebraría como con un montón de ramitas secas.

Podía oír claramente como el aire salía trabajosamente de aquellos viejos pulmones. Le dolía ver tanto dolor en aquel cuerpo, no sabía si merecía que la vida se agarrara con aquella crueldad.

Alianus no se consideraba un sentimental, ni débil, no le gustaba pensar que sus emociones pudieran escarparse más allá de su control pero en la presencia, siempre moribunda de su padre, se sentía otra vez como un niño.


Tenía la impresión de era otra vez un elfo adolescente, sentado a los pies de la cama del rey mientras miraba como los sanadores intentaban restañar la herida del costado de su padre. Olía de nuevo la sangre que manaba sin parar sobre las sabanas de seda blanca, la sangre era negra, envenenada por la magia del Señor de la Noche.

Alianus recordó como uno de los consejeros lo sacó a rastras de la habitación, tirando con fuerza mientras él intentaba llegar hasta su padre hasta que los terribles alaridos del rey se elevaron atormentando sus oídos, eran gritos de dolor.

Su padre, un elfo orgulloso y poderoso, llorando y gritando por la agonía que le causaba aquella magia oscura en su organismo. Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Alianus en aquel fatídico momento, se soltó bruscamente del agarre y corrió, huyendo del dormitorio real, de su padre, de la pestilencia a horror y presagio que flotaba en aquella habitación.


Durante tres terribles días nadie se atrevió a expresar en voz alta lo que toda la corte pensaba, que la muerte del rey era inminente. Alianus en esos días no comió ni durmió, se limitaba a consolar a una pequeñita Aldariam que lloraba constantemente a menos que estuviera entre los brazos protectores de su hermano. Alianus no dirigió ninguna palabra a nadie, salvo a su hermana y a ella se las susurraba al oído como si fueran secretos.

Pero en contra de todas las predicciones, augurios y presagios; el rey preserveró. Aunque a un alto precio, su cuerpo se consumía lenta, muy lentamente por la magia lo que le causaba unos dolores constantes y se comía su cuerpo, convirtiéndolo en una especie de cadáver viviente.




Cuando Alianus lo vio por primera vez después de aquellos tres días, se lanzó corriendo hasta lo pies de su padre y lloró. El rey acarició los cabellos de su único hijo varón, tomó las lágrimas con sus dedos, apreciándolas en todo su valor; pues sabía que Alianus casi nunca lloraba. Podía contar con los dedos de una mano las veces que lo había visto expresar de esa manera su dolor, y le sobrarían dedos.


- Basta.- la voz seca de su padre lo sobresaltó, Alianus se había quedado ensimismado.

- ¿Qué?

- Basta de piedad. Yo no la he pedido.- el viejo elfo abrió los ojos con esfuerzos, unos ojos igual que los Alianus brillaron con un resplandor empañado.- Siempre que estás en mi presencia evitas mirarme, como si temieras que me fuera romper.¿Crees que no leo en tus ojos, hijo mío?, ¿Qué cada uno de tus pensamiento no te delatan Alianus?.Lo que veo en ti es compasión. Yo no necesito compasión- el elfo se levantó a duras penas sobre sus codos.- Soy el rey.

Alianus inclinó la cabeza como si recibiera una reprimenda, mientras que Alianus recordaba que su difunta madre siempre había sido pura dulzura y alegría, su padre era justo el polo opuesto; orgullo y frialdad. Sus palabras se formaron lentamente en su garganta, como si las estuviera conteniendo. Era cierto que nada podía ocultar su padre, en su presencia estaba desnudo.

- Evito mirarte porque me causa dolor lo que veo.- su voz era dulce y contenida.

El rey parpadeó con lentitud, por un momento sus rasgos apergaminados se ablandaron.

- Aaahh, Alianus.- Volvió a recostarse, cerrando los ojos.- ¿ Por qué querías verme si tanto dolor te causa mi visión?.


