Fanfics y otras Yerbas

Luna Escarlata, Fantasia/Aventura

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Kurai18
view post Posted on 3/6/2008, 21:56 by: Kurai18




CAPÍTULO III

Iseth estiraba los brazos desperezándose, el día apenas comenzaba pero tenía pensado salir, sus ojos se abrieron sorprendidos al observar a un gran cuervo negro atravesar la pared de la habitación y volar hasta posarse frente a ella.

La lunatian tomó al ave con una mano e instantáneamente se desvaneció, convirtiéndose en un sobre negro que llevaba el sello del duque de los celos. Sus dedos temblaron mientras recorrían el sobre, con nerviosismo lo abrió, sin poder creerlo aún.

La nota la citaba para esa misma tarde, en la mansión de los celos. Pues había logrado una entrevista con el duque Asmodeo.

Releyó una y otra vez la nota, su sorpresa no disminuía, era más de lo que pudo haber esperado jamás. Después de estar contemplando el pedazo de papel por más tiempo del necesario, finalmente reaccionó, y corrió como loca por su habitación, en busca de las ropas adecuadas para vestir.

Azazel apareció en las afueras de la casa, y de inmediato notó la conmoción que reinaba en el lugar. Lanzó un suspiro casi imperceptible antes de entrar. La servidumbre andaba de un lado a otro, como huyendo de la tirana que reinaba escaleras arriba. El lunatian subió las escaleras, entró al dormitorio y ahogó una exclamación.

El lugar estaba tapizado por prendas de vestir y accesorios varios, y en medio de todo eso estaba Iseth. De rodillas en el suelo, con las manos llenas de ropa. Su aspecto era terriblemente vulnerable, pero aquello no engañó ni por un momento al demonio.

-Levántate, no hay tiempo para tus tonterías.- ordenó.

La joven alzó la mirada, sus ojos se posaron en recién llegado. Arrugó la nariz en un gesto infantil y se levantó. Con pasos rápidos se acercó a su compañero y se aferró a su cuello. Las largas piernas se enroscaron en su cintura.

No hubo necesidad de palabras, estaba asustada, nerviosa y ansiosa. Desde luego eso a él no lo conmovía.

-Déjate ya de tonterías, y alístate saldremos en unos minutos.

-¡Eres un insensible!, ¿no ves lo alterada que estoy?- comenzó a enlistar cada uno de sus malestares en aquel momento. Sin embargo comenzó a cambiarse mientras lo hacía. Por que desde luego no pensaba llegar tarde a la cita, aquello era la oportunidad de su vida.

Terminó ataviada con un conjunto de piel negra, sujetó su largo cabello en una coleta alta. Y antes de que comenzara con una nueva letanía, Azazel la sacó de la habitación. La arrastró escaleras abajo y la subió al dragón que los llevaría hasta el país de los celos.

Extrañamente la joven se mantuvo en silencio durante el viaje. Y es que ya había echo todas las rabietas necesarias para intentar sacar toda su ansiedad. Pero ahora el nerviosismo hacia presa de ella. Aquella cita era una oportunidad única, y tenía que dar lo mejor de si. Así le demostraría al infierno entero que sin importar su raza, ella era una verdadera domadora de dragones.

El demonio, estaba disfrutando del silencioso viaje. Sabía todas las dudas que aquejaban a su compañera. Pero no hacia nada por calmarla, tendría que hacer frente a la situación por su cuenta. Además estaba seguro de sus habilidades, y no dudaba que lograra quedarse en la mansión de los celos.

Llegaron a su destino después de largas horas de viaje. Ambos descendieron de la enorme bestia. Iseth temblaba como una hoja, sus nervios estaban hechos trizas. Y eso era algo que Azazel no había visto. Y definitivamente no le agradó.

-Entraras ahí, te mostraras como una lunatian y como una gran domadora de dragones. Dejaras en alto tu nombre y el de tu familia. No aceptare menos.- todo fue dicho con un tono frío. Y sin embargo aquellas palabras lograron tranquilizarla lo suficiente. Él confiaba en sus habilidades, había intercedido por ella, para conseguirle aquella oportunidad y no lo echaría a perder.

Cerró los ojos un momento y aspiró con fuerza, buscando el autocontrol perdido en algún rincón de su interior. Cuando finalmente abrió los ojos los temblores habían desaparecido. El demonio la miró con aprobación.

