Fanfics y otras Yerbas

Luna Escarlata, Fantasia/Aventura

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Kurai18
view post Posted on 21/5/2008, 04:25 by: Kurai18




CAPÍTULO II

Abrió los ojos lentamente dejando ver las rojas pupilas, la mirada somnolienta se deslizó hasta encontrarse con el apuesto rostro, ella estaba aferrada a su costado, abrazándolo de forma posesiva. Descansando su cabeza en el amplio pecho, él estaba profundamente dormido, demasiado trabajo lo había agotado, teniendo tantas cosas que hacer antes de marcharse.

El sol estaba por salir, ella no apartó la mirada, nunca había pasado tanto tiempo junto a él, y aún así lo conocía demasiado bien, tan serio y silencioso. De mirada atemorizante y voz aterradora, siempre alejando a los demás, alzando muros invisibles que mantenían alejados a todos, menos a ella. Los había franqueado, atravesado y llegado hasta él, colgándose a su cuello y jurando no apartarse de nuevo, amigos, amantes y confidentes ocasionales.

Él abrió los ojos y se incorporó con lentitud, sus ojos escrutaron el lugar, observaron a su amante que le sonreía con picardía.

-Tengo cosas que hacer, puedes seguir durmiendo si lo deseas.- anunció mientras se deslizaba por la enorme cama hasta el borde.

No hubo más charla que esa, él se alistó para salir y abandonó el lugar. Ella permaneció en la cama descansando, no le apetecía levantarse, en realidad le habría gustado permanecer en la cama junto con él. Pero la mirada determinante en su rostro al salir no dejaba margen a objeciones.

Los días pasaron con rapidez, Azazel metido en asuntos secretos que no discutía con Iseth. Mientras ella se mantenía aburrida, investigando todo lo referente a la casa, no encontró mucho, ni fotografías, ni recuerdos. Parecía que no hubiera tenido una infancia o un pasado, él no hablaba sobre su pasado y ella prefería no presionar en ese tema.

Era la última noche que pasaría ahí, al día siguiente tenía que regresar a la mansión de la ira, tenía todo preparado para partir a primera hora, pese a la disconformidad de ella que le reclamaba la poca atención prestada. Él simplemente la escuchaba sin objetar nada, al final era ella quien se daba por vencida, pues él lograba ser desesperante.

Los tenues rayos del sol eran detenidos por gruesas cortinas, impidiéndoles el paso. Iseth despertó lentamente, una mano se estiró a lo largo de la cama buscando el cuerpo de su amante, pero sólo encontró las sabanas frías. Se había ido, ahogó un juramento, no había tenido la delicadeza de despedirse.

-¡Eres tan exasperante!- gritó como si él pudiera escucharla, se incorporó con lentitud, envolvió su cuerpo desnudo con una de las rojas sabanas. Se levantó de la cama y anduvo por el lugar en busca de alguna nota o alguna señal de que Azazel se había acordado de ella antes de marcharse, no encontró nada, simplemente se había marchado.

Lanzó un suspiro, tenía que aceptarlo, él era un frió bloque de hielo mientras no estuviera en la cama. Una sonrisa adornó sus labios al recordar la noche anterior. Fue entonces que notó el colgante en su cuello, una delgada cadena de plata de la que pendía una joya roja tan oscura como la sangre, la tomó entre sus dedos con delicadeza, sus ojos se abrieron sorprendidos, estuvo a punto de dejar caer la sabana.

Aquella joya era un regalo especial del duque Belfegor a los demonios más destacados de su mansión. Según había dicho Azazel sólo él y otros dos demonios la habían recibido, servia como protección adicional, y dependiendo del portador incrementaba las habilidades mágicas. Aquella joya contenía varias gotas de la poderosa sangre del duque de la ira, era un objeto inapreciable y él se lo había dado. Se sentó en la cama aún sujetando el precioso objeto, tal vez él no expresara sentimientos con palabras pero aquella acción la había impactado, se sintió valorada y querida, algo a lo que no estaba muy acostumbrada.

-Estúpido.- murmuró mientras sus ojos se cristalizaban.

Azazel llegó a la mansión de la ira, tenía que reportarse con el duque a su llegada, así que no perdió tiempo, atravesó los patios de entrenamiento, donde los demonios sostenían fieras y encarnizadas batallas. Él no les dedicó ni una simple mirada, siguió su camino hasta llegar a la entrada principal.

Los demonios evitaban toparse de frente con él, abriendo una brecha a su paso, apartándose para no cruzarse en su camino, exudaba respeto y hasta cierto punto temor. Llegó hasta el despecho de Belfegor y tocó la puerta antes de entrar.

-Adelante.- el duque de la ira estaba sentado tras el amplio escritorio negro ricamente labrado. Sus ojos amarillos escrutaron al recién llegado, el largo cabello negro caía suelto por los amplios hombros, una figura imponente y autoritaria, el duque más temido del infierno.

Azazel entró en el lugar e hizo una respetuosa reverencia. Tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio tal como el duque le indicó con un gesto.

-¿Dónde esta tu colgante?- preguntó directamente, aquel objeto había sido un obsequio especial y esperaba que se valorara como tal, y no se dejara descuidadamente en algún rincón. Su tono era severo, capaz de enfriar la sangre de muchos, pero el lunatian permanecía imperturbable.