Alianus asintió, sabía que tenía que no podía dar muchos rodeos, los tiempos de vigilia de su padre eran cada vez más reducidos. Sintió como el corazón se le encogía, significaba que si padre se agarraba cada vez con menos fuerza al mundo de los vivos. “Tal vez eso sea lo mejor”.

- Nimbus.- su voz salió amarga, como si pronunciar el nombre lo desagradara.

- ¿Qué ocurre con tu primo?.



- Está ejerciendo poderes que no le han sido otorgados ni siquiera en su calidad de Magus.

- ¿Cómo cuales?- había cierto retintín en su voz. Alianus suspiró interiormente, parecía que aquel iba a ser otro de “esos” encuentros.

- Como por ejemplo, prohibir al resto de los magos ejercer la magia sin su permiso expreso. Creía que sólo tu tenias esa potestad.

Su padre giro la cabeza, las vértebras sonaron como las cuentas de un collar de perlas.

- Yo se lo di. Él me lo solicitó y no vi razón para negarme.

Alianus contuvo un gesto de sorpresa, en todos los años de reinado su padre jamás había conferido algún poder que pudiera ejercer él personalmente.

- ¿ Por qué?.- no pudo evitar un resentimiento enfermizo.

- Porque tu primo ha mostrado más interés en un año en los asuntos del reino que tú en trescientos. Te recuerdo que ser mi hijo no te da opción directa al trono.

Alianus sintió como si le clavaran una espada, la frialdad de su padre era como sal sobre una herida abierta. Agarró fuertemente las sabanas tirando ligeramente de ellas, su padre sintió el movimiento y se giró para fijar sus desvaídos ojos en su hijo.

- ¿En qué te he ofendido padre que aún no puedes perdonarme?

El rey se levantó a duras penas, puso una mano en forma de garra sobre la nuca de Alianus obligándolo a inclinarse para acercar su marchita boca a su oído.

- ¿Cómo te atreves a hacer esa pregunta?- veneno en las palabras-, ¿cómo voy a perdonarte? Tú que rechazaste a una esposa y posible reina por el deseo a un humano. Tú que rechazaste mis consejos y me rechazaste a mí para perseguir a un simple mortal como un perro en celo. No, yo no puedo perdonarte Alianus.

Alianus había temblado como una hoja, como si todo su cuerpo sintiera fiebre pero su mano se alzó lentamente para desprenderse sin brusquedad del agarre de su padre. Éste lo soltó y se tendió otra vez con un claro agotamiento y un gemido de dolor.

- Esta entrevista se ha terminado.- concluyó categóricamente el rey elfo.

Alianus se levantó grácilmente, se inclinó como un abedul plateado y se dio la vuelta para salir del dormitorio real. Al llegar a la puerta de plata labrada con árboles y estrellas no pudo evitar que su corazón hablara.

- Deberías ser el último en darme ese sermón, mi señor. Yo pensaba que tú mejor que nadie comprenderías porque lo hice.



Cerró la puerta sin esperar contestación. En su solitario lecho el rey gimió aún más alto y unas lágrimas perdieron entre las arrugas de su ajado rostro.







Firas sonrió mientras volvía a repasar el plan, después de hacerle aquel favor a Alianus ayudándole con aquel pequeño hechizo de localización sobre aquella daga extraña, tal vez tuviera la oportunidad de que Alianus volviera a interesarse en él.


Después de Alianus ningún amante había logrado satisfacerle completamente, todos estaban demasiado lejos realcanzar la perfección de Alianus; su pasión, su espontaneidad, esa aura salvaje que parecía rodearle. Todos los elementos que hacían de Alianus alguien realmente irresistible.
Firas dio un pequeño saltito de alegría mientras se encaminaba a los aposentos de Alianus, era ya muy tarde y en el exterior era más de medianoche. Con un poco de suerte, Alianus estaría receptivo a sus insinuaciones.

Cuando pasaba cerca de La Terraza del Cielo su sentido de mago se encendió con una nota de alarma. Firas se detuvo desconcertado, su adiestrado instinto estaba emitiendo una especie de pulsación, como un extraño latido.