-Lo harás bien.- dijo sin más y giró sobre si, tenía que volver a la mansión de la ira.

-¿Te vas?

-Tengo asuntos que atender. Y estoy seguro que podrás volver por tu cuenta.

-Puedo hacerlo.- murmuró con una sonrisita, y comenzó a avanzar. Tenía que hacerlo sola.

Sus sentidos se llenaron con aquel salvaje ambiente. Podía reconocer a infinidad de bestias salvajes. Y aún estaba a cientos de metros de la entrada principal de la mansión. Aquella área permanecía restringida a extraños.

Cuando estuvo frente a la entrada, un par de fornidos guardias le cerraron el paso. La lunatian alzó el mentón y les mostró la nota enviada por el duque. De inmediato los guardias se apartaron. No había avanzado más de dos pasos cuando comenzó a escuchar sus comentarios. No era de extrañar que no la creyeran merecedora de pertenecer a la mansión. Después de todo ninguna lunatian había pisado aquel lugar desde el resurgimiento de su raza. Pero eso cambiaria.

El camino hasta la mansión le pareció eterno. Sentía cientos de ojos observándola, los demonios murmuraban a su paso. No dejó que eso la afectara, cuadró los hombros y alzó el mentón y avanzó con dignidad hasta la enorme puerta doble de madera, decorada con grabados de grifos y dragones.

Al llegar, una demonio la esperaba. La miró de arriba abajo y una mirada desaprobadora se instaló en su rostro. La lunatian no dejó que eso la alterara. Fue escoltada al estudio del duque. Mientras la demonio avisaba de su llegada, Iseth respiró profundamente, preparándose para aquel encuentro.

Entró en la habitación. Un largo escritorio con dos sillas al frente, era todo el mobiliario. Sin contar claro, el asiento que ocupaba el duque tras el escritorio. Asmodeo la esperaba. Sus oscuros ojos la miraban desinteresados. Su cabello tan negro como las alas del cuervo, relucía bajo la luz del lugar. Su ropa era informal. Un chaleco de piel, y unos pantalones haciendo juego. Tenía los pies cruzados sobre la superficie del escritorio, y las manos entrelazadas en la nuca.

-Duque Asmodeo.- saludó haciendo una respetuosa reverencia.

-Siéntate.- ordenó el moreno.

La lunatian obedeció y se sentó en una de las sillas disponibles, mantuvo la cabeza alzada, sin embargo no cruzaba la mirada con el duque.

-¿Donde está tu compañero?

-Ha regresado a la mansión de la ira.

-Extraño para un lunatian dejar a su compañera en un lugar como este, tan llenos de peligros.- dijo sarcástico.

-Mi compañero sabe que soy perfectamente capaz de cuidar de mi misma.
-Estás muy segura de ti misma.

-Me crié rodeada de bestias infernales, y le aseguro que no son estas las que podría lastimarme.- aseguró.

-Desde luego que te criaste rodeada de bestias.- sonrió.

Iseth quedó inmóvil, él no se había referido a las bestias infernales. Había insultado a su raza, y sin embargo no había nada que pudiera hacer. Él era un duque. Asmodeo pensó que provocándola lograría sacarla de quicio y hacerla cometer alguna tontería, y entonces tendría una excusa perfecta para echarla y no quedar mal con Belfegor. Pero al parecer la pequeña lunatian no iba a picar.

-Belfegor me habló de tu encuentro con Fuego. Es impresiónate que hayas logrado salir viva de su cueva. Y sin embargo no me convenceré de tus talentos hasta no verlos por mi mismo. Las palabras sobran si realmente tienes habilidad como domadora de dragones.

-Soy una domadora de dragones.- aseguró orgullosa.

-Eso lo veremos.- contestó con oscura voz, bajó los pies del escritorio y se incorporó, poniéndose de pie.

Un movimiento de su mano y ambos aparecieron fuera de la mansión. Estaban en medio de un bosque devastado, los troncos calcinados formaban un paisaje muerto. Altos riscos se alzaban alrededor, llenos de cuevas. No había duda alguna que ese era el territorio de feroces dragones.

-Vuelve a la mansión.- ordenó y desapareció en una llamarada.

Iseth lo vio desaparecer. La ponía a prueba en medio de territorio hostil. Podía sentir las feroces presencias rodeándola. Si no se andaba con cuidado terminaría convertida en cena de dragón. Sus sentidos se alertaron, escuchando los pesados pasos de las bestias que salían de sus cuevas para ver al intruso.