-Se lo ofrecí a mi compañera.- fue su respuesta, si Belfegor no hubiese tenido tanto autocontrol, habría boqueado o al menos alzado una ceja ante tal sorpresa. Pero permaneció serio, evaluando al demonio frente a él, se había ausentado dos semanas y había regresado con una compañera, lo que significaba un gran compromiso debido a la raza a la que pertenecía.

-Ya veo, ¿y es ella digna de portarlo?

-Se lo aseguró, es una demonio sobresaliente.- pareció vacilar un instante, aspiró con fuerza. No importaba que no demostrara sentimiento alguno, la presencia del duque de la ira era aterradora y perturbante.- de ella deseo hablarle después de ponerme al corriente con mis obligaciones.

-No tienes obligaciones por el momento, has llegado con un día de anticipación y los nuevos grupos aún están formándose, ¿has pensado en formar parte de los recolectores?- el duque le había hecho la propuesta antes de marcharse, no era la primera vez, pues el lunatian era un demonio destacable con el poder suficiente para trasladarse entre el infierno y el mundo humano para recolectar las almas de los humanos consumidos en algún pecado. En este caso la ira, pero había rechazado el cargo varias veces, parecía no estar interesado.

-Lo he hecho, y esta vez mi respuesta es afirmativa, deseo unirme a los recolectores.-el duque casi sonrió, le complacería tenerlo entre las filas de recolectores, sería muy provechoso, clavó la mirada en el lunatian.

-¿Qué es lo que quieres discutir acerca de tu compañera?

-Deseo hacerle una petición, ella tiene un don natural para el control de las bestias infernales, y ahora que es parcialmente libre de tomar decisiones, desearía que se integrara en la mansión de los celos.- volvió a dudar, la mansión de los celos liderada por Asmodeo, era una especie de centro de bestias infernales. Pues el duque era un experto en el manejo y control de todos los seres vivientes del infierno, pero ingresar era tan o más complicado que ingresar a la mansión de la ira.- si usted pudiera hacer una recomendación, tal vez se le tomaría en cuenta.

Belfegor estudió al demonio frente a él, pidiendo favores, nunca lo había hecho. De hecho nunca había manifestado interés alguno en ningún demonio, aquello era intrigante, su compañera tendría que ser tan buena como él la describía, y aún así tendría dificultades si intentaba ingresar en la mansión de Asmodeo. La raza lunatian en medio de su renacimiento estaba bastante limitada, sobre todo con las hembras, pues se les tenía bajo control paterno hasta hallar un compañero, entonces el control pasaba al compañero, y normalmente no se les permitía dejar el hogar. Siendo así, las exigencias eran demasiadas para cuidar la seguridad física.

El duque de los celos, era descuidado y dado la naturaleza de su especialidad, casi había prohibido el ingreso de hembras lunatians en su mansión. Pues le parecían ridículas las exigencias de los compañeros para mantenerlas a salvo de cualquier peligro. Ciertamente sin una recomendación Asmodeo simplemente la rechazaría, y resultaba que ambos duques eran íntimos amigos pese a la diferencia de personalidades.

-Las festividades están cerca, tráela y evaluare sus habilidades, si es tan buena como dices que es, entonces tomare en cuenta tu petición, ahora puedes retirarte.

-Se lo agradezco.- Azazel se puso de pie y salió del lugar, había pensado en aquello durante mucho tiempo, sabia que Iseth poseía unas habilidades únicas, que se desperdiciaban por las limitantes de su raza, había preferido no mencionar nada para no ilusionarla, pero estaba seguro que si se le daba la oportunidad la aceptarían. Se había jugado mucho con aquella atrevida petición, pero al parecer todo había salido bien, tener una compañera ya comenzaba a darle dolores de cabeza.

El tiempo pareció volar, el lunatian se unió a los recolectores de almas, era un arduo trabajo pues se necesitaba de una gran cantidad de energía para viajar entre ambos mundos, pero su desempeño era impecable.

Las festividades estaban por comenzar, serían celebradas por varios días en el país de la ira, pero sólo habría una gran fiesta en la mansión, pues Belfegor odiaba ese tipo de encuentros. Pero los seis duques restantes lo habían acorralado, y de alguna manera que aún no terminaba de entender, había accedido a dar una gran fiesta en su mansión, el motivo: su cumpleaños, pero para alguien que era inmortal y llevaba viviendo más vidas de las que podía contar, aquello no era un hecho relevante.

Todos los habitantes de la mansión tenían pase libre para invitar a quien desearan, no excediendo de dos demonios por habitante, de lo contrario sería una marea de demonios incontenible. Todos estaban ansiosos y excitados, pues era la primera vez en milenios que las puertas de la mansión se abrirían a desconocidos, hecho que no tenía nada contento al duque.

Azazel había mandado un escueto mensaje a Iseth avisándole que se alistara, pues iría por ella, la joven lunatian lanzó un par de maldiciones. A veces la frialdad de su compañero la desesperaba, pero pronto recobró el buen ánimo, podría visitar la mansión de la ira, una oportunidad única. Se alistó y esperó paciente.

-¿Estás lista?- preguntó una voz a sus espaldas, ella giró lentamente dispuesta a responderle de manera poco amable debido a sus modales, pero se quedó en silenció cuando lo vio frente a ella. Alto, apuesto, con el semblante serio, y ataviado con el uniforme de los recolectores. Tuvo que parpadear un par de veces para corroborar que lo que veía no era una ilusión.

-¡Eres un recolector!

-Que observadora, si no te importa deseo estar de regreso antes de que el día acabe así que apresúrate.