Firas encaminó sus pasos hacia la Terraza, aunque no era un mago del nivel más alto si había aprendido muy bien una lección de sus viejos maestros, y era esta; “Cuando la magia te habla; escúchala”.

Firas relegó, por el momento., al fondo de su mente a Alianus y entró en aquel majestoso recinto. Sus agudos ojos repasaron todos los contornos, desde el trono de marfil hasta cada una de las bellas columnas. A la luz de las estrellas todo tenía un aspecto entre fantasmal e ilusorio, como si no fuera del todo real.


Firas meneó la cabeza, seguía sin saber que era aquello que le perturbaba de esa manera. De pronto el aire de la noche elevó su túnica y azotó su rostro.

“¿Brisa nocturna? ¡Pero eso no es posible a menos……!”. Su vista se elevó y se clavó en el techo de pronto un jadeo de incertidumbre escapo de su garganta, sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron por el miedo. Un sentimiento de urgencia y temor lo sobrecogió. “Tengo que avisar a Alianus”.




Echo a correr como si tuviera a un enemigo pisándole los talones pero ya era demasiado tarde. Firas sintió como un aura de poder lo alcanzaba, como un maldición sujetaba su cuerpo como si fuera un pelele. Intentó hablar para invocar un hechizo de protección y horrorizado sintió como su lengua se fundía dentro de su garganta, sus dedos y su cuerpo se movieron espasmódicamente cuando se derrumbó. Su sangre hirvió y se secó mientras su piel se levantaba en tiras, desollándose vivo.


Un grito inarticulado escapó de su boca ennegrecida, en los últimos instantes de su vida Firas pudo ver a su asesino que se acercó a él y se inclinó para verle morir, como quién ve agonizar a un insecto empalado por una aguja. Sonrió sin alegría.

- Por entrometido.- aclaró y mantuvo la maldición hasta que Firas emitió su último aliento.







Bevan observaba como Tellus daba de comer a Estrella, sonrió al ver como el pequeño murciélago cogía hábilmente la fruta que le ofrecía su amo con solemne seriedad.
Se había despertado solo en el lecho, cuando se levantó y se encontró con el rubio elfo, éste cordialmente le informo que Alianus había tenido que ir a palacio pero que no creía que tardara mucho en volver.

En el desayuno ambos se portaron con timidez, pero esta pronto dejo paso a la curiosidad y el interés. El ambiente se había relajado mucho, sobre todo, cuando Estrella había entrado volando por una de las ventanas y escandalosamente había exigido comida y mimos de Tellus.

Bevan admiraba la paciencia y ternura que Tellus demostraba con el diminuto animal. Extendió una mano con duda.

- ¿Puedo?. – preguntó ansiosamente.

Tellus asintió.

- Hazlo lentamente, deja que primero te huela las puntas de los dedos.- Bevan siguió las instrucciones y dejó que Estrella olisqueara sus dedos con curiosidad-, ahora que parece que no te rechaza. Acaríciala.

- ¿Cómo lo sabes?

- Porque no te ha mordido.- sonrió Tellus.

Bevan dedos que sus dedos se deslizaran por el sedoso pelaje hasta llegar hasta una de las puntiagudas orejas que rasco suavemente. Estrella empezó a emitir una especie de gorgojeo de satisfacción. Bevan sonrió arrobado.

La pequeña criatura se encaramó a la mano de Bevan para que este pudiera arrullarla mejor. Los ojos azules de la pequeña criatura se cerraron, mientras se balanceaba sobre el dorso de su mano.


Tellus respondió también a la sonrisa de Bevan.

- Bravo. Has conseguido lo que Alianus no ha podido en años.

El joven levantó la vista de Estrella y la fijó en los dulces ojos de Tellus, desde que le había conocido una pregunta le rondaba por la cabeza, su curiosidad se impuso a su cortedad.

- ¿Cómo conociste a Alianus?.