No se alteró, ella había convivido con infinidad de dragones. Además no importaba que tan feroces fueran esas bestias, estaban acostumbradas a tener presencias demoníacas cerca de ellos.

Iseth se agachó, poniendo una rodilla en el suelo. Sus manos quedaron extendidas al frente, las palmas extendidas formaron un círculo que fue cerrándose hasta dejar ambas muñecas juntas. Un destello y un escudo circular se formó frente a ella, justo a tiempo para detener una destructora llamarada.

El impacto fue tal, que la empujó un par de centímetros hacía atrás. El escudo había desaparecido. Los lunatians no poseían grandes poderes mágicos. Sin embargo ella era capaz de crear un escudo protector, capaz de repeler un ataque. La desventaja es que tenía que esperar varios minutos para volver a usar ese poder.

En un instante estaba rodeada de feroces bestias. Una gama completa de colores, y diseños. Era una manada mixta. Aquello sorprendió a la lunatian, pues los dragones normalmente no convivían con otras especies.

Dando una magnifica muestra de agilidad, fue sorteando cada llamarada. El atacante era un gran dragón rojo. Al parecer era el líder del lugar. Y definitivamente no le gustaba la intrusión de la joven en su territorio.

Necesitaba tener contacto con la bestia, y entonces las cosas cambiarían. Desde luego aquello no era fácil, el resto de los dragones la vigilaban y estaba segura de que en cualquier momento todos se dejarían ir contra ella. Asmodeo la observaba, ocultando su presencia. Debía aceptar que lo llevaba bien, muchos ya habrían encontrado la manera de huir del dragón, pero ella lo estaba enfrentando. Ahora tocaba esperar a ver si realmente podría con el.

Una afilada garra fue directo hacia ella con intención de destrozarla. Un giro hacia atrás fue suficiente para evadir el mortal ataque. Los ojos rojos de la joven brillaban cuales gemas preciosas.

-Eres un niño malo.- murmuró. Como respuesta la enorme bestia lanzó un rugido seguido de una llamarada.

Lo que siguió fue un interminable mar de fuego. Sin embargo Iseth se estaba cercando cada vez más al enorme dragón. Varios pares de ojos la seguían, sin perder detalle de sus movimientos. El dragón era feroz y parecía aumentar la violencia en cada ataque. Iseth no duraría mucho tiempo si seguía con aquel juego. Lo arriesgó todo a un último movimiento. Dio un gran saltó en el aire, terminando con una ágil pirueta, no obstante la bestia azotó salvaje su cola terminada en una afilada punta.

El filo de la punta se enterró en la suave carne, arrancándole un grito de dolor a la lunatian. Su muslo derecho había sido perforado, en un largo y profundo corte. Había logrado moverse para evitar que el corte llegara hasta el hueso, y aún así la herida era grave. La sangre avivó los instintos predadores de los dragones, que soltaron rugidos amenazadores.

Iseth no se detuvo a contemplar la herida. A pesar de todo había logrado llegar al costado del dragón. Su pálida mano tocó la escamosa piel. Los ojos de la bestia brillaron curiosos ante aquel contacto. Giró la enorme cabeza y sus profundos ojos estudiaron a la demonio, quien sostuvo la mirada desafiante.

-Eso ha dolido.- se quejó, prodigando sutiles caricias al animal.

El dragón comenzó a olisquearla, no estaba totalmente convencido. Pero los ataques habían cesado. El resto de los dragones comenzaron a acercarse peligrosos, atraídos por el aroma de la sangre fresca.

-Si te parece bien podrías decirle a tus compañeros que no me devoren. No me apetece convertirme en su cena.- pidió con total calma. Aún sabiendo que si el dragón decidía ignorarla, intentar escapar de todas esas bestias con semejante herida sería un suicidio. La enorme bestia lanzó un rugido y los dragones detuvieron su avance.

-Te lo agradezco.- hizo una leve reverencia.

Asmodeo observó todo aquello. Esa pequeña lunatian había conquistado al dragón con tan sólo un sutil contacto. Debía admitirlo, era una domadora de dragones por naturaleza. Si no fuera por que pertenecía a la raza lunatian, habría vitoreado su triunfo. No le gustaba aquella raza de demonios, y ella no era la excepción. Cuando vio la elegante reverencia que la demonio le brindaba al dragón, tuvo que admitir a regañadientes que tal vez, y sólo tal vez, ella podría agradarle. No se quedó más tiempo en aquel lugar, ya había visto suficiente. Giró sobre si con un elegante movimiento y desapareció en una llamarada.