-¡Podrías habérmelo dicho!

-No tengo tiempo para una escena, alístate, en el camino hablaremos.- ofreció antes de que Iseth comenzara una rabieta y atrasara el viaje, ella pareció complacida, tomó sus cosas y avanzó hasta la salida, un enorme y poderoso dragón rojo esperaba impaciente.

-¡Hola hermoso!- saludó mientras se acercaba amistosamente a la gran bestia, quien la miró receloso por un momento. Ella acarició la piel escamosa, y dio una palmadita.

Azazel no dijo nada, la tomó del brazo sin contemplaciones y la obligó a subir, no tenía tiempo para que ella desplegara su encanto y socializara con el dragón. Tomó las riendas y emprendieron el viaje a toda velocidad, pese a que la gran fiesta era el día siguiente, él prefería tener las cosas planeadas y en perfecto control.

-Recuerdo que mencionaste el hecho de que hablaríamos en el viaje, y sigues en silencio con esa mirada aterradora, comienzo a impacientarme.- se quejó, pues llevaban casi la mitad del recorrido y él parecía haber perdido el don del habla, pues mantenían un silencio sepulcral.

-No hay mucho que decir, acepte formar parte de las filas de los recolectores a mi regreso, eso es todo.

-Podrías habérmelo dicho.

-No sabía que debía informarte de cada una de mis decisiones.

-Eres insoportable.- entrecerró los ojos, los finos dedos rozaron delicadamente la escamosa piel de la bestia y una sonrisa perversa cruzó sus labios. Se sujetó con firmeza a la montura justo en el momento en el que el enorme dragón hacía una pirueta en el aire. Aquello tomó por sorpresa a Azazel que casi cayó al vació, pero sus rápidos reflejos lo salvaron y se aferró con fuerza a la montura.

Los ojos amarillos refulgieron peligrosamente, giró su rostro y encontró a una Iseth sonriente. La fulminó con la mirada
-Vuelve a hacer una tontería así, y te abandonare en medio del desierto.- amenazó con voz filosa y mortal, ella pareció no notarlo pues su sonrisa se ensanchó.

-Lo merecías.- fue su respuesta, el resto del viaje lo pasaron en silencio, sobrevolaron desiertos y espesos bosques. La ciudad principal que rodeaba a la mansión se fue vislumbrando en la oscuridad, luces de colores, gritos de festejo y fuegos artificiales. Todo un espectáculo para la vista aérea que tenían.

Aterrizaron en uno de los grandes campos de entrenamiento vació en ese momento, se podían admirar cantidad incontable de dragones, pertenecientes a los demonios visitantes. Los ojos de Iseth brillaron de entusiasmo.

Azazel, bajó primero para ayudarla a bajar pero ella lo ignoró bajando por su cuenta, dirigiéndose directamente a un montón de dragones que descansaban pacíficamente. Él la detuvo, sujetando con firmeza su antebrazo.

-Suelta.- se quejó forcejeando, pero él no cedió.

-No puedes husmear por ahí, está prohibido.

-¿Según quien?

-Según yo.- ella lanzó un bufido de indignación, alzó la barbilla con altivez y lo retó con la mirada.

-Estás orillándome a usar la violencia.

-¿Tendré que recordarte el acuerdo?, hasta que no cumplas con tu parte, deberás comportarte como una compañera sumisa y acatar mis ordenes, ¿o es que tu palabra no es válida?

-En este momento me encantaría arrancarte tu orgullosa cabeza.- siseó, estaba conciente del acuerdo y de que ella no había cumplido su parte. Era capaz de hacerlo, de tomar el control de las grandes bestias, pero lo difícil era hallar a las indicadas, pues los dragones eran escurridizos y hostiles en su estado salvaje. Había planeado un viaje a una zona desértica donde era probable que los encontrara, pero necesitaba una planificación meticulosa pues ese lugar era terriblemente mortal.- me comportare, como una compañera sumisa.- dijo cada palabra con acidez, mientras se sacudía las ropas.

Él tomó el equipaje y le ofreció su brazo, ella tenía el ceño ensombrecido. Pero una sonrisa cruzó sus labios, tomó el brazo que se le ofrecía y comenzaron a andar hasta la entrada, fue entonces que ella posó su atención sobre el lugar, enorme e imponente, de piedra negra, se decía que el lugar completo estaba fortificado con la ancestral y poderosa sangre de Lucifer, volviéndolo una fortaleza indestructible.

Era una estructura oscura y terrorífica, adornada con gárgolas que parecían vigilarlo todo. Se extendía a lo largo de ambos lados dándole una forma de U. Iseth trastrabilló cuando su compañero tiró de ella, se había quedado embobada admirando el imponente edificio, un gruñido salió de sus labios, él no prestó atención y siguieron su camino. Si el exterior era imponente el interior había dejado sin palabras a la joven lunatian. Los lustrosos pisos eran rojos; dando la apariencia de un enorme lago de sangre; las columnas negras parecían flotar; los cuadros en las paredes mostraban exquisitas pinturas; las lámparas de techo eran de oro con adornos en diamantes; todo era majestuoso e impresionante; un nuevo jalón por parte de él la sacó se su ensimismamiento y a regañadientes siguió avanzando.

Finalmente llegaron hasta la zona de habitaciones, la de Azazel estaba al fondo, era la última, abrió la puerta luego de deshacer los hechizos de protección, que negaban la entrada a alguien que no fuera el dueño.