Tellus se sorprendió por la pregunta, mostraba un interés genuino por Alianus y él. Pocos elfo se hubieran atrevido a formularla, se consideraba una grave falta de educación preguntar ese tipo de cosas tan personales. Pero Tellus lo encontró de una espontaneidad encantadora.


Bevan se sonrojó.- Espero no haberte incomodado con mi pregunta.

- No me has molestado.- Tellus suspiro, sus ojos se nublaron momentáneamente, Bevan intuyo que estaba reviviendo recuerdos.

- Mi padre era herrero, uno de los mejores, cuando ya tuve edad suficiente empezó a iniciarme en el oficio. Dedicaba gran parte de su tiempo a crear todo tipo de bellos objetos pero además tenía el honor de ser quién hacía las armas para la casa real, aunque no fue él quién forjo a Rosa. Un día, cuando yo tenía los 150 años edad lo que equivale lo 16 en los humanos, un chico de mi misma edad entro por la puerta de la herrería. Tenía una larga caballera plateada y unos brillantes ojos turquesas.

En la mente de Bevan se dibujó claramente la escena, vio como si lo tuviera delante a un adolescente Alianus rodeado por esa aura insolente mezclada con esa ferocidad animal.- Tenía un semblante orgullo y con voz altanera se dirigió a mí:


- ¡Eh, chico!- Tellus le miró entre divertido y enfadado al darse cuenta que el otro elfo tenía las mismas primaveras que él pero lo trataba como si fuera mayor.- ¿Dónde está el chapucero del herrero?.

- ¡¿Chapucero?!.- Tellus se adelantó hasta quedar frente a frente con el otro elfo, su cara mostraba cólera.- ¿Por qué lo llamas así?

Alianus lo miró sin amedrentarse, levantó un brazo del cual colgaba un arco roto.

- Esto es una chapuza.- su voz expresaba ese tipo de certeza que no admite ningún tipo de argumento en contra.

Tellus cogió el arco y lo examinó con cuidado, no tardo en percatarse que la rotura no se debía a un defecto en la fabricación sino a un fuerte golpe. Seguramente aquel mocoso malcriado de cabellera plateada había dañado el arco de su padre y pretendía echarle la culpa al suyo. La rabia hirvió en la sangre de Tellus que sin ningún tipo de miramiento arrojo los restos del arco contre el pecho del otro chico.

- Tú eres el chapuza por no saber como se cuida un arco.- el otro chico levantó las elegantes cejas en un gesto de incredulidad ante el tono de desprecio.- Lárgate y como vuelvas a insultar a mi padre haré que lamentes haber venido.

Alianus cogió los restos del arco y sin separar sus pupilas de las de Tellus, sonrió. Era en cierta manera una sonrisa malvada y divertida, como si de pronto hubiera descubierto algo que acaparaba su atención, como un niño con un juguete nuevo. Se acercó lentamente a Tellus, su rostro se aproximó a unos centímetros de del otro elfo. Sus alientos chocaron.

Alianus despacio y deliberadamente deletreo:- CHA-PU-CE-RO.

El rubio no se contuvo, su puño voló para estrellarse contra la mejilla de Alianus pero éste no pareció demasiado sorprendido y lo detuvo para después cargar contra Tellus. Ambos rodaron por el suelo lleno de hollín de la herrería mientras se daban puñetazos, los gritos de ambos inundaron toda la habitación.

De pronto unas fuertes manos los separó. El padre de Tellus los cogió por sus túnicas y miró los delicados rostros de ambos llenos de magulladuras, los labios hinchados y sangrantes. Estaban cubiertos de polvo negro de los pies a la cabeza

- Basta.- la voz del padre del herrero era suave y firme. Miró severamente a Tellus- Me avergüenzas hijo, te he educado para que seas mejor que esto. – después sus ojos azul pálido se clavaron en Alianus.- Y vos, príncipe, creía que la educación de la corte había logrado amansaros.

Tellus se puso todo rojo, ¡se había atrevido a pegarle al príncipe!