Iseth se dejó caer en el árido suelo. Observó su pierna, el dolor punzante la estaba matando. Intentó controlar la respiración, estaba perdiendo mucha sangre. Un gruñido salió de sus labios. En respuesta el dragón lanzó un resoplido.

La joven extendió su mano derecha, y esta comenzó a cambiar de forma, los dedos se alargaron y deformaron hasta convertirse en una poderosa garra con afiladas uñas. Desgarró la tela del ajustado pantalón, dejando a la vista el profundo corte. La punta de la cola de aquel dragón poseía un corrosivo que anulaba su capacidad de regeneración.
Aspiró con fuerza, antes de descargar un certero golpe contra si misma. Sus garras desprendieron la tira de piel impregnada con el corrosivo. Gotas de sangre salpicaron el suelo a su alrededor. Su mandíbula se tensó para evitar que un grito desgarrador saliera de ella. Recargó la cabeza contra el costado de la bestia. Se tomó un momento para respirar.

Su mano volvió a tomar su forma original. Terminó de desgarrar el pantalón e improviso un vendaje. Su capacidad de regeneración era rápida, y no tardaría mucho tiempo en recuperarse. Se incorporó. Sus ojos de rubí observaron al dragón, quien a su vez la observaba curioso.

-Me alegro que ya no quieras destrozarme.- dijo sin más.- ahora tal vez, podrías llevarme hasta la mansión.- aventuró. El duque le había ordenado regresar a la mansión, pero nunca había especificado usando que medios.

La bestia pareció sonreír. Inclinó la cabeza para que la joven tuviera más fácil acceso a su lomo. La lunatian no esperó una segunda invitación. Tan ágilmente como le permitía la herida trepó sobre la bestia. Quien desplegó unas enormes alas y alzó el vuelo.

La mansión se encontraba relativamente cerca. La enorme bestia entró a los territorios a su alrededor como si nada. Aterrizó al frente de la enorme estructura. Lanzando un rugido para hacer notar su llegada. Los demonios que circulaban cerca, observaron recelosos a la lunatian. Una sarta de comentarios poco amistosos comenzaron a escucharse. Iseth los ignoró.

Bajó del dragón deslizándose por su costado. La pierna le dolía demasiado como para aventurarse a saltar. Comenzó a avanzar cojeando hasta la escalinata que llevaba a la entrada principal. Se detuvo al pie de esta. El dragón la seguía, observándola curioso.

Iseth no había recibido más indicaciones, salvó regresar a la mansión. Y estaba ahí. Comenzó a subir los escalones pero se detuvo luego de dar dos pasos. No se le había vuelto a invitar a entrar. Decidió que lo mejor sería esperar a recibir una nueva indicación. Después de todo el duque sabría que estaba de vuelta.

La enorme bestia continuó observándola, mientras la joven se sentaba con dificultad sobre los escalones. El animal se acercó lo suficiente para mantener la enorme cabeza cerca de ella. La demonio comenzó a prodigarle caricias. Y el dragón se dejaba hacer.

Los minutos pasaron agonizantemente lentos, hasta convertirse en largas y desesperantes horas. El rojo sol del infierno comenzó a ocultarse. El cielo se oscureció lentamente, tiñendo el paisaje de distintas tonalidades de rojos y morados. El dragón se incorporó y lanzó un rugido. La noche se acercaba y tenía que regresar, era tiempo de cazar.

-Lo sé, gracias por el viaje.- murmuró la joven antes de que la bestia comenzara a alejarse. Alzó el vuelo y se fue perdiendo hasta convertirse en un punto distante en el firmamento.

Iseth permaneció sentada. Las piernas recogidas, las manos sobre sus muslos, y la mirada fija al frente. Así se mantuvo, mientras la noche cubría al infierno con su oscuro manto. Se convirtió en el blanco de todos los comentarios desagradables que se les ocurrían a los demonios.