El lugar era oscuro y sombrío, había una sola cama individual, un escritorio con su silla y el armario. Ni tapiz, ni alfombra, ni cuadros, absolutamente nada más. Iseth entró y lanzó un bufido.

-He visto cuevas de dragones mejor decoradas.

-No recuerdo haber pedido tu opinión.

-Desearía estar de regreso en casa.

-No, en realidad no deseas eso.- fue una afirmación, las pupilas se habían afilado y el amarillo refulgía con intensidad.- no salgas de aquí, no le abras a nadie.- fue una orden firme mientras la miraba fijamente con aquellos ojos afilados y misteriosos.

-De acuerdo...- contestó en un susurro a penas perceptible, había visto aquella mirada pocas veces, Azazel poseía poderes empáticos y en ocasiones tenía visiones de un futuro cercano, ella no lo había sabido hasta tiempo después de entablar amistad con él.

Con espíritu rebelde y libre, ella gozaba en su infancia yendo a lugares peligrosos, en una ocasión él la previno, y tenía aquella mirada. Ella lo ignoró y como recompensa terminó con un par de huesos rotos y muchas magulladuras. Desde entonces jamás lo contrariaba cuando tenía aquella mirada afilada. Sus poderes eran un secreto, ella no preguntaba y él no hablaba de ellos, era en lo único en que no lo asediaba, pues si poseía aquellos maravillosos poderes y los mantenía en secreto, debía tener una buena razón.

Azazel salió dejándola sola, ella permaneció quieta durante un momento. Sus ojos parecían perdidos en la nada, preocupación dibujada en ellos. Intentó alejar pensamientos negativos sobre lo que su compañero había visto y comenzó a inspeccionar el lugar.

Buscó su equipaje, sacó una pequeña pintura, un dragón rojo imponente, con montañas de fondo y el cielo ensangrentado, ella lo había hecho especialmente para dárselo, aunque no lo admitiría. Se había hecho una idea del lugar en que habitaba él, y la realidad había sido exactamente como en su cabeza: oscuro y sombrío.

Colgó el cuadro en la cabecera de la cama y puso una foto suya en el escritorio, una vez satisfecha se dejó caer en la cama, envolviéndose en las sabanas negras, más de una vez llamaron a la puerta. Ella no contestó siquiera, esperó la noche entera y su compañero no regresaba, el sueño finalmente la venció.

La puerta se abrió y él apareció, las ropas llenas de polvo y la apariencia cansada, Iseth se incorporó y le rodeo el cuello con ambas manos.

-Me alegra verte.- murmuró con voz somnolienta, como contestación él le rodeó la cintura y la besó, no dio explicaciones y ella no las pidió.

La noche llegó, él estaba elegantemente vestido con un traje negro, esperando con impaciencia a que su compañera terminara de arreglarse, ella vestía un hermoso vestido escarlata, que hacia resaltar sus maravillosos ojos. Llevaba el collar que le había dado antes de partir, y unos pendientes en forma de aro haciendo juego. Dejó el cabello suelto a excepción de un broche de rubíes resaltando entre las níveas hebras.

La fiesta era animada, comida, bebida y montones de almas humanas, torturas, espectáculos, y conversaciones banales. El lunatian mantenía a su compañera a su lado, evitando que anduviera curioseando. Aunque eso era solamente uno de los motivos, el otro era que no importara donde estuviera, seguían siendo lunatians, y la convivencia con el resto de los demonios podía volverse pesada.

Iseth aprovechó un descuido y se escabulló del lugar. Estaba acostumbrada a las fiestas pero nunca había visto tantos demonios juntos, además ella y Azazel parecían el centro de atención. Pues ninguna otra pareja lunatian se hallaba en el lugar, odiaba que las miradas se posaran sobre ella seguidos de comentarios poco amables, podía lidiar con un par de demonios, pero no con cientos de ellos.

Llegó hasta el patio donde habían aterrizado, estar entre dragones la relajaba. Todos parecían sumisos, algunos lucían maltratados, y otros demasiado cansados, ninguno parecía dispuesto a prestarle atención, así que siguió merodeando en los alrededores.

Una cueva se cruzó en su camino, podía sentir la presencia de un dragón en el interior. Se aventuró en medio de la oscuridad, sus ojos se adaptaron con facilidad, una de las ventajas de ser una lunatian es que su visión nocturna era mejor que la del resto de los demonios. Avanzó con cuidado, perdió la noción del tiempo adentrándose en la oscura cueva, hasta que se topó de frente con un dragón negro.

-¡Por Lucifer!- exclamó mientras los observaba, era enorme, y elegante, cuando abrió los ojos dejó ver un par de pupilas rojas, que la comenzaron a mirar de forma amenazante. Abrió el gran hocico dejando ver hileras de blancos y afilados dientes, enseguida dejó escapar una llamarada de fuego rojo. Aquello tomó por sorpresa a Iseth que a penas pudo evitar el ataque, estampándose con la pared, rasgando su vestido.

Recuperó el control de su cuerpo, y comenzó a acercarse con cautela, evitando las llamaradas del dragón que no se había molestado en incorporarse.

-Calma hermoso, sólo quiero tocar tu preciosa y escamosa piel.- dijo con una sonrisa pese a los frecuentes ataques. Cuando estuvo a pocos metros comenzó a entonar una canción, no tenía letra, sólo eran sonidos destinados a calmar a la enorme bestia, pero sonaba hermosa. Las rojas pupilas de la fiera la miraron con curiosidad, y parecieron permitirle acercarse, pues dejó de lanzar llamaradas.