- Maese Talius,- Alianus embozó una sonrisa encantadora, a pesar de que sus labios rotos se rebelaron con dolor por el gesto.- sólo era una diferencia de opiniones y me atrevo a admitir que realmente ofendí a vuestro hijo pero pensé que sabría que se trataba de una broma. Mis disculpas.- Alianus se inclinó graciosamente ante un embobado Tellus que recibió un pequeño codazo de su padre. Respondió torpemente con otra inclinación.

- Bien. – Talius cogió los restos de arcos desperdigados por todo el suelo.- Mmm, totalmente inservible haré otro.

- No.- Alianus meneó la cabeza mientras que Talius lo miraba extrañado. – Quiero que lo haga él.- sus ojos se clavaron con intensidad en Tellus que no se inmutó.

- De acuerdo.- dijo Tellus, “te desmotraré que puedo hacerlo”.

Talius se limitó a emitir un suspiro de resignación.


Durante el tiempo que Tellus estuvo haciendo el arco Alianus pasaba todos los días por la herrería, observaba el trabajo del muchacho y no paraba de decir la palabra chapucero o preguntas ridículas que lo único que conseguían era poner de los nervios al otro elfo, lo cuál tenía como consecuencias que día sí, día no, hubiera pelea.


Para Talius fue un largo mes de separarlos continuamente, de curar magulladuras y narices sangrantes.


Hasta que un día Tellus le entregó un hermoso arco a Alianus, el cual lo cogió sin decir palabra alguna. Sus resplandecientes ojos lo estudiaron y sus dedos recorrieron con suavidad la madera trabajada con amor. Sonrió.

- Es perfecto. Gracias.- su mano se extendió y Tellus se apresuró a estrecharla impresionado por el súbito cambio de actitud. Alianus tiró inesperadamente de él para abrazarlo.- Es una verdadera belleza.- le susurró al oído con afecto.

Se separó de un sonrojado Tellus.

- ¿Qué tal si vamos a probarlo?- invitó. Tellus asintió con la cabeza mientras sonreía encantado.






- Así fue como nos conocimos y nos hicimos amigos.- Tellus le pasó otra ciruela a Bevan para que se la diera a Estrella. Éste de había quedado encandilado con la historia y la forma de narrarla de Tellus.

- Y tú, ¿cómo conociste a Alianus?.

Ahora fue Bevan el que se quedó callado por un momento intentando ordenar las ideas para poder contarla pero antes de que abriera la boca la puerta de vivienda se abrió. En el umbral se erguía Alianus, pero su rostro tenía una extraña palidez y sus ojos estaban apagados.


Tellus reconoció enseguida los síntomas, eran los que siempre mostraba Alianus después de tener una conversación con su padre. Siempre era doloroso para Alianus.
Tellus se levantó y llamó con un silbido a Estrella que dejo la mano de Bevan para posarse en el hombro de Tellus. Caminó hasta la salida no sin antes darle una caricia suavemente el rostro de Alianus, después lo dejo solos.

Alianus se encaminó hasta un sorprendido y algo asustado Bevan.

- Alianus, ¿qué……- se detuvo cuando Alianus levantó una mano deteniendo la pregunta.

- No preguntes.- se arrodillo ante Bevan, poniendo sus manos sobre los muslos de éste.- sólo bésame, abrázame.

Bevan cogió la cara de Alianus y unió sus labios a los del elfo con pasión, Alianus rodeo con sus brazos a Bevan y dejó que el cuerpo de su amante borrara sus dudas y su sufrimiento.






Aldariam estaba angustiada, no había conseguido dormir en toda la noche porque tenía miedo a cerrar los ojos y que esos terribles sueños la volvieran a torturar pero por otro lado deseaba saber. Sabía que las respuestas estaba en sus visiones pero le daba la impresión de un poder más grande la bloqueaba, como si hubiera una especie de cortina oscura que no pudiera apartar.