Vio desfilar a un sin numero de seres a su lado, entrando y saliendo de la mansión. Lanzando risitas burlonas. Y señalándola con descaro. Pero no estaba dispuesta a caer en sus infantiles juegos. Mantuvo la cabeza altiva y la mirada distante a todos aquellos molestos demonios. Que le cortaran todas las extremidades antes de dejarse intimidar por aquella multitud de seres despreciables. Era una lunatian, una guerrera y una domadora de dragones. No permitiría que nada ni nadie la redujeran.

La fría brisa comenzaba a acariciar la piel desnuda. Tenía frió, hambre y estaba cansada. Pero no pensaba moverse de aquel lugar.
Asmodeo la observaba divertido. Aquella era sin duda una lunatian orgullosa de si misma. Muchos habría renunciado ante tanta presión, Pero ella se mantenía ahí, ignorando el dolor y el hambre. Pensó que ignorarla de aquella forma la desanimaría, y entonces olvidaría esa tontería de querer formar parte de su mansión. Pero al parecer, la joven deseaba realmente permanecer en aquel lugar.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios del apuesto duque. Dejaría que se quedara, pero se aseguraría que su estancia no fuera para nada placentera. Realmente aquella joven le iba a proporcionar mucha diversión.

Comenzó a andar con paso despreocupado hasta donde ella se encontraba. Iseth se levantó de un salto sin importarle el dolor en la pierna, había sentido la presencia del duque acercándose, poderosa y temible.

-¿Sigues aquí?, pensé que ya te habrías marchado para esta hora.

-Sus órdenes fueron que regresara a la mansión, no que regresara a casa.- respondió con voz firme.

-Y por lo visto eres buena siguiendo órdenes.- había un tinte de burla en su voz.- ya que tanto deseas estar aquí, permitiré que te unas a la mansión.- sonrió malicioso.- regresa a tu casa y recoge tus pertenencias, y repórtate ante mi al amanecer.- ordenó y comenzó a subir la escalinata.

Iseth estaba controlando un mar de sentimientos arremolinados en su interior. Estaba furiosa, frustrada, y locamente feliz, todo al mismo tiempo. La indignación y la molestia se convertían en intensa dicha. Y sin embargo no había pasado por alto aquella maliciosa sonrisa del duque. Pero ella no iba a renunciar, era parte de aquel lugar. Su sueño hecho realidad.

Aspiró el aire nocturno buscando la presencia de el dragón que la había llevado hasta ahí, no la encontró. Ahogó todas las maldiciones que se sabía, las cuales eran bastante numerosas. Cerró los ojos y controló su temperamento. La había dejado sin medio de transporte. Y ahora tenía que encontrar uno nuevo.

Había muchos dragones a su alrededor, eso era seguro, y también lo era el hecho de que todos tenían dueño. Y era más que seguro que ninguno estaría dispuesto a prestarle su dragón aunque fuera un par de horas. No había otra alternativa, tenía que encontrar a aquel dragón, con el que había pasado una entretenida tarde. Estaba segura que la bestia estaría dispuesta a llevarla. Pero estaba el pequeño inconveniente de su pierna herida. La sangre seca seguía impregnada en su ropa y piel, y la herida seguía abierta. Aquello era una clara invitación a ser atacada por bestias.

El cielo estaba completamente oscuro, la luna se mantenía oculta por enormes nubes. El duque le ponía una prueba tras otra. No importaba, no pensaba darse por vencida. Comenzó a avanzar, cojeando ligeramente. Tenía de ventaja su excelente visión nocturna.

Se guío por los sonidos y el olor. Otra ventaja de su raza era el impresiónate sentido del olfato. Tal vez no tenía demasiados poderes mágicos, pero estaba muy bien adaptada al infierno. Después de caminar por los alrededores, encontró un sutil rastro del dragón. Tenía que andarse con cuidado, en esas horas todas las bestias estaban en su modo cazador, y cualquier cosa que se moviera, se convertía en blanco.

Podía sentir cientos de ojos vigilándola. El ruido de patas caminando a sus costados. Casi podía sentir la respiración de las bestias sobre su rostro. Pero se mantenía impasible. Cualquier señal de miedo, y le caerían encima.

-Puedes hacerlo, sólo sigue avanzando.- comenzaba a hablar sola, para apaciguarse.

Un feroz rugido se escuchó a su derecha. Aquello la sobresaltó, las pisadas estaban cada vez más cerca, y podía oler a las bestias rodeándola. Tenía cierta afinidad con los lobos por ser una lunatian, pero la afinidad no traspasaba la frontera del hambre. Una bestia hambrienta cazaba lo primero que tenía a su alcance. Y los lobos, no dudaban en atacar a un herido, incluso si era de su misma especie. Mucho menos se detendrían siendo un demonio.