Se acercó con cuidado, pues aunque el dragón parecía haberle permitido el paso la seguía vigilando, la cola terminada en punta se movía en una danza rítmica. Ella se acercó con cuidado, rozando a penas la piel escamosa, la bestia inclinaba la cabeza estudiándola, se acercó y comenzó a olisquearla, empujando con su enorme hocico la frágil figura.

-No eres tan rudo como aparentas.- murmuró mientras acariciaba con cuidado la enorme cabeza. No se atrevió a montarlo, pues estaba segura que tenía un dueño y eso sería un atrevimiento. Sin embargo siguió con las suaves caricias, y revisó cada aspecto de la bestia.

-¿Fuego?, no es un nombre muy original.- enarcó una nívea ceja y una sonrisa burlona apareció en sus labios, aquel gesto pareció molestar a la bestia pues lanzó un resoplido de enfado.- de acuerdo, no criticare.

El ruido de pequeñas rocas desprendiéndose de las paredes la alertó. Comenzó a buscar entre la oscuridad pero no encontró nada. Sin embargo notó que había estado demasiado tiempo fuera, Azazel estaría furioso.

-Lo siento hermoso, pero tengo que marcharme o mi compañero comenzara a lanzar fuego por la boca.- volvió a acariciar el hocico de Fuego y comenzó a alejarse.- fue un placer haberte conocido.- hizo una reverencia y se marchó.

-Impresionante.- murmuró una voz brotando de la oscuridad, el dragón lanzó una llamarada iluminando la oscura cueva, la alta y esbelta figura avanzó hasta él, dio una caricia en su costado. Los ojos de Fuego brillaron con intensidad.- eso o pierdes tu toque, mi querido amigo.- como respuesta el dragón volvió a lanzar una llamarada esta vez de mayor intensidad.

Azazel estaba furioso, había perdido de vista a Iseth por una fracción de segundo y esta había desaparecido. La buscó entre los dragones pero no la halló, estuvo siguiendo su rastro hasta la cueva donde el dragón del duque Belfegor descansaba. La bestia era hostil y solía atacar a aquellos que se atrevían a acercarse demasiado, confiaba en las habilidades de su compañera, pero si el dragón lanzaba un ataque peligroso antes de que ella desplegara sus encantos podía ser mortal.

En el momento en que estaba por entrar en la cueva en busca de Iseth, ella salía del lugar, despeinada y con el vestido rasgado, dejando rasguños en la blanca piel. Los ojos de él brillaron peligrosamente.

-Ahórrate el sermón, ya sé lo que dirás.- alzó una mano para evitar que el demonio iniciara con un sermón y comenzó a caminar.

-Ven aquí.- su tono era terciopelo negro, la sujetó por el antebrazo y la obligó a volver. Comenzó a examinarla, los largos dedos se deslizaron por el costado, los rasguños hechos por la pared iban desde la cintura a la cadera, dejando pequeños cortes sangrantes.

-¡Eso duele!- frunció el entrecejo molesta.

-Guarda silencio.- advirtió, ella guardó silencio no por que se lo hubiera ordenado, si no por que en ese preciso momento Belfegor salía de la cueva, Azazel giró cuando sintió la poderosa presencia.

El duque de la ira salió de la oscura cueva y se dirigió hasta donde se encontraba la pareja, se detuvo a un par de pasos y examinó a ambos, Iseth tembló ligeramente ante el examen visual. Belfegor le resultaba aterrador, mientras Azazel permanecía imperturbable.

-Duque.- el lunatian hizo una leve reverencia a modo de saludo, de inmediato su compañera lo imitó pese a que seguía intimidada por la presencia del moreno.

-He tenido oportunidad de observar a tu compañera desplegando un notable encanto con Fuego.- recalcó el nombre y su fría mirada buscó a la joven lunatian quien de inmediato enrojeció hasta la punta de las orejas, ¡había hecho aquel atrevido comentario frente al duque! Con disimulo se deslizó hasta quedar detrás de su compañero, se sentía completamente apenada e intimidada.

-Fue algo impresionante dada la naturaleza agresiva de mi dragón, así que tendrá una recomendación para entrar en la mansión de Asmodeo.- soltó aquello sin más, Iseth boqueó sorprendida, y una de sus manos aferró con fuerza la chaqueta de su compañero.

-Se lo agradezco enormemente, esperó que mi compañera no haya causado molestias.

-No en realidad, ahora tal vez podrías presentarte.-buscó a la aludida con la mirada, ella se asomó tímidamente, alzó la cabeza y avanzó hasta quedar a la altura del lunatian.

-Mi nombre es Iseth, es una gran honor poder conocerle.- hizo una reverencia demostrando respeto, el duque hizo un leve movimiento de cabeza como contestación.

-Es hora de que regrese a la mansión, esperó disfrutes de tu estadía.- dio media vuelta y comenzó a andar hacia la mansión con paso lento, desapareciendo en la oscuridad de la noche.

-Sostenme...- susurró ella, el lunatian no preguntó, la sujetó con firmeza por la cintura justo antes de que sus piernas fallaran y dejaran de sostenerla.

-Desmayarte le dará un toque maestro a tu reciente escena.- comentó el demonio con lo que parecía ser diversión en su voz.

-Déjame meditarlo, creo que lo haré, son demasiadas emociones.