Eso la desesperaba aún mas y su miedo no hacía mas que aumentar, sobre todo desde que había conocido a Bevan. Los presagios mas negros y terribles parecían hacer realidad a la luz del día. Algo se había puesto en marcha con la llegada de Bevan, su entrada en el mundo de Alianus presagiaba destrucción pero Aldariam no terminaba de ver el sendero del futuro, ni el destino final de su hermano y su amante.

La puerta de su dormitorio se abrió súbitamente, Aldariam se apresuró a borrar las huellas de las lágrimas en su rostro. Una joven sirvienta, muy agitada entro prácticamente corriendo dentro la alcoba. Estaba muy nerviosa.

- Señora se ha convocado un Consejo de Ancianos.- jadeaba.- vuestro padre os pide vuestra asistencia en calidad de princesa.

Aldariam asintió y se levantó, si los suspiros tuvieran cuerpo así ligeros se moverían, la princesa Aldariam no caminaba mas bien flotaba.


La sala del Consejo de Ancianos era un enorme anfiteatro de piedra blanca, con varias gradas que coincidían en un punto, en el cual estaba situado un enorme trono hecho de diente de dragón, que brillaba con una especie de luz tenue. Cuando Aldariam llegó su padre ya estaba acomodado, enseguida localizó a Alianus y a Tellus, se encontraban en una grada cerca del trono al mismo nivel que todos los ancianos del lugar.





Cuando un elfo decía anciano se refiere al alguien que es el cabeza de una familia noble y que además cuenta con unos mil años de edad. Aunque ninguno aparentaba tal cosa. Las voces melódicas subían y bajaban, creando el efecto de un instrumento que se necesita afinar pero cuyo sonido por individual es muy bello.

Se aproximó casi corriendo a su hermano, una premonición estaba empezando a formarse en su mente, como la nube que anuncia una tormenta.

- Hermano…..- Alianus se giro y la tomo por la cintura. Perro cuando Aldariam iba a seguir hablando levantó una mano para hacerla callar.

Todo el recinto había guardado un silencio mortal. El rey levantó trabajosamente una mano, e hizo un gesto, mientras su cascada voz resonaba en las deslumbrantes paredes.

- Adelántate Nimbus y expón el motivo del por qué has invocado urgentemente al Consejo de Ancianos.

Nimbus se levantó y lentamente se situó en el centro del anfiteatro, su alta figura en vuelta en las negras túnicas creaba un efecto chocante con las níveas piedras. Levantó sus brazos en un gesto teatral.

- Venerables hermanos. Majestad- se inclinó ante el rey.- he convocado este consejo pare denunciar un hecho terrible que tuvo lugar anoche.

Los ancianos se removieron inquietos en sus asientos, el rey se limitó a entrecerrar los ojos.

- ¿qué hecho?.- preguntó inmutable.

- Un asesinato.

Gritos de horror se elevaron en la cámara, en doscientos años nadie había cometido un asesinato entre los elfos. Alianus se mantuvo impasible, Tellus sintió un extraño frío y observó con preocupación como Aldariam empezaba a jadear como si le falta el aire.

- Casi no pudimos reconocer el cadáver pero finalmente lo identificamos como Firas.- sus ojos se clavaron como dos dagas en los de Alianus. Éste no mostró reacción pero se clavo las uñas en las palmas de las manos hasta que rasgó la piel. “Firas” susurró su mente con pesadumbre.

- ¿ Quién pudo cometer tan abominable acto?.- los ojos del rey relucían con cólera.

- Mi señor me alegra poder decir que hemos cogido al asesino.

Con un gesto suyo entra una tropa de soldados elfos vestidos con brillantes armaduras, entre ellos arrastraban a un prisionero cargado de cadenas, sus ropas estaban hechas jirones y sin ningún tipo de miramientos lo arrojaron al suelo.

Los ancianos gritaron con furia y rencor, pidiendo la justicia del rey. El rey alzó una mano, imponiendo silencio.

- Antes quiero ver su cara.