Vio un borrón de pelo oscuro saltar hacía ella. En cuestión de segundos intentó crear el escudo protector. Pero el lobo era más rápido. Vio sus enormes dientes afilados, y sus ojos amarillos refulgiendo como llamas.

Sintió las gotas de sangre golpear su rostro. Su corazón parecía haberse detenido. Sus ojos se abrieron sorprendidos. Frente a ella estaba su recién adquirido amigo, devorando a su recién adquirido cazador. El lobo había sido mucho más alto que ella, y su poderosa mandíbula había quedado a escasos centímetros de su rostro. Desde luego un solo lobo no era enemigo para un enorme y poderoso dragón.

-Gracias…- murmuró, parpadeando, como intentando despertarse de un extraño sueño.

El dragón no le prestó demasiada atención, estaba muy entretenido devorando a su presa. Pensándolo bien, no había sido su intención salvarla, pero había sido una buena carnada. El lobo estaba tan concentrado en su presa, que no se dio cuenta del momento en que el mismo se convirtió en presa.

-Tal vez, cuando termines tu cena… podamos tener una charla.- propuso, observando como las poderosas mandíbulas del dragón trituraban los huesos y despedazaban la carne,

Largos minutos pasaron antes de que el dragón terminara de devorar a su presa. La ventaja de estar al lado de un dragón era que las bestias de menor tamaño se mantenían alejadas, al menos Iseth podía relajarse un momento.

Cuando finalmente la bestia terminó su increíble cena. Iseth hizo contacto, le planteó su sugerencia de usarlo como medio de transporte. El dragón no parecía muy interesado, pero los encantos de Iseth le hicieron ceder.

Volaban a una velocidad sorprendente. El amanecer estaba a escasas horas, y la distancia a recorrer era significativa. La demonio iba sujeta al enorme cuello de la bestia, intentando no caer. Era difícil montar a un dragón sin la silla apropiada y con una pierna herida, añadiendo la velocidad a la que iban.

Cuando aterrizaron en el patio de la casa. Los dragones del lugar se pusieron a la defensiva. Una cuantas palabras conciliadoras de Iseth calmaron los ánimos. Entonces subió las escaleras. Sólo se veían un borrón plateado ir y venir por la habitación, recogiendo algunas prendas, y lo más indispensable. Nada de exceso de equipaje.

Ansiaba darse una ducha, pero no tenía tiempo suficiente. A penas tuvo tiempo para deshacer el improvisado vendaje, limpiar la herida y poner vendas limpias. La herida sanaba bastante bien, en un par de días habría sanado por completo. Salió apurada de la edificación, cargando una maleta. Antes de volver a montar sobre el dragón, escribió una nota a su compañero, el pedazo de papel se convirtió en un cuervo que salió volando en dirección a la mansión de la ira.

Iseth no pudo reprimir la sonrisa que adornó su rostro. Incluso con el hambre y el cansancio agobiándola, estaba feliz. Había atendido ella misma al dragón, después de todo, era una bestia semilibre, así que no le hubiera agradado mucho ver varios demonios cerca de él. Lo alimentó con una mezcla especial que usaba para alimentar a sus dragones, algo así como un premio por su comportamiento. Al dragón pareció encantarle.

Hubiera sido más cómodo realizar el viaje de regreso sobre una silla, pero la bestia no estaba acostumbrada. E Iseth no quería tentar su suerte. Llegaron a la mansión de los celos, minutos antes de que el sol asomara, siquiera. La bestia se marchó, era hora de descansar. La lunatian lo envidió, el cansancio la estaba matando y el hambre no ayudaba en nada.

Con maleta en mano se mantuvo frente a la puerta principal. Esperando al duque. Asmodeo había seguido su aventura nocturna. Había sido muy entretenido. Y le sorprendió el hecho de haber atendido al dragón antes que a ella misma. Le agradaba aquello, pero no es que fuera a admitirlo.

-Lo lograste.- dijo apareciendo frente a la joven, dándole un susto de muerte.- tus instrucciones.- le ofreció un sobre.

Iseth tomó el sobre, sin embargo no lo abrió, el duque la estaba observando fijamente, de arriba abajo. Y eso le alteró los nervios. Aunque desde luego no era ni por asomo tan aterrador como el duque Belfegor.