-Jamás olvidare este día, el primero en que te muestras tímida y respetuosa.

-No es gracioso, el duque es... aterrador.

-Regresemos.- desde luego que Belfegor resultaba aterrador, pero no lo aceptaría, prefería seguir disfrutando de la imagen de Iseth mostrándose tímida.

-Un momento, ¿realmente me recomendara para entrar en la mansión de los celos?

-Tú misma lo escuchaste, no puedes dudar de la palabra de un duque.

-¿Por qué haría algo así?

-Yo se lo pedí.

-¿¡Qué tú qué!?- sus ojos se abrieron sorprendidos.

-Escuchaste perfectamente, no me hagas repetirlo.

-¿Y por que harías eso?

-Tienes talento, debajo de todo ese cabello y toda tu insolencia, se oculta un gran talento.

-Tomare eso como un cumplido, a tu manera.- se abrazó a él y lo miró fijamente.- gracias.

-Agradece comportándote como una compañera obediente por una vez.

Volvieron a la fiesta luego de que Iseth se las ingeniara para mantener ocultos los arañazos en el vestido, frunciendo la tela y sujetándola con un broche. Escondiendo las aberturas entre los pliegues, todo transcurrió con normalidad, pero ella seguía sintiendo las miradas sobre ellos y no le agradaba.

Azazel estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, las había sentido desde el primer día en que llegó a la mansión. Lo miraban interrogante, con odio, asco, desprecio, como si fuese una horrenda criatura. Los ignoraba y si alguien era demasiado insistente, terminaba intimidado por su fría mirada o en caso extremo retado a un duelo a muerte, una de las razones por las que se había hecho respetar.

La joven lunatian tenía un brazo entrelazado con el de su compañero, una sonrisa en los rojos labios y los ojos lanzando destellos, reflejando las luces del lugar. Seguía sintiéndose incomoda, ahora sabía como se sentía su compañero entre las multitudes. Aunque esto no sobrepasaba con creces a la ceremonia donde había unido sus vidas, decidió que no daría muestras de incomodidad, si él podía soportar todo aquello, ella también.

Un grupo de demonios se acercó a ellos, parecían ser habitantes del lugar. Uno de ellos llevaba un collar igual al de Iseth, este la vio de arriba a bajo sin disimulo, como evaluándola. Los demás lo imitaron, la lunatian se sintió alterada, su cuerpo se estremeció de furia.

-¡Vaya acompañante más encantadora!- exclamó uno de los demonios, con una sonrisa poco creíble.

Azazel sintió el estremecimiento en ella, y no dejó pasar las miradas lujuriosas de los demonios frente a ellos. Su brazo se soltó del agarre de su compañera, que se sintió abandonada por un momento, pero eso cambió rápidamente, él deslizó la mano por su cintura, rodeándola, su manó se posó en su cadera de forma posesiva.

-Desde luego es encantadora, es mi compañera.- hizo la declaración para dejar claro que cualquier intento de incomodarla que fuera más allá de las miradas les costaría caro. Los demonios se sorprendieron, pues nunca habían imaginado a un demonio como Azazel hacer aquel despliegue de propiedad con una demonio y mucho menos que él tuviera una compañera.

Pese a todo los demonios no se fueron se mantuvieron ahí, con una charla banal. Azazel contestaba escuetamente y daba su opinión sobre algo si era importante, Iseth permanecía callada, comenzaba a enfurecerse y a aburrirse a muerte. Estaba acostumbrada a las grandes fiestas que celebraba su raza, divirtiéndose y disfrutando de los excesos, pero en este lugar parecía no ser posible. Demasiado odio y desprecio se respiraba a su alrededor, convivir con demonios de razas diferentes era agotador.

Cuando los demonios finalmente se fueron a incordiar a alguien más, la lunatian se recargó contra el hombro de su compañero y lanzó un suspiro.

-Quiero irme.- murmuró en un tono tan bajo que sólo él la escuchó.

-No podemos.- fue su respuesta, la fría mirada se posó sobre ella, había determinación en los ojos amarillos, una advertencia silenciosa. No debía dejar que el resto de los demonios la afectaran, debía comportarse como lo que era: una poderosa lunatian de raza pura, una domadora de dragones.

Ella sintió aquella mirada, cerró los ojos un momento, compuso su postura y levantó la barbilla orgullosamente. Los ojos rojos brillaron peligrosamente, había entendido el significado de aquella fría mirada, no había necesidad de palabras, no después de tanto tiempo de convivencia.

La noche pareció eterna, la fiesta se alargó hasta altas horas de la madrugada, y sólo acabó por que el duque parecía más irritable de lo normal. Y su fría mirada era una clara advertencia, tenían que retirarse pronto o los acabaría destazando. Uno a uno los demonios abandonaron el gran salón para dirigirse a sus habitaciones, pues sólo tenían algunas horas antes de que la mansión volviera a cerrarse y quedaran sólo los habitantes.

-Estoy cansada, ¿cómo puedes soportarlo?- preguntó la joven mientras se dejaba caer en la cama, habían llegado a la habitación y al fin podía fruncir el entrecejo y demostrar toda la furia contenida.

-Los ignoró.

-No puedo, son tan atrevidos, nos miraban como si fuésemos la atracción principal. Odio desprecio, asco, puedo leerlo en sus miradas y no hacen nada para ocultarlo.

-No dejes que te afecte.