Nimbus se acercó hasta el prisionero y con un gesto agarró su barbilla para mostrar su rostro ensangrentado al rey. El corazón de Alianus se paró.

Era Bevan.
 
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Tensai_Sama
view post Posted on 25/2/2008, 02:12




AAAAAHHHHHHHHH!!! :}5.gif:

NIMBUSSSSSSSSSSSSSSSSSS, MALVADOOOOOOOOOOOOO!! :kf: :h0.gif:

Muy bueno, sirenita!! Como siempre, una delicia. :LOP:
 
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Nimphie_Sabik
view post Posted on 16/6/2008, 19:21




Kyaa!
Me encantó!

Bellísimo! Me encantan este tipo de historias ^^
Qué suerte que me encontré con este foro :)
 
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lulylau
view post Posted on 8/1/2009, 07:44




WWOAWOAOWOAWOA!!!!!

Paris esta precioso!!!

Desde que lo empece, no puedo parar de leer!!! Ya me lei seis capitulos image image image

Me encanta la arrogante belleza de Alianus, que sin duda esconde un gran dolor... y la dulzura de Bevan, que me transmitio inocencia y soledad...

Que maestro tan repulsivo tiene el pobre niño... JO! me dio repelus. Y su compañerito mago... bien merecido tine haber perdido su oreja y su ojo; fuiste piadosa... yo le hubiera cortado otra cosita (lalalaaa)

Y el mago de los elfos... muy lord of the ring... siempre hay un mal bicho... hasta en las mejores familias image Espero que al final reciba su merecido...

Muy lindos Tellus y su mascotita... siempre me gustaron los murcielagos... son realmente lindos, especialmente cuando son pequeñitos.

tierno y dulce el lemon... muy lindo comienzo para la historia de estos dos...

Ahora espero que Firas el ex, no complique las cosas... JO! siempre hay un ex molesto por ahi!!!

bueno niña... me voy a dormir!!!!!

seguire leyendo tu linda historia, y espero que actualices... imagino que tienes muchas historias de las que ocuparte pero esta merece la pena...

BESOTES!!!
 
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Paris Atreides
view post Posted on 11/1/2009, 18:57




Esta sobre todo, la tengo muy atrasada y hace tiempo que no la retomo, soy una desastre total, espero que puede acabar algún día porque como has dicho merece la pena aunque se me hizo muy grande, ya veremos, poco a poco. :O.O: :O.O: :O.O: :O.O: :O.O:
 
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lulylau
view post Posted on 11/1/2009, 23:32




No hay problema niña... sabes que las sigo porque se que aunque pase el tiempo siempre cumplen...

Tengo paciencia.

Pero realmente es muy lindo. asi que te espero!!

BESOTES!!
 
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Tensai_Sama
view post Posted on 12/1/2009, 20:08




Dato curioso: este escrito fue el que me hizo caer muerta por Paris. La perseguí como loca,... eso fue love a primera lectura... :beshito:

Yo sabíua que ella tenía que ser para mi. :pu5.gif:

Y por eso es que está retrasada, porque yo no la dejo vivir, me la paso escribiendo con ella y la absorbo...gomen....pero la continuará, eso seguro. Se vienen tiempos en los que yo estaré un poco ausente por cuestiones personales y ella tendrá que llevar el mando en esos días.
 
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Paris Atreides
view post Posted on 12/1/2009, 21:15




:pu5.gif: :pu5.gif: :pu5.gif: :pu5.gif: te misseare mucho amore, durante esos días que estaré solita :sadie: :sadie: :sadie: pero nunca llueve eternamente y es cierto que intentaré adelantar esta historia, le debo mucho de lo que tengo ahora. :GLÑ: :GLÑ: :GLÑ:
 
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Kioto Kattalakis
view post Posted on 30/5/2019, 07:18




Aaaa me quedé en "queriendo saber que pasará" 😂 espero puedas terminarla algún día y compartir ese clímax y un final... realmente admiro tu forma de escribir
 
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12 replies since 28/1/2008, 22:40   315 views
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