-Sabes que no me agradan los lunatians, y tú no eres la excepción. Cualquier error que cometas, y nunca más volverás a pisar este lugar.- aquello se convirtió en una oscura promesa.

-No cometo errores.- aseguró.

Asmodeo sonrió ante su osada respuesta, le dio la espalda y comenzó a andar. Iseth entonces abrió el sobre. Estaba al tanto del desagrado del duque hacía su raza, podría haberse ahorrado aquello, ella sabía que estaría bajo estricta vigilancia. No le importaba.

Sacó una hoja del sobre, su vista estaba borrosa, por la falta de alimento y el exceso de cansancio. Logró descifrar el número de habitación que ocuparía. La planta baja estaba destinada a alojar a los demonios comunes, y normalmente se compartía la habitación. No pensó siquiera en el demonio con quien compartiría. Sólo pensaba en una apetecible cama.

El lugar resultó laberíntico en su condición actual. Le tomó casi una hora encontrar su habitación, entró y notó que alguien se levantaba sobresaltado de una de las dos camas individuales que ocupaban el lugar.

Una joven demonio, de cabello negro y ojos del mismo tono. La observó de manera despectiva, frunciendo los labios en un gesto de asco.

-¿Vas a dormir aquí?- preguntó visiblemente molesta.- ¡Por Lucifer!, una lunatian compartiendo mi habitación, esto es increíble, ¡que asco!, me impregnaras con tu desagradable olor.- en un gesto dramático se llevó la mano al rostro cubriendo su nariz.

Iseth estaba demasiado cansada, sólo percibía un borrón oscuro murmuran cosas inteligibles. Ubicó la cama libre, dejó la maleta a un lado, y se tiró de bruces sobre el colchón. Quedó tirada en diagonal, y así se quedó profundamente dormida.

Si hubiera estado en otras condiciones, le habría dicho un par de cosas a aquella demonio, pero estaba muy cansada para notar su existencia siquiera. Las quejas quedaron flotando en el aire, sin ser escuchadas. Aquello había terminado desesperando y molestando más a la demonio, que si Iseth se hubiera puesto a discutir con ella. Eso era el inicio de una relación problemática.

Mientras, lejos de ahí Azazel regresaba de su ronda por el mundo humano. Nada más tocar el suelo de la mansión, un cuervo se le acercó. El ave se posó en el dorso de su mano y se convirtió en un pedazo de papel.

-Lo sabía.- susurró y el rastro de una sonrisa se dibujó en su rostro, sólo por un instante. Apretó el papel en su mano hasta reducirlo a una bola arrugada.
Iseth había sido aceptada en la mansión de los celos. Ahora él debía lidiar con los líderes de su raza. Desde el renacimiento de su especie ninguna hembra lunatian había estado sin vigilancia, mucho menos en un lugar tan peligroso como aquella mansión. Ahora él era el responsable por su vida, con todo lo que ello conlleva.

Continuó su camino, ya habría tiempo de pensar en las consecuencias. Ahora tenía que entregar el lote de almas recolectados e informarse de su siguiente turno.

Al terminar todos sus pendientes en cuanto a su puesto como recolector. Se dirigió a su habitación, no bien hubo abierto la puerta un nuevo cuervo se presentó. Azazel, pasó al interior, el ave lo siguió. Se dejó caer pesadamente en el borde de la cama. Leyó el contenido de la nota sin alterarse siquiera. El mensaje de Iseth había estado impregnado de dicha y entusiasmo. El de su padre de furia e instintos asesinos.

Botó la nota al suelo del lugar. Se dejó ir hacia atrás en la cama, observando el oscuro techo. El padre de Iseth había perdido su habitual control, le había escrito una sarta de insultos. Además de exigirle que sacara a su hija de aquel lugar. Era una estupidez, el viejo lunatian no se preocupaba por su hija, se preocupaba por sus órganos reproductores, y el riesgo de no continuar la especie.

Desde luego no tenía muchas alternativas. Entre los insultos estaba un aviso oficial, tenía que presentarse ante los líderes al día siguiente. Planeaban hacerlo trizas, claro estaba que él no iba a permitirlo. Sólo esperaba que no tuvieran la osadía de pedirle al duque Asmodeo que les regresara a Iseth.
 
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10 replies since 8/5/2008, 22:23   6374 views
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