-¡Han pasado milenios desde que nuestra raza fue perdonada, y la maldición se rompió, y nos siguen viendo como un montón de traidores, despreciables, inferiores y asquerosos!- sus ojos lanzaban destellos, estaba verdaderamente enfadada y alterada.

Azazel vio su turbación, nunca la había visto tan enfadada. Pero claro, ella no había estado expuesta al resto del infierno, se le había mantenido en los límites de su raza, con poco contacto con otras especies. Él estaba acostumbrado, pero ella no.

-No grites.

-¡Los odio, a todos y cada uno de ellos, desearía poderles cortar la cabeza y dejar que sus cuerpos se pudran!-sus manos habían formado puños y sus nudillos comenzaban a verse blancos por las fuerza ejercida, las uñas se enterraban en la piel de las palmas, haciéndolas sangrar.

-Cálmate.-murmuró Azazel mientras se acercaba a ella y sujetaba sus muñecas obligándola a abrir sus manos.-si dejas que te afecten habrán logrado su objetivo, eres más lista que eso.

-Supongo que tienes razón.-murmuró aunque no estaba del todo convencida.

-Cámbiate, daremos un paseo.

-Pensé que estaba prohibido husmear por ahí.- él la miró fijamente y sus ojos amarillos brillaron, ella alzó las manos en señal de rendición y buscó ropas para cambiarse.

Un par de pantalones de piel negros y un top del mismo color. Estaba por colocarse la chaqueta cuando Azazel quien se había quitado la ropa formal por el uniforme de la mansión, que consistía en pantalones de corte militar y una camisa de mangas cortas ambas prendas de color negro, y unas botas con cordones al frente, la detuvo y observó los rasguños en su costado, había creído que ella los había atendido cuando arregló el vestido pero no fue así, su ceño se oscureció.

La tomó del brazo y la obligó a sentarse, de la mesa al lado de la cama sacó un par de frascos.

-No es necesario...- comenzó a hablar pero la mirada oscurecida y la mano alzada de él la hicieron callar. Limpió la herida, provocando muecas de disgusto en la cara de la lunatian, puso un parche en los cortes, limpió también las heridas de las manos y guardó los frascos.

-Eres un salvaje.- murmuró mientras se ponía la chaqueta ocultando la herida.

-Mantente en silencio, comienzas a ser molesta.

Salieron de la habitación y deambularon por la gran mansión, admirando la arquitectura del lugar, paseando por los patios de entrenamientos, viendo los alrededores. El lugar estaba casi vació, pues pocos se atrevían a salir a esas horas después de que Belfegor casi los destazara a todos.

Finalmente el recorrido terminó, volvieron a la habitación. Azazel se atavió con el uniforme de los recolectores. Iseth tomó sus pertenencias y salieron del lugar. El mismo dragón que los había llevado esperaba por ellos, el viaje fue silencioso, pues la lunatian estaba exhausta. Se había quedado dormida, recargada en el amplio pecho de su compañero, con los brazos rodeándole la cintura. Mientras que él la aferraba con fuerza con un brazo para mantenerla segura.

La enorme bestia aterrizó frente a la pequeña casa, el lunatian descendió con su compañera en brazos, quien se aferró a su cuello, hundiendo el rostro en el pecho. Él hizo una seña con la cabeza a un sirviente que se acercaba y se hizo cargo de la bestia.

Dejó a su compañera en el amplio lecho, ella se acurrucó entre las rojas sabanas, estaba agotada.
Él le dedicó una última mirada y salió de la habitación, atravesó la casa y salió de ahí. Estando fuera trazó en el suelo un círculo mágico lleno de símbolos, una de sus uñas se convirtió en una filosa garra, que deslizó con lentitud por la blanca muñeca, dejando que el rojo liquido cayera en el centro del círculo, este comenzó a brillar. El lunatian recitó un par de palabras en voz baja, el círculo se convirtió en un portal que conectaba al infierno con el mundo humano. El demonio lo atravesó, los festejos habían terminado y el trabajo lo llamaba, era hora de comenzar a recolectar almas.

Belfegor estaba de mal humor, algo no muy raro en él, después de todo era el duque de la ira. Se encontraba en su estudio, golpeteando los dedos en el escritorio, clara señal de que comenzaba a perder la paciencia, y el causante de ello era su hermano menor. Belcebú, duque de la gula, ambos duques eran tan diferentes como el día y la noche, el duque de la ira con su largo cabello negro, alto, esbelto y con una fría mirada en aquel par de ojos amarillos. Mientras que su hermano era pelirrojo, los mechones disparejos eran cortos, era de estatura más baja y de complexión más robusta, sus ojos eran alegres y traviesos, siendo aquel par de ojos ambarinos su única similitud.

-Aterrorizaste a todos los invitados, deberías controlar tu carácter, tendrías que haber disfrutado del festejo, te hace falta un poco de alegría en tu aburrida existencia.- Belcebú sonreía abiertamente, estaba cómodamente instalado en el asiento frente a Belfegor, con las manos en la nuca y los pies sobre el escritorio.

-Baja los malditos pies de una vez- murmuró el moreno fulminando a su hermano con la mirada, el aludido pareció no notarlo, pues seguía parloteando sobre la gran fiesta en la mansión sin el menor indicio de moverse de su cómoda postura. El mayor soltó lo que pareció un gruñido de advertencia, mientras el pelirrojo seguía charlando animadamente.

Una daga se clavó en la pesada puerta de la entrada. El duque de la gula había esquivado el arma inclinando la cabeza hacia un lado, la sonrisa no había desaparecido de su rostro, y tampoco había cesado con su animada charla. Los ojos del moreno destilaban furia, se puso de pie violentamente. Ante esta acción Belcebú apartó los pies y se preparó para un nuevo ataque, aquello era lo que había buscado desde su llegada. Parecía ser que su mayor diversión era exasperar a su hermano mayor y terminar envueltos en un intercambio de golpes. Después de todo él se especializaba en la lucha cuerpo a cuerpo. Y no había nadie que durara en una pelea contra él, con excepción de los duques y ninguno estaba dispuesto a hacerlo. El único que lo complacía era Belfegor, y sólo para poder desquitarse luego de tener que soportarlo.

Ambos estaban a punto de comenzar una pelea cuando la puerta se abrió sorpresivamente, Asmodeo entró esquivando una bola de fuego, enarcó una ceja y observó a los hermanos.

-Parece que he llegado en mal momento.- dijo mientras veía los destrozos que ya presentaba el lugar, el escritorio estaba partido por la mitad y las sillas tiradas en el suelo, y un sin fin de objetos rotos desperdigados por la habitación.

La repentina aparición del duque de los celos había calmado los ánimos para disgusto de Belcebú, quien se había visto privado de una buena pelea con su hermano. Los tres duques se habían trasladado a una sala privada, pues el estudio de Belfegor estaba en condiciones lamentables.

-Supongo que no tienen nada mejor que hacer que venir a incordiarme.- murmuró el duque de la ira cruzándose de brazos y observando a sus dos visitantes.

-Debes admitir que una fiesta en la mansión de la ira es algo fuera de lo normal, tan inusual que despierta nuestra curiosidad.- comentó el duque de los celos con media sonrisa dibujada en el rostro. Su cabello negro rozaba sus hombros, en ese momento lo llevaba pulcramente atado en la nuca, sus ojos eran negros asimilando a un par de oscuras piedras preciosas.

-Algo que no se volverá a repetir.- sentenció el anfitrión, con una mirada de advertencia, no quería recordar las tretas sucias con las que lo había convencido. Los seis duques lo habían arrinconado, pero sobretodo Baal, la duquesa de la lujuria, quien era su pareja, pese haber estado separados por varios siglos. La duquesa poseía una belleza arrebatadora, su cabello era rojo como la sangre y caía en largos rizos hasta su cintura, los ojos eran de un negro profundo, y su figura era envidiable, destacándola de forma impresionante pues su atuendo habitual consistía siempre en lencería únicamente. Ella había sido la que más había presionado y al final él había cedido.

-Mi visita ha perdido su propósito, me marcho- sentenció el pelirrojo poniéndose de pie, no tenía caso permanecer en aquel lugar, con Asmodeo presente era casi imposible sacar de quicio a su hermano, entrecerró los ojos y observó fijamente al duque de los celos. Quien en respuesta de aquella mirada desafiante sonrió con altivez.

El pelirrojo abandonó el lugar dejando a ambos morenos solos en la habitación, Belfegor se masajeaba las sienes intentando calmar el punzante dolor que su hermano había provocado.

-Mi visita frustró la diversión de tu adorado hermano.- murmuró con media sonrisa en los labios.

-Volverá, siempre lo hace.- los ambarinos ojos escrutaron al duque de los celos minuciosamente.- ¿Qué haces tú aquí?

-Quise ver los resultados de la gran celebración, de paso podría enterarme de a cuantos demonios asesinaste.- contestó ensanchando su sonrisa.

-Tengo un asunto que tratar contigo, me has ahorrado el viaje.- su voz adquirió un tono neutro, desviaba el tema central de la conversación pues no quería recordar la “gran celebración”.

-¿Qué asunto te haría viajar hasta mi mansión?- preguntó con interés, pues el duque de la ira rara vez lo visitaba, normalmente era él quien hacía las visitas.

-Deseo recomendar a una demonio domadora de dragones para que ingrese en tu mansión.

-¿Cuál es la trampa detrás de esto?- preguntó entrecerrando los ojos. Belfegor normalmente no se tomaba las molestias de hacer recomendaciones. Además si la demonio tenía las habilidades suficientes para despertar el interés del duque de la ira, no necesitaría una recomendación para entrar en la mansión de los celos, así que estaba seguro de que había algo oculto.

-Es una lunatian.

-¡Ni hablar!- se negó con efusividad mientras se cruzaba de brazos, no pensaba aceptar a una lunatian en su mansión, eran demasiado problemáticas.

-Logró hacer contacto con Fuego.- comentó el duque de la ira, picando la curiosidad de su visitante.

-Ese dragón se está volviendo viejo.- afirmó, aunque ciertamente estaba sorprendido, pocos se atrevían a acercarse al dragón del duque de la ira, y los temerarios que lo hacía terminaban incinerados por las poderosas llamas.- ¿cuál es tu interés en la lunatian?- preguntó directamente.

-Es la compañera de uno de mis subordinados, antes de negarte deberías poner a prueba su talento.

-Está bien.- suspiró resignado, después de todo Belfegor no acostumbraba a pedir favores, más valía que aquella lunatian fuera en verdad tan buena como decía.- la examinare esta semana.

Belfegor asintió levemente, pronto la charla retomó otros rumbos, intercambiando noticias y progresos en sus respectivas mansiones.
 
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10 replies since 8/5/2008, 22:23   6374 views